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Arriesgándolo todo: los primeros babís

From the Editors | Sep 21, 2018

PARTE 4 IN SERIES Una introducción a la Fe Bahá'í

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PARTE 4 IN SERIES Una introducción a la Fe Bahá'í

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

La religión Babí comenzó en mayo de 1844, nueve años antes del terrible encarcelamiento de Bahá’u’lláh en el infame Pozo Negro.

Una figura profética llamada Siyyid Ali-Muhammad proclamaba una revolucionaria nueva Fe, a través de la cual llegaría una nueva era de iluminación humana. Él tomo el título de “El Báb”, que significa “la puerta” en árabe. De la misma forma como Juan el Bautista fue heraldo de la venida de Cristo, El Báb trajo un mensaje de espiritualidad individual y el desenvolvimiento de un progreso social. Además, al igual que Juan el Bautista, este fue eventualmente ejecutado por sus creencias.

Decenas de miles pronto abrazaron la Fe Babí. Las primeras dieciocho personas que reconocieron la misión del Bab llegaron a ser conocidas como «las Letras del Viviente». Uno de esos primeros seguidores, una mujer llamada Tahirih, también conocida como Qurrat u’l-Ayn, un genio espiritual y poético, se convirtió en una abierta defensora de la nueva fe, a pesar de vivir en una época y un lugar en el que la opresión a las mujeres era muy intensa. En ese período de la historia persa, las mujeres usaban velos para mantenerlas ocultas a la vista de los hombres, y no se les permitía conversar con hombres fuera de sus familias.

Durante una conferencia de Babi, Tahirih representó el abandono de las viejas tradiciones y la entrada de la humanidad en una nueva era de iluminación. Ella hizo esto quitándose el velo durante la conferencia y mostrando su rostro. Esto provocó una reacción violenta por parte de algunos de los hombres allí presentes, esto debido a que no estaban preparados para aceptar la emancipación de las mujeres como parte del progreso social que propugnaban. Bahá’u’lláh defendió sus acciones y le dio el título de Tahirih (árabe: el puro). Eventualmente, ella fue ejecutada por el gobierno persa al igual que la mayoría de los líderes babís, Tahirih todavía es considerada como una de las mejores poetizas de Persia. Antes de ser asesinada, se dice que dijo: «Puedes matarme si quieres, pero nunca detendrás la emancipación de las mujeres».

La Fe Babi atrajo rápidamente a personas de todos los sectores de la sociedad: mercaderes acaudalados y comerciantes pequeños, eruditos religiosos y analfabetos, mujeres y hombres, personas que ansiaban un despertar espiritual interno y aquellos que también ansiaban la revolución social.

Bahá’u’lláh se convirtió en un defensor del movimiento babí a la edad de 27 años, después de leer algunas de las escrituras del Bab. Aunque no buscó ningún papel de liderazgo en la comunidad, Bahá’u’lláh pronto se hizo ampliamente reconocido como uno de sus seguidores más distinguidos, un reconocimiento que puso su vida en peligro. El Sha emitió una sentencia de muerte contra Bahá’u’lláh, a pesar de que su único crimen fue seguir una religión distinta a la del estado. Sin embargo, la orden expiró después de la muerte repentina del propio rey en 1848.

Convertirse en babí significaba poner todo en riesgo: su vida, su familia, su propiedad, las buenas gracias de amigos y parientes. Algunos clérigos predicaban desde sus púlpitos que asesinar a un babí y robar su propiedad eran actos de rectitud. Muchos de las masas en su mayoría sin educación buscaron su momento de gloria en lo que se convirtió en el sangriento deporte de asesinato babi. Bahá’u’lláh escribió: “El fanatismo y el odio religiosos son un fuego que devora al mundo y cuya violencia nadie puede extinguir».Epístola al hijo del lobo, p. 16.

En unos pocos años, miles de bebés, mujeres y niños fueron torturados y asesinados. Los funcionarios del gobierno no ofrecían protección a los babis. Gobernados por un sistema de poder compartido entre el Sha y el clero islámico, las dos fuerzas gemelas de Persia prácticamente tenían poder sin restricciones sobre la vida humana. Las brutales ejecuciones que ordenaron fueron tan crueles y perversas que la mayoría de los occidentales, sublevados por las masacres públicas de los babis, renunciaron a sus puestos y abandonaron el país. Otros permanecieron en sus casas para evitar presenciar horrores tales como ser decapitados, desollados, descuartizados, derramar plomo fundido en sus gargantas o velas encendidas colocadas en agujeros de su carne, o ser calzados como caballos y obligados a correr a través de las calles

A pesar de ese horrible reino de terror, el movimiento babi esparció en Persia como un reguero de pólvora, atrayendo a nobles y plebeyos por igual. Los poderes del estado y las turbas de fanáticos fundamentalistas intentaron violentamente apagar este fuego donde sea que lo encontrasen. Mientras Bahá’u’lláh estaba encadenado en el Pozo Negro, muchos otros líderes babís murieron terriblemente. La Fe Babí, enfrentando poderosa oposición y genocidio religioso, finalmente fue forzada a la clandestinidad. En prisión, Bahá’u’lláh sintió un llamado profético para revivir y dirigir este movimiento perseguido:

Cierta noche, en un sueño, se escucharon por doquier estas exaltadas palabras: “Verdaderamente, Nosotros Te haremos victorioso por Ti Mismo y por Tu Pluma. No Te aflijas por lo que Te ha acontecido ni temas porque estás a salvo. Dentro de poco, Dios hará surgir los tesoros de la tierra –hombres que Te ayudarán por Ti Mismo y por Tu Nombre… «. – Ibid, p. 22.

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