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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Ciencia

La Tierra nos mantiene: ¿cómo devolvemos el favor?

Patricia Wilcox | Jun 5, 2018

PARTE 1 IN SERIES Los océanos y la vida humana

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PARTE 1 IN SERIES Los océanos y la vida humana

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Si te pidiera que vuelvas tu rostro hacia el sur y que luego comiences a caminar, y si caminaras hasta que finalmente llegues hasta la frontera con otro país, ¿qué país sería?

En mi caso, sería el vasto territorio de la Antártica. Por supuesto, para mí no sería caminar, sino nadar, ya que primero tendría que cruzar el océano Pacífico para finalmente llegar a las aguas frías del océano Glacial Antártico.

Este lugar no había sido un lugar muy popular para visitar hasta hace poco. El primer desembarco en el continente antártico fue supuestamente por un barco de vela, que afirmó haber puesto el pie allí el 7 de febrero de 1821. La opinión general era que no había aspectos científicos que valieran la pena explorar en el extremo sur.

Desafortunadamente desde ese momento la ocupación humana ha tenido influencias devastadoras; hoy la contaminación en la Antártida afecta no solo a un área localizada, sino que a todo el mundo. Este es el resultado de la degradación del ozono, el aumento de los niveles de CO², el aumento de las concentraciones de plomo y lo más inexcusable de todos; desechos humanos tangibles y basura. Estamos actuando de una forma que hasta los simples animales aborrecen, efectivamente estamos contaminando nuestro propio nido colectivo.

Las enseñanzas Bahá’ís nos recuerdan que “La Tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos”, Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 20. La tierra nos mantiene, nosotros debemos devolver el favor.

Cuando se trata de exploración e invención, el mundo ya no es un lugar de «cada hombre para sí mismo», donde los exploradores, inventores y demás se dejan a su propio albur. Todo lo que hace cada ser humano tiene implicaciones más amplias. A medida que la ciencia nos permite hacer mayores descubrimientos y profundizar más y más profundamente en el mundo de la creación, estamos llamados a reconocer nuevos conceptos y aplicar nuevos valores para garantizar que nuestras iniciativas reflejen los mejores intereses de el mundo en general.

A medida que nos sumergimos más en las profundidades previamente consideradas e inertes del océano Antártico, hasta hace poco de interés sólo para unos pocos exploradores intrépidos, comenzamos a desarrollar una nueva apreciación de este vasto océano austral y a reconocer la necesidad de nuevos límites, de desarrollar nuevas leyes y aplicar nuevas medidas protección.

Los marineros conocen estas latitudes como los «Rugientes Cuarentas», los “Furiosos Cincuenta» y “Bulliciosos Sesenta», que te dan una idea de los desafíos que enfrentaron.  Pero, recientemente las personas están comenzando a ver esta región inhabitable de nuestro planeta con nuevos ojos, generalmente codiciosos.

Se cree ahora que esta área, anteriormente ignorada, contiene grandes, posiblemente incluso inmensos, campos de petróleo y gas. También se espera que existan depósitos y acumulaciones de minerales valiosos como el oro; sin embargo, los métodos de  exploración y extracción causan generalmente daños irreparables en el área anteriormente virgen. La parte más meridional de nuestro planeta incluso proporciona ingresos para el turismo.

Ahora reconocemos que esta área anteriormente no valorada nutre altos niveles de fitoplancton, copépodos y krill. Las cadenas alimenticias mantienen a peces, ballenas, focas, pingüinos, albatros y una gran cantidad de otras especies. Más de 235 organismos marinos habitan en estas regionas polares. El simple organismo que es el krill antártico es ahora reconocido como la especia fundamental del ecosistema entero del océano Glacial Antártico, siendo este un importante organismo alimenticio para muchas especias marinas y aviares.

El conocimiento que se ha ido acumulando a resultado en mayores desafíos. Ahora descubrimos que el aumento de la radiación solar ultravioleta ocasionado por el agujero de ozono antártico ha reducido la productividad primaria marina (fitoplancton) hasta en un 15 por ciento, y en realidad ha comenzado a dañar el ADN de algunos peces.

La Antártida también se ha convertido en una extensión de los lugares de entretenimiento de los ricos, ya que las principales regatas internacionales de yates tienen lugar en el Océano Austral.

Sin embargo, otro cambio está en marcha; el cambio climático significa que ahora se está prestando más atención a los icebergs que se forman cada año en el Océano Austral, y se dice que contienen suficiente agua dulce para satisfacer las necesidades de cada persona en la Tierra durante varios meses. Ya existen planes en marcha para movilizar estos icebergs a áreas donde no existe agua dulce disponible, hecho que nos hace plantearnos la pregunta de si es correcto manipular  aquellas cosas que han tardado milenios en desarrollarse. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias? ¿Y qué tanta extensión tendrían esas consecuencias? ¿Qué tipo de responsabilidad frente a estos se desplegarán? ¿Quién es dueño de estos icebergs?

Además de resaltar la necesidad de responsabilidad internacional, los científicos ahora están planeando perforar en el manto y el núcleo de la tierra, para determinar si existe vida en esas regiones desconocidas. Nuevamente, se deben plantear las preguntas: ¿qué daños ocasionará esto? ¿Qué usos, constructivos o destructivos, se desarrollarán del conocimiento y los recursos de sus posibles descubrimientos? ¿Qué tipo de responsabilidad están dispuestos a aceptar científicos?

 El inmenso y poderoso océano es impotente para cambiar el flujo y reflujo de sus mareas. ¡Nada puede enfrentarse a las leyes de la naturaleza, salvo el ser humano! – Abdu’l-Bahá, Las Charlas de París, p. 122.

Estos ejemplos resaltan la creciente necesidad de acuerdos internacionales para proteger los recursos y océanos del mundo. La idea de que una nación específica es dueña de áreas particulares del planeta ya no es factible. Lo que sucede en la Antártida te pasa a ti y a mí. Este es el ozono de la humanidad, estas son nuestras especies de ballenas y peces, y el manto de la Tierra es nuestra base. Ahora sabemos, sin ninguna duda, que debemos trabajar juntos en unidad para proteger y preservar nuestro medio ambiente. En el próximo ensayo, exploraremos cómo esto podría ocurrir.

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