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¿Cómo podemos ayudar a los refugiados del mundo?

Rodney Richards | Oct 17, 2018

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Rodney Richards | Oct 17, 2018

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Cuidar de los refugiados del mundo, las personas sin hogar, es un asunto difícil, porque las necesidades normalmente superan con creces los medios disponibles.

Numerosas organizaciones gubernamentales y caritativas hacen todo lo posible por ayudar a esos refugiados, brindándoles tierra, refugio temporal, comida, bebida, ropa, educación y más, todo para que los campos de refugiados en expansión del mundo puedan atender temporalmente a los millones de desplazados.

Recientemente, la Agencia de Refugiados de las Naciones Unidas, el ACNUR, informó que el número de personas desplazadas en el mundo había aumentado a 65,6 millones, más que la población total del Reino Unido. Este sorprendente número, un aumento de 300,000 con respecto al año anterior, es el mayor número de refugiados jamás registrado.

¿Qué puede hacer una persona con respecto a esta crisis global? ¿Es incluso nuestra responsabilidad actuar o deberíamos dejar la tarea a las agencias y los gobiernos?

Desde la perspectiva bahá’í, ayudar a los refugiados sin hogar es asunto de todos. Bahá’u’lláh, un refugiado exiliado, escribió:

“¡Oh, vosotros, ricos de la tierra! No huyáis de la faz del pobre que yace en el polvo; no, más bien, amparadlo y dejad que os cuente el relato de los dolores con que el Decreto inescrutable de Dios ha hecho que sea afligido. ¡Por la rectitud de Dios! Mientras os asociáis con él, el Concurso en lo alto os estará observando, estará intercediendo por vosotros, estará ensalzando vuestros nombres y glorificando vuestra acción”. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 165.

Abdu’l-Bahá, quien también se convirtió en refugiado y prisionero cuando su padre Bahá’u’lláh fue repetidamente exiliado y encarcelado, dijo:

“Que todos vosotros estéis unidos, estéis en armonía, sirváis a la solidaridad de la humanidad. Ojalá seáis amantes de toda la humanidad. Ojalá seáis asistentes de todo pobre. Ojalá seáis samaritanos para los dolientes. Ojalá seáis fuentes de confortación para los abatidos. Ojalá seáis un refugio para los errantes. Ojala seáis una fuente de coraje para el temeroso. De este modo, mediante el favor y la asistencia de Dios se mantendrá en lo alto el estandarte de la felicidad de la humanidad en el centro del mundo y la bandera del acuerdo universal será desplegada”. – La Promulgación a la Paz Universal, p. 415.

Como un ejemplo de lo terrible que se ha convertido la actual crisis de refugiados en el mundo, veamos el pequeño país del Líbano. Con 4,036 millas cuadradas, es una de las naciones más pequeñas del mundo en términos de superficie terrestre. Durante la década de 1960, el Líbano era conocido como «la Suiza del Este» y Beirut, su capital, «El París del Medio Oriente».

Sin embargo, como sabemos, Siria se encuentra al norte y al este del Líbano, e Israel al sur. Líbano ha estado plagado por la violencia sectaria y la guerra civil, pero en 1990 terminó la guerra civil, con casi un millón de desplazados libaneses. Partes de Líbano quedaron en ruinas, y Siria siguió ocupando terreno hasta 2005. A esto le siguió una serie de asesinatos de líderes libaneses, que dificultaron la formación de un gobierno estable. Luego, en 2012, la guerra civil siria amenazó con extenderse al Líbano y, para 2013, más de 677,000 refugiados sirios cruzaron la frontera libanesa por su relativa seguridad. Hoy en día, el Líbano alberga a más de 1 millón de refugiados sirios, aproximadamente una séptima parte de la población anterior de esa nación.

Pero el Líbano no es el único país con personas desplazadas y sin hogar de todos los sexos y edades. ¿Cómo podemos nosotros, como individuos, lidiar con estos problemas apremiantes y ofrecer ayuda a los desplazados, a las personas sin hogar, al refugiado? ¿Quién podría servir, personalmente, como un modelo a seguir para ayudar a estas masas indefensas?

En 1932, Shoghi Effendi escribió sobre un bahá’í que hizo precisamente eso:

“El estallido de la Gran Guerra le dieron a ella una oportunidad más de revelar el valor de su carácter y de liberar las energías latentes de su corazón. La residencia de ’Abdu’l-Bahá en Haifa fue asediada, a lo largo de este temible conflicto, por una plétora de hombres, mujeres y niños hambrientos a quienes la mala administración, la crueldad y la incuria de los funcionarios del Gobierno otomano habían empujado a procurarse alivio para sus males. De manos de la Hoja Más Sagrada, y por la abundancia de su corazón, estas víctimas desgraciadas de una tiranía despreciable, recibieron día tras día evidencias inolvidables de un amor que habían aprendido a envidiar y admirar. Sus palabras de ánimo y consuelo, el alimento, el dinero, el vestido que liberalmente dispensaba, los remedios que por procedimientos propios, solía aplicar diligentemente; todos estos hechos tuvieron su parte en llevar solaz al desconsolado, en restaurar la visión al ciego, en dar abrigo al huérfano, en curar al enfermo, y en socorrer al desahuciado y al vagabundo”. – Shoghi Effendi, La administración bahá’í, p. 191.

La Gran Guerra fue la Primera Guerra Mundial, el establecimiento de Palestina, la Hoja Sagrada Más Grande es el título de Bahiyyih Khanum, la hermana mayor de Abdu’l-Bahá.

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando Palestina se separó del resto del mundo y la hambruna amenazaba, tanto Bahiyyih Khanum como Abdu’l-Bahá se convirtieron en brillantes ejemplos de la atención a los pobres y necesitados, los desposeídos, los desventurados y los refugiados: el tipo de ejemplo que comienza en los corazones de los individuos y se extiende a través de esos grupos y naciones bridan ayuda incluso hoy:

“Tampoco fueron tardas las autoridades británicas en expresar su aprecio por el papel que ‘Abdu’l-Bahá había desempeñado al mitigar la carga de sufrimientos que los habitantes oprimidos de Tierra Santa debieron soportar durante los negros días de aquel opresivo conflicto”. – Shoghi Effendi, Dios pasa, p. 428.

El gobierno británico llamó a Abdu’l-Bahá por su trabajo por evitar la hambruna de los palestinos durante la guerra.

Solo la participación personal, el amor y la unidad (unidad de pensamiento, voluntad y acción) pueden aspirar a comenzar a encontrar soluciones permanentes. Esa unidad, esa comunión mundial, ese amor, pueden venir de las soluciones prácticas y espirituales proclamadas por Bahá’u’lláh.

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