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Espiritualidad

¿Por qué los seres humanos son tan complejos?

John Hatcher | Dic 5, 2020

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John Hatcher | Dic 5, 2020

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A medida que revisamos la cadena de vida, de mineral a planta a animal a humano, encontramos seres cada vez más complejos; sin embargo, nada en la creación material es más complejo que un ser humano.

De hecho, debido a esta complejidad, la cual permite la relación asociativa del cuerpo humano y la mente con el alma humana, es decir la capacidad de tener conciencia propia y pensamiento abstracto, solo el ser humano es capaz de manifestar todos los atributos espirituales y de cumplir con la tradición de lo que las enseñanzas bahá’ís llaman «el tesoro escondido». En una oración, Bahá’u’lláh reveló las siguientes palabras:

«¡Loado sea Tu nombre, oh Señor mi Dios! Atestiguo que Tú eras un Tesoro Oculto envuelto en Tu Ser inmemorial y un Misterio impenetrable guardado en Tu propia Esencia. Deseando revelarte, hiciste existir el Mundo Mayor y el Menor, y escogiste al Hombre por encima de todas Tus criaturas, e hiciste de Él un signo de estos dos mundos, oh Tú que eres nuestro Señor, el Más Compasivo.

«Lo elevaste para que ocupara Tu trono delante de todas las gentes de Tu creación. Tú Lo capacitaste para desentrañar Tus misterios, y resplandecer con las luces de Tu inspiración y Tu Revelación, y manifestar Tus nombres y Tus atributos.»

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Pero los seres humanos no existen en un estado de autonomía, independientes del resto de la creación; más bien, según el entendimiento de los bahá’ís, el ser humano es el fruto de la creación. Los humanos evolucionamos gradualmente, tanto individual como colectivamente como especie, para que podamos adquirir los atributos de todos los niveles de creación. De hecho, la Tierra como parte del sistema solar es, efectivamente, una empresa orgánica y de orden divino, creada con el propósito explícito de generar y preparar almas humanas en preparación para una existencia eterna.

En este sentido, la creación física no es un evento, sino un proceso sistemático y continuo sin principio ni final, excepto en términos relativos, de forma relativa a composiciones particulares dentro del sistema general de planetas particulares, galaxias, etc.

Dicho en términos sencillos, si la creación de un sistema capaz de producir seres humanos es la meta de un Creador eterno, entonces tal sistema siempre debe haber existido, ya que la idea de tal proceso es preexistente y dado que la idea misma que emana de La Voluntad Divina es la causante.

Además, dado que no hay un punto en el que esta «idea» o «deseo» o «voluntad» esté final o completamente satisfecha, entonces también podemos deducir que existe un número infinito de sistemas planetarios capaces de sostener la vida humana: significado «humano» formas de vida capaces de «conocer y adorar» al Creador, así como un número infinito de profetas y mensajeros divinos para nutrir y guiar estas civilizaciones en constante avance.

Esta comprensión nos lleva inexorablemente a una conclusión, corroborada también en los textos bahá’ís, de que aun cuando la materia es infinitamente reducible en composición, las estructuras aditivas de la materia deben ser infinitamente más inclusivas en la composición, como ocurre en los sistemas solares. galaxias, etc. Aun cuando ninguna cosa creada es más compleja que el ser humano, todavía es posible componer unidades de seres humanos en patrones de organización o estructuras cada vez más completos.

Por ejemplo, Shoghi Effendi , el Guardián de la Fe Bahá’í , notó que la evolución social y espiritual humana en este planeta se puede observar en parte por nuestro progreso evolutivo en las formas sociales. De hecho,  Bahá’u’lláh también explicó que cuando la humanidad intenta permanecer en una estructura menos avanzada, una vez que la complejidad de la sociedad humana requiere una forma más avanzada, y una vez que esa forma ha sido revelada por el mensajero más reciente de Dios, el resultado es la regresión y la lucha, porque lo que una vez fue una forma avanzada de organización social con el tiempo se volverá inadecuada e incluso injusta y opresiva.

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Observándolo como una analogía sencilla, podemos apreciar la sabiduría de que existen muchas reglas estrictas para un niño de cinco años, porque el niño no comprende el porqué de estas reglas, el principio detrás de las reglas, los conceptos de seguridad, de nutrición, o de salud física, mental y espiritual. Pero una vez que el niño ha alcanzado la madurez y entiende la sabiduría subyacente detrás de una ley particular, entonces sería imprudente e incluso injusto mantener la misma cantidad de leyes y restricciones.

Fue así como Shoghi Effendi explicó en «El Orden Mundial de Bahá’u’lláh» cómo la humanidad como entidad orgánica ha evolucionado a través de sistemas sociales cada vez más complejos para adaptarse a las expresiones cada vez más inclusivas o expansivas de nuestra identidad social: «La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa hacia la cual se aproxima ahora la sociedad. La unidad de la familia, de la tribu, de la ciudad estado y de la nación han sido intentadas sucesivamente y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta que una humanidad hostigada se empeña por lograr. La construcción de las naciones ha llegado a su fin. La anarquía inherente a la soberanía del Estado se acerca a su clímax. Un mundo que crece hacia la madurez debe abandonar este fetiche, reconocer la unicidad y la integridad de las relaciones humanas y establecer, de una vez por todas, el mecanismo que mejor pueda encarnar este principio fundamental de su vida.»

Pero la creación no comienza con el inicio de este planeta en particular, nuestra Tierra. Además, difícilmente podemos suponer que la unidad planetaria es la unidad social más grande posible que se pueda concebir. En la ciencia ficción comúnmente aceptamos estructuras sociales ficticias que consisten en federaciones interplanetarias o galácticas e incluso intergalácticas, todas formas más abarcadoras de unidad social. Quizás sea por esta razón que podemos tener problemas para aceptar la tan anunciada teoría contemporánea del «big bang»: un punto de origen en el tiempo y el espacio para el universo e, implícitamente, de un universo finito en ese sentido.

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