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Espiritualidad

Cómo dejar de centrarse en las faltas de los demás

Peter Gyulay | Mar 9, 2020

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Peter Gyulay | Mar 9, 2020

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Como seres humanos todos somos imperfectos – una compleja mezcla de luz y oscuridad – así que parte de nuestra tarea en la vida, de acuerdo con la mayoría de las religiones, implica ocuparnos de nuestras propias faltas y pasar por alto las faltas de los demás.

Eso es lo que Cristo quiso decir cuando advirtió que no debemos mirar la paja en el ojo ajeno cuando nosotros tenemos una viga en el nuestro:


¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás con claridad para sacar la paja del ojo de tu hermano. – Mateo 7:5.

En los escritos bahá’ís, Bahá’u’lláh nos aconseja de la misma forma: “…no agrandes las faltas de los demás para que tus propias faltas no parezcan grandes” (Las palabras ocultas). Abdu’l-Bahá lo dijo de esta manera:

Es mi esperanza que podáis considerar esta cuestión, que podáis buscar vuestras propias imperfecciones y no penséis en las imperfecciones de nadie más. Esforzaros con todo vuestro poder para estar libres de imperfecciones. Las almas negligentes están siempre buscando las faltas de los demás. ¿Qué puede saber un hipócrita de las faltas de otros cuando está ciego de las propias? … En tanto un hombre no encuentre sus propias faltas, jamás podrá ser perfecto. Nada es más fructífero para el hombre que el conocimiento de sus propios defectos. – La promulgación a la paz universal.

Esto suena bastante sencillo, pero no es una tarea fácil. Lo que percibimos como faltas en los demás es a menudo lo que se destaca en nuestra mente, y tratar de ignorarlas puede ser engorroso. Puede que ni siquiera sean rasgos negativos absolutos los que nos fastidien – sino tan solo las peculiaridades individuales los que nos molesten hasta la médula.

Muchas de las cosas que percibimos como erróneas en los demás parecen no estar en sintonía con nuestra propia percepción del mundo, que ha sido moldeada por nuestra cultura y experiencia. Esto significa, tal vez, que tenemos que pasar por alto dos tipos de rasgos negativos: las cosas que personalmente no nos gustan, y el tipo de acciones o comportamientos que la mayoría de la gente considera despreciables. Necesitamos encontrar maneras de pasar por alto ambos si queremos amar verdaderamente a los demás. Esto no es algo fácil de hacer, especialmente con respecto al último tipo de «maldad».

Para tener éxito en esta tarea tan desafiante no solo debemos pasar por alto lo malo, sino también tratar de centrarse en lo bueno. Abdu’l-Bahá dijo:

Si un hombre tiene diez buenas cualidades y una mala, considerad las diez y olvidad la mala. Que no nos permitamos decir una mala palabra de otro, aun cuando ese otro fuese nuestro enemigo. – citado por J.E. Esslemont en Bahá’u’lláh y la nueva era.

Para hacer esto debemos desarrollar una vista que pase por alto el pecado; también debemos usar pensamientos positivos para superar los pensamientos negativos:

Cuando se os presente un pensamiento de guerra, oponedle uno más fuerte de paz. Un pensamiento de odio debe ser destruido por uno más grande de amor. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá.

Esto puede sonar parecido a la noción de pensamiento positivo, la que impregna gran parte de la espiritualidad popular y los métodos de autoayuda. Para llegar a ser personas felices, tenemos que llenar nuestra atención con percepciones positivas y energía inspiradora. Sin embargo, parece que la concepción bahá’í de pasar por alto las faltas de los demás no es sólo un ejercicio de control mental y atención; está ligada a la naturaleza misma de la realidad.

La visión bahá’í posee una noción única acerca del concepto de maldad. Las enseñanzas bahá’ís señalan que el mal no existe en sí mismo; es sólo la ausencia del bien:

Brevemente, las realidades intelectuales, como las cualidades y perfecciones admirables del hombre, existen y son totalmente buenas. El mal es, simplemente, su no existencia. Así pues, la ignorancia es la falta de conocimiento; el error es la falta de guía… Todos estos vicios no tienen existencia real…

De ahí se deduce que todo mal se reduce a la no existencia. El bien existe; el mal no existe. – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas.

Con esto no se quiere decir que las cosas que generalmente percibimos como malvadas no tengan un impacto negativo en nosotros. Sí lo tienen. Lo que esto significa es que la maldad no es una entidad objetiva que tenga existencia en el mundo. No es una fuerza activa que esté ahí en busca de nosotros. En realidad, la maldad es la negatividad y la falta de espiritualidad centrada en el ego. Los deseos egoístas y crueles de nuestro ser inferior representan la maldad que todos debemos esforzarnos por superar.

Por otro lado, Bahá’u’lláh explicó que todo lo que existe en la creación emana de una de las cualidades de Dios. Esto significa que en el mundo a nuestro alrededor, y en nuestro mundo interior, lo que es más real es aquello que refleja la luz de Dios. La maldad es una mera sombra; los atributos de Dios son reales. Así que cuando pasamos por alto las faltas de los demás y nos enfocamos en sus cualidades positivas, estamos en realidad viendo la luz de Dios en ellos y percibimos su verdadera realidad.

Esta concepción verdaderamente profunda significa que evitar encontrar errores en los demás no es solo un tipo de tarea que debemos que realizar a regañadientes, sino que crea un acto profundamente espiritual de percibir la luz divina en otras personas y, de hecho, en el mundo que nos rodea. Cuando hacemos de este tipo de práctica positiva un hábito regular, nos inundamos de la belleza de Dios, porque eso es todo lo que percibimos.

Esto también sugiere que mientras aprendemos de nuestros propios errores, también podemos ver la luz de Dios dentro de nosotros mismos:

¡Oh Hijo del Ser! Tú eres Mi lámpara y Mi luz está en ti. Obtén de ella tu resplandor y no busques a nadie sino a Mí. Pues te he creado rico y he derramado generosamente Mi favor sobre ti. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas.

Al desarrollar, poner en práctica y percibir el bien dentro de nosotros mismos, encendemos la luz divina en nuestro interior, acercándonos a nuestro Creador. Las enseñanzas bahá’ís nos dicen que todos hemos sido creados nobles; sin embargo, somos diferentes en nuestra evolución espiritual. Y esto no significa que tenemos el derecho de juzgar a otro. Todos somos compañeros de búsqueda en el mismo camino hacia la verdad. La luz de Dios siempre brilla sobre nosotros. Nuestra tarea: erradicar todo lo que se interponga en el camino de esa luz, para lograr salir de las sombras. Centrarse en el bien en los demás significa permitir que esa luz divina nos permita ver lo que es más real.

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