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¿Cuál es el propósito de la vida?

Keng-Liang Huang | May 31, 2020

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Keng-Liang Huang | May 31, 2020

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Debido a la pandemia de coronavirus que estamos experimentando en este momento, algunas personas viven con miedo, piensan que no tenemos control sobre la vida. Otros se dan cuenta de que la vida es corta y tratan de volver a pensar en las prioridades de su vida.

Si desarrollamos una comprensión más profunda de lo que la vida es, y su propósito, podríamos dirigir nuestros esfuerzos hacia una mejor existencia en este mundo y en el mundo venidero. Después de que morimos, nuestra vida física termina, pero nuestra alma sigue viviendo. Vivir aquí en este planeta no es solo una experiencia física, sino que también posee un propósito espiritual.

¿Qué es la vida? Cuando vemos crecer las plantas, vemos la vida. El poder espiritual de las plantas es el poder del crecimiento. Sin ese poder espiritual, la planta no tendría vida. Lo mismo ocurre con la humanidad. El poder espiritual dentro de nosotros es lo que nos da vida. Y desde la condición de nuestro poder espiritual, observamos la condición de la vida humana. La vida de un hombre tiene dos partes, la vida física y la vida espiritual. Somos seres espirituales porque el poder espiritual que tenemos dentro de nuestras almas nos diferencia del reino animal. ¿Qué tipos de poderes espirituales existen dentro de nosotros?

Las enseñanzas bahá’ís nos dicen que estamos dotados de muchos tipos de poderes espirituales. Cuando vemos un cuerpo físico crecer o las células renovarse, ese es el poder del crecimiento. Cuando usamos nuestros cinco sentidos para percibir el mundo, ese es el poder de los sentidos, que también tienen los animales. También tenemos un poder intelectual, que es una función tanto de la mente como del alma. Este poder nos coloca por encima de los animales. Podemos usar nuestra capacidad intelectual para descubrir cosas. Los poderes espirituales del intelecto incluyen la imaginación, el pensamiento, la comprensión y la memoria. Así que nuestra vida física está dotada del poder de crecimiento, el poder sensorial y el poder intelectual, todo lo cual nos hace humanos. Sin embargo, tenemos más.

Una semilla de la vida celestial

La percepción espiritual del alma humana nos convierte un ser espiritual y capaz de vivir espiritualmente. Si usamos nuestro poder intelectual solo con nuestra percepción física, la vida que vivimos se vuelve solo una vida material en el reino físico. Si usamos nuestro poder intelectual con nuestra percepción espiritual, entonces podemos vivir espiritualmente.

Las enseñanzas bahá’ís nos dicen que cuando Dios crea a una persona, deposita una semilla de la vida celestial en su alma. En cierto momento, este es llamado espíritu de vida, pero cuando está completamente desarrollado, lo llamamos espíritu de fe.  Al igual como cuando llamamos embrión al cuerpo físico antes de estar completamente desarrollado. La semilla de nuestra vida celestial no puede empezar a crecer a menos que el fuego del amor de Dios la haya encendido. Y esa es la vida que Jesús llamó «espíritu».

En una charla en Dublín en 1912, Abdul-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, ofreció esta explicación de Juan 3:5-6: «’Aquello que nace de la carne, carne es; y lo que nace del Espíritu, espíritu es’. Él dio a entender que aquellos que simplemente nacían del cuerpo humano estaban muertos espiritualmente, en tanto aquellos revivificados por los hálitos del Espíritu Santo estaban viviendo y eternamente vivirían».

El fuego del amor de Dios enciende el espíritu de vida y lo alimenta con la gracia de Dios. El resultado de vivir una vida espiritual es el desarrollo de la vida eterna. El alma humana es eterna, tanto inmortal como celestial. Podemos vivir con el poder y la percepción espiritual , pero no podemos vivir una vida celestial sin dirigir nuestro corazón y alma hacia el Reino de Dios, hacia su divina asistencia y munificencia. Entonces, ¿cómo podemos desarrollar esta vida celestial?

Desarrollando el espíritu de vida

En una charla en la ciudad de Nueva York en 1912, Abdu’l-Bahá dijo:

“Al comienzo de su existencia humana el hombre era un embrión en el mundo de la matriz. Allí recibió la capacidad y las dotes para enfrentar la realidad de la existencia. Las fuerzas y poderes necesarios para este mundo le fueron proporcionados en esa limitada condición. En este mundo él necesitaba ojos; los recibió potencialmente en el otro. Necesitaba oídos; los obtuvo allí listos y preparados para su nueva existencia. Los poderes necesarios para este mundo le fueron conferidos en el mundo de la matriz para que cuando entrara en este reino de la existencia real no sólo poseyera todas las funciones y poderes necesarios, sino que también encontrara las provisiones para su sustento material.

Por lo tanto, él debe prepararse en este mundo para la vida en el más allá. Todo aquello que necesita en el mundo del Reino lo debe obtener aquí. Así como se preparó en el mundo de la matriz adquiriendo las fuerzas necesarias para esta esfera de la existencia, del mismo modo las fuerzas necesarias de la existencia divina deben ser potencialmente obtenidas en este mundo”.

Matriz es latín para «madre»; podemos pensar en el mundo de la matriz como «La madre tierra» para la evolución de la humanidad, y el vientre de nuestra madre para el desarrollo de una persona.

¿Cuáles son las etapas que debemos atravesar para desarrollar esa vida celestial? ¿Qué debemos desarrollar? Abdu’l-Bahá nos dice que el alma humana necesita pasar por diferentes etapas y desarrollar la capacidad de avanzar a la siguiente estación y condición.

Las etapas por las que atraviesa el espíritu de vida

En la misma charla en la ciudad de Nueva York, Abdu’l-Bahá nos dice cómo el alma humana progresa en forma física. También nos da una idea de las etapas que tenemos que atravesar para convertirnos en un ser eterno. Él dijo:

“En el proceso de la existencia, el hombre ha atravesado sucesivos grados hasta alcanzar el reino humano. En cada grado de su progreso, ha desarrollado capacidades de promoción hacia su próximo estado y condición. Mientras permaneció en el reino mineral, adquirió capacidades de ascenso para el grado vegetal; en el reino vegetal, él experimentó una preparación para el mundo animal y de allí avanzó hacia el grado del reino humano. A través de este viaje de progresión, ha sido siempre y en todo tiempo, potencial o virtualmente, un hombre”.

A través de estas cuatro etapas y el desarrollo de los cuatro poderes espirituales divinos, vemos el espíritu de vida desarrollarse y vemos la vida interior manifestarse. De la vida interior, vemos los signos de la divinidad y la imagen de Dios en nuestro interior. Esa es la vida otorgada por la munificencia de Dios, y esa es la verdadera vida que buscamos.

Lo que debemos hacer mientras desarrollamos el espíritu de vida

La vida que se desarrolla en el vientre de la madre nos proporciona el bienestar de nuestra vida física. El desarrollo de las cualidades espirituales nos dará el bienestar de nuestra vida espiritual en el próximo mundo. ¿Cómo sucede esto? Abdu’l-Bahá dijo:

“Primero, a través del conocimiento de Dios. Segundo, a través del amor de Dios. Tercero, a través de la fe. Cuarto, a través de obras filantrópicas. Quinto, a través del sacrifico de sí mismo. Sexto, a través del desprendimiento de este mundo. Séptimo, a través de la santidad y la beatitud. A menos que adquiera esas fuerzas y obtenga esos requerimientos, seguramente será privado de esa vida que es eterna. Pero si posee el conocimiento de Dios, si llega a encenderse por medio del fuego del amor de Dios, si atestigua los grandes y poderosos signos del Reino, si llega a ser la causa de amor entre la humanidad y vive en el más perfecto estado de santidad y beatitud, seguramente obtendrá el segundo nacimiento, será bautizado por el Espíritu Santo y gozará de la existencia eterna”.

La vida que Dios nos otorga es eterna. Y esa semilla de vida eterna se coloca dentro de la realidad del hombre cuando Dios nos crea. Cuando alcanzamos el nacimiento del espíritu de vida, esa es la vida celestial que Jesús nos trajo – esa vida no tiene muerte. Esa es la verdadera vida que Dios otorgó a la humanidad y que es la vida de un alma desarrollada. No podemos desarrollarla sin ser atraídos por el amor de Dios, y solo la desarrollamos con la gracia de Dios.

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