Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Usamos el dicho «lo que no te mata te hace más fuerte» para reafirmar que cuando superamos dificultades, algo bueno sucede: crecemos.
En uno de mis cursos de psicología de grado, aprendí que en realidad aprendemos más tomando exámenes que cualquier otra forma de aprendizaje, o incluso preparándonos para los exámenes. Los exámenes son excelentes herramientas educativas de aprendizaje. Sin embargo, desafortunadamente para los estudiantes, los exámenes suelen ser al final de una unidad – y la retroalimentación formal sobre si entiendes suficientemente un tema o no llega demasiado tarde.
En la vida, sin embargo, los exámenes van y vienen. A menudo se repiten, y muchos de nosotros recibimos oportunidad tras oportunidad de practicar lo que hemos aprendido y mejorarnos a medida que superamos retos. Los escritos bahá’ís dicen que el sufrimiento, que la mayoría de nosotros evitamos a toda costa, es en realidad esencial para sacar a la luz nuestras más nobles cualidades: «Es solamente a través del sufrimiento que la nobleza de carácter puede manifestarse«. ¿Cómo es que el sufrimiento lleva a la nobleza?
Incluso los grandes líderes espirituales y los profetas sufrieron. Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, dijo en una charla en 1911 que: «La mente y el espíritu del ser humano avanzan cuando es probado por el sufrimiento. Cuanto más se are la tierra mejor crecerá la semilla y tanto mejor será la cosecha … Fijaros en el pasado y descubriréis que las personas más notables son las que más sufrieron«.
Por experiencia propia, los momentos más difíciles de mi vida me han empujado a confiar más en Dios. La pérdida y el dolor pueden nublar tu mente, pero tu alma se vuelve cruda – y con esa crudeza viene la claridad. Podemos aprender a estar a la altura de las circunstancias y perseverar, confiando en Dios incluso cuando no podemos entender por qué suceden las cosas. Al hacernos humildes, aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean.
¿Pero qué hay de la autopreservación? Si el sufrimiento puede ser un catalizador para el cambio, ¿significa eso que debemos buscar activamente el dolor?
Mientras que los escritos bahá’ís nos animan a preocuparnos menos por la satisfacción personal y sacrificar nuestra comodidad por el bien de los demás, también nos advierten contra el agotamiento de la alegría y la paz. Necesitamos ser capaces de funcionar con suficiente fuerza para servir eficazmente a la humanidad. La Casa Universal de Justicia, el organismo administrativo internacional de la fe bahá’í, escribió que debemos «desarrollar la musa espiritual no para morar en nuestro sufrimiento sino para desviar nuestra atención a las grandes y muchas fuentes de nuestra alegría«, [traducción provisional].
Tampoco podemos descartar el sufrimiento de los demás en nombre del crecimiento. La Casa Universal de Justicia también señaló que «no debemos permitirnos olvidar la continua y espantosa carga de sufrimiento bajo la cual millones de seres humanos están lamentándose… la causa principal de este sufrimiento, que uno puede presenciar dondequiera que observe, es la corrupción de la moral humana y la prevalencia de los prejuicios, la sospecha, el odio, la falta de confianza, el egoísmo y la tiranía entre los hombres«, [traducción provisional].
Tener presente este equilibrio es un primer paso para comprender cómo aceptar los retos del crecimiento y practicar la empatía con los demás, manteniendo al mismo tiempo suficiente energía para vivir con alegría.
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