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¿Quiero ser bahá'í?
Espiritualidad

Convirtiéndome en bahá’í y encontrando mi propósito

Achia Abdoulaye | Jul 26, 2020

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Achia Abdoulaye | Jul 26, 2020

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Hace dos años subí al escenario en una gala de recaudación de fondos para el Centro de Justicia de Tahirih y le conté a un público de 150 personas mi experiencia al haber huido de la violencia de género y la persecución en mi país natal, Níger. Tahirih es una organización no gubernamental que protege a las mujeres y niñas inmigrantes como yo, la cual me ayudó a conseguir un estatus legal en los Estados Unidos. Pero nunca soñé que recibiría su Premio a la Voz Valiente, que me llevaría hasta un escenario del Condado de Orange, California, contando mi historia, o que empezaría a trabajar con la organización como defensora de los clientes y oradora.

Gracias a este evento, conocí a mucha gente nueva. Y un amigo que conocí esa noche desencadenó la búsqueda espiritual que me llevó a convertirme en bahá’í.

Nací musulmana y, al crecer, todos en mi vida también lo eran. Siempre me pregunté por qué debía ser musulmana solo porque toda mi familia lo era. Cuestioné por completo el islam cuando me obligaron a casarme a los 17 años. Me casé con un hombre de 52 años, y fui su cuarta esposa. Todo el mundo me dijo que eso era lo que mi madre había hecho, lo que mi abuelo había hecho, y que eso era lo que el islam dictaba. A un hombre se le permitían cuatro esposas, así que yo iba a ser la cuarta esposa. Cuestioné a un Dios que me obligó a casarme con un hombre que no amaba.

Huí de Níger en 2004 porque no quería seguir casada en esas condiciones. No amaba a mi marido. Quería tener una voz, y quería romper el ciclo de chicas forzadas a casarse contra su voluntad. Escapé para vivir con mi tía, pero mi ahora ex marido me presionaba para que volviera. Tuve que huir más lejos. Desafortunadamente, mis intentos de terminar mi educación resultaron en que me traficaran a los Estados Unidos.

En 2005 mi compañera de cuarto en los EE.UU., una mujer cristiana llamada Dorothy, tocaba música cristiana todas las mañanas y antes de irse a dormir por la noche. Me encanta la música y, al crecer en Níger, me encantaba cantar y bailar. Así que le pregunté a Dorothy qué música era. Dijo que era música para alabar y adorar a Jesús. Me encantaba su música. Un día Dorothy me invitó a su iglesia y allí había una banda y gente cantando. Empecé a ir mucho a la iglesia con ella. Con el tiempo, llegué a conocer y a amar todo lo relacionado con Jesucristo. Mi corazón estaba lleno. Me encantaban las historias de su cuidado por los pobres y los necesitados.

Un par de años después de convertirme en una cristiana renacida, todavía vivía en los Estados Unidos, pero empecé a asistir a una iglesia africana. En esta iglesia, siempre era el pastor quien predicaba, pero me preocupaba que su carácter no coincidiera con lo que Jesús enseñaba. Parecía que el pastor solo quería que diezmáramos, diezmar, diezmar. Parecía que estábamos entregando nuestro dinero para glorificar al pastor en lugar de alabar a Jesús. Me preocupaba que esto no nos dirigiera a lo que Jesús realmente dijo e hizo, y sabía que había más en amar a Dios que solo ir a la iglesia cada domingo y diezmar. Mi alma buscaba algo más.

Después de años de dificultades en mi vida, después de ser traficada a los Estados Unidos, me conecté con el Centro de Justicia Tahirih, lo que me condujo a esa gala de recaudación de fondos en el Condado de Orange. Esa noche, conocí a una mujer llamada Gouya Zamani. Era tan amable y amistosa, y entablamos una conversación casual. Nos hicimos amigas y ella me dijo que era bahá’í. Un día Gouya me invitó a ver la película «La Puerta», que trata de cómo comenzó la fe bahá’í. Ver la película realmente me inspiró, y quería saber más.

Gouya y yo en la gala del Centro de Justicia de Tahirih.

Poco después de eso, empecé a asistir a un pequeño grupo de estudio bahá’í. Durante la clase, estudiamos los escritos bahá’ís y discutimos cómo se aplicaban a nuestra vida diaria. Por ejemplo, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í escribió que «Una lengua amable es el imán de los corazones de los hombres. Es el pan del espíritu, reviste las palabras de significado, es la fuente de la luz de la sabiduría y el entendimiento». En la clase, discutimos nuestras respuestas a preguntas como, «¿Qué efecto tiene una lengua amable en las palabras?».

También aprendí sobre las enseñanzas bahá’ís sobre la vida, la muerte y la oración. Leí cómo los escritos bahá’ís dicen que las oraciones son «comunión con Dios», y hablamos de cuál es el propósito de la oración y el efecto de la misma en nuestras almas. 

En medio de la clase, me di cuenta de que la fe bahá’í era lo que mi alma había estado anhelando. Cuanto más leía sobre Bahá’u’lláh, más sabía que sus palabras coincidían con lo que siempre había creído.

Al terminar esa clase, me uní a la fe bahá’í.

Todo lo que sabía en mi alma había sido confirmado en los escritos bahá’ís. Sentí que había nacido para convertirme en una bahá’í. Finalmente tuve respuestas a las preguntas que me había hecho antes en mi vida, y me acerqué más a Jesús una vez que me convertí en bahá’í. Bahá’u’lláh dijo de Jesús:

Atestiguamos que cuando Él vino al mundo, derramó el esplendor de Su gloria sobre todas las cosas c readas. Mediante Él, el leproso se restableció de la lepra de la perversidad y de la ignorancia. Por Él f u e ron curados el incasto y el descarriado. Mediante Su poder, nacido de Dios Todopoderoso, fuero n abiertos los ojos del ciego, y el alma del pecador fue santificada… Él fue Quien purificó el mundo. Bienaventurado el hombre que, con el rostro lleno de luz, se ha vuelto hacia Él.

Cuando me convertí en bahá’í, pude finalmente entender mi propósito en la vida. Finalmente comprendí mis responsabilidades como ser humano, como miembro de la sociedad y como bahá’í. Dos años después, me encanta cómo sigo creciendo cada día, y me encanta que la fe bahá’í nos enseñe que la religión se renueva constantemente y responde al tiempo en que vivimos.

Convertirme en bahá’í me dio la confianza para creer en mí misma y ser una verdadera amante de la humanidad. Con todo lo que he pasado, ha sido tan difícil verme como importante o noble. La primera vez que leí que Bahá’u’lláh escribió «Te he creado noble», me dio tanta confianza en mí misma. Me quedó claro que cada persona nace para responder a una necesidad particular de la humanidad. Tengo un propósito. Soy una noble hija de Dios. Y estoy conectada a todos.

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