Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
A medida que envejezco, soy más consciente del final de mi vida física. Hay tantas cosas por las que estoy agradecido: no tengo que preocuparme por el trabajo ni el dinero, vivo una vida de jubilación de mis sueños. No importa cuán cómodo y contento esté, también soy consciente de la eventual desaparición de mis poderes corporales y mi eficacia, y de que seré considerado como alguien que debeser atendido y que necesita ayuda.
Durante mucho tiempo he pensado en los ancianos de los hogares de ancianos, quienes, aunque todavía son capaces, solo están pasando el tiempo antes de que llegue su próximo viaje.
Creo que la integración de los ancianos debe ser una meta de cada comunidad, ya que los tesoros de la experiencia y sabiduría de los ancianos servirán a la generación joven que lo necesita tan desesperadamente. Por eso quiero construir un hogar para los ancianos e intentar que sea un lugar donde la integración y la colaboración entre los diferentes grupos de edad se convierta en algo común y no solo en un sueño.
Al crecer en el Medio Oriente y vivir en Irán, India y China, estuve expuesto a diferentes culturas y fui testigo de cómo se veía y trataba a los ancianos. Se les miraba con respeto y reverencia. Recuerdo que cuando éramos niños, nos enseñaron a comportarnos frente a los ancianos porque eso era una señal de la correcta educación de los niños. Me sorprende ver el enfoque que Occidente ha tomado hacia nuestros mayores. Incluso en Norteamérica, con la excepción de la cultura nativa americana, los ancianos son vistos a menudo como una carga para los programas sociales.
Nuestra cultura, y especialmente los medios de comunicación social, dan la impresión de que el mundo entero gira en torno a los jóvenes. Hollywood refuerza la realidad tácita de que el mundo es el patio de recreo de los jóvenes. Es tan difícil imaginar un lugar productivo para los mayores en la sociedad moderna. A menudo parece que todas las películas, programas de televisión y comerciales se dirigen a los jóvenes. Francamente, parece que lo único que les queda a los mayores hoy en día es tomar su medicina y esperar su turno para morir.
Esto contrasta mucho con mi conciencia de bahá’í de que nuestras almas nunca envejecen. La condición del cuerpo no debería distraernos de nutrir el alma sin importar la edad que tengamos. Nuestros ancianos han sido separados de la sociedad para cuidar eficientemente de sus necesidades físicas; sin embargo, sus necesidades espirituales y humanas han sido pasadas por alto.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió:
«Has de saber que el alma del hombre está por encima de todas las enfermedades del cuerpo y de la mente y es independiente de ellas. Que una persona enferma muestre signos de debilidad se debe a los obstáculos que se interponen entre su alma y su cuerpo, porque el alma misma no es afectada por ninguna dolencia del cuerpo».
Deberíamos acercarnos a las personas mayores como seres espirituales e ignorar sus debilidades físicas. Hay tanto que se puede lograr a través de los recursos y la sabiduría de nuestros mayores – si tan solo la sociedad pudiera empezar a verlos con la luz adecuada. En lugar de dejarlos a que se desperdicien en hogares saneados donde los sueños mueren más rápido que los cuerpos, deberíamos proporcionarles los medios para alcanzar las metas que se hayan fijado para sus años dorados.
En 1982, en la primera Asamblea Mundial de las Naciones Unidas sobre el Envejecimiento, la Comunidad Internacional Bahá’í, una organización no gubernamental internacional que representa a los miembros de la fe bahá’í en las Naciones Unidas, ofreció algunas sugerencias con las que me encontré recientemente. La BIC escribió:
«Que debe haber una plena integración del envejecimiento en la comunidad humana, ya que la comunidad debe ser una familia extensa en la que todos, de cualquier edad, son una parte esencial, y no solo se les permite, sino que se les anima, a hacer la mayor contribución posible al bienestar del conjunto; y que al considerar las necesidades del envejecimiento en el proceso de desarrollo debemos tener en cuenta la integridad del ser humano, la dimensión moral y espiritual, además de su naturaleza emocional, intelectual y física al discutir las contribuciones especiales de las personas mayores al desarrollo y su participación en los beneficios resultantes». [Traducción provisional].
En los últimos años el cáncer del materialismo ha erosionado algunas de las antiguas tradiciones de respeto y atención a los ancianos, pero no del todo. Mi visita a la India a principios de este año fue una prueba. Antes de visitar la India, nunca había considerado la posibilidad de construir un hogar para ancianos allí porque pensaba que la rica cultura india, con sus profundas raíces en la tradición, reforzaba la idea de cuidar de los ancianos. Me sorprendió que mis amigos me informaran de que esto ya no era así. Además, a la triste situación de los ancianos se sumaba el hecho de que no había ayuda monetaria del gobierno.
Puedo imaginarme a mí mismo en un hogar con una interacción limitada con el mundo exterior. No importa lo cómodo que estuviera físicamente, mi alma se moriría de hambre por la compañía de otras generaciones. He pasado toda una vida aprendiendo, viajando a diferentes lugares y haciendo cosas asombrosas en mi vida. He ganado tanta experiencia que me encantaría compartir, y tengo muchas historias que contar.
Mi sueño, que se basa en el objetivo de la integración total, es un hogar donde habrá clases para niños, actividades juveniles, clases de arte, y visitantes que vienen de cerca y de lejos para ver el huerto y las flores que los ancianos han ayudado a cultivar. Veo a cada anciano adoptado espiritualmente por una familia que lo cuida y lo incluye como miembro de su familia. Veo un hogar de actividades creativas donde las clases son impartidas por los jóvenes y los ancianos según sus intereses. Sí, es un sueño, pero es un dulce sueño que vale nuestras energías y recursos. Después de todo, sin los sueños, muchos de los logros de la humanidad no habrían ocurrido.
Debemos considerar la integración de los ancianos en la vida cotidiana no solo por respeto y amor a ellos, sino porque en poco tiempo, si nada cambia, cada uno de nosotros será un anciano experimentando soledad y aislamiento. Tenemos que cambiar nuestra forma de pensar para ver a los ancianos como una fuente de sabiduría y conocimiento sin explotar. En beneficio de la sociedad, podemos crear un ambiente de confort con énfasis en la integración para que antes de su vuelo final, ninguno de sus sueños quede sin cumplir.
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