Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís brindan a la humanidad un gran regalo: no dejan lugar a dudas sobre nuestro propósito principal mientras vivimos temporalmente en este plano terrenal.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, dejó claro que la razón principal de nuestra existencia consiste en preparar nuestras almas para la próxima vida, para nuestra existencia espiritual eterna:
Los Profetas y Mensajeros de Dios han sido enviados con el único propósito de guiar a la humanidad al recto Camino de la Verdad. El propósito fundamental de Su revelación ha sido educar a todos los hombres para que, a la hora de su muerte, asciendan, con la mayor pureza y santidad y con absoluto desprendimiento, hacia el trono del Altísimo…
El propósito del único Dios verdadero al manifestarse a Sí mismo es emplazar a toda la humanidad a la veracidad y sinceridad, a la piedad y honradez, a la resignación y sumisión a la Voluntad de Dios, a la paciencia y amabilidad, a la rectitud y sabiduría. Su objetivo es cubrir a cada hombre con el manto de un carácter santificado y adornarlo con el ornamento de acciones buenas y santas.
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Esto significa para mí que necesitamos adquirir cualidades espirituales, al igual que un feto necesita desarrollar atributos físicos para prepararse para este mundo físico. Estas cualidades -los atributos y las virtudes espirituales que los mensajeros de Dios a lo largo de la historia han mostrado y animado a sus seguidores a adoptar- incluyen la honestidad, la fiabilidad, la misericordia, la humildad, la bondad y cualquier otro rasgo moral y espiritual.
Esta frase de una oración de Bahá’u’lláh pide a cada persona que dé testimonio diariamente de este propósito espiritual esencial de nuestra vida física: “Soy testigo, oh mi Dios, de que Tú me has creado para conocerte y adorarte”.
Los escritos bahá’ís -que proceden de las tres figuras centrales de la Fe: el Báb, Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá- proporcionan un profundo océano de guía y estímulo divinos, todo ello con el objetivo de espiritualizar nuestras vidas mientras recorremos nuestro camino hacia el otro mundo y hacia Dios.
Amando a Dios mediante el amor a la creación
Junto con la palabra escrita en las escrituras sagradas de las enseñanzas religiosas, todos tenemos acceso a otro medio para conocer y amar a Dios. Los escritos bahá’ís dejan claro que Dios desea que toda la creación, desde las vastas extensiones del universo conocido hasta cada átomo existente, sirva para el beneficio de toda la humanidad, para ayudarnos a reconocer a nuestro Creador, a apreciar la grandeza de Dios y a crecer para amar a Dios por los regalos que nos rodean en este mundo físico.
Para algunos, la creencia de que el universo y todo lo que hay en él existe con el único propósito de ayudar a los humanos a alcanzar un nivel superior de espiritualidad representa un concepto difícil de creer. Muchos rechazarían la noción de que, de entre todas las criaturas del planeta, los humanos somos tan importantes que toda la creación tiene como único objetivo ayudarnos a conocer y amar a Dios. Esto, sostendrían, no es más que arrogancia y egocentrismo.
Sin embargo, Bahá’u’lláh nos aseguró que toda la existencia física sirve para este mismo propósito:
Toda cosa creada en el universo entero no es sino una puerta que conduce al conocimiento de Él, un signo de Su soberanía, una revelación de Sus nombres, un símbolo de Su majestad, una muestra de Su fuerza, un medio de ser admitido en Su recto Camino (…)
Como ejemplo, pensemos en un estudiante en la escuela. Es probable que los niños no sean conscientes de que la enorme inversión que hace la sociedad para financiar a los profesores y al resto del personal, los edificios y las aulas, los libros y el material, el transporte, etc., tienen como único objetivo su educación. Ahora imagina que los niños fueran conscientes de este hecho. ¿Les haría arrogantes y llenos de autoestima? ¿O se sentirían humildes por los dones que les proporcionan los adultos, que se sacrifican para que reciban una educación de calidad?
Del mismo modo, el entorno físico de este mundo, con toda su belleza y con nuestra capacidad de obtener de sus abundantes recursos naturales todo lo que necesitamos para vivir de forma saludable, son un regalo de Dios que debería hacernos humildes mientras damos gracias por todo lo que el Creador nos ha proporcionado.
Encontrando la espiritualidad a través de la naturaleza
Algunas personas encuentran su espiritualidad a través de la naturaleza. Tengo una buena amiga que creció en un hogar en el que los padres no eran miembros de ninguna religión organizada, por lo que no tuvo una educación religiosa formal. Sin embargo, su padre tenía un profundo amor por la naturaleza y se sentía cerca de un «poder superior» o de Dios cuando estaba al aire libre en el mundo natural, y se lo transmitió a ella a una edad temprana. Describe que tenía una fuerte creencia en Dios sin enseñanzas religiosas, así que cuando se le presentó la Fe bahá’í, no tuvo ningún problema con el concepto de Dios como Creador y con la creencia de que Su Creación proporcionaba un camino para conocerlo y amarlo.
El propio Bahá’u’lláh tenía un gran aprecio y amor por la naturaleza. En sus largos años como exiliado y prisionero, el hecho de verse privado incluso de contemplar la naturaleza le causó un gran sufrimiento. En los últimos años de su ministerio, solo cuando se le abrieron finalmente las puertas de la prisión de Akka, pudo volver a disfrutar de cierta libertad para estar cerca de la naturaleza. Hay varios relatos sobre cómo durante esos años sus seguidores plantaban flores y árboles frutales para embellecer su entorno y alegrar su corazón. Llamó al pequeño jardín que establecieron para él el Jardín de Ridván: el Paraíso.
La humanidad ha empezado a apreciar mucho más la belleza, la complejidad y la diversidad de los numerosos ecosistemas que componen nuestro planeta. Científicos, fotógrafos de la naturaleza, exploradores y aventureros han desvelado muchos de los misterios de los bosques, desiertos, océanos y otros entornos naturales. Sin embargo, aún nos queda mucho por aprender sobre estos sistemas y sobre cómo debemos protegerlos. Debido a esa búsqueda del conocimiento del mundo natural, se han hecho grandes avances en los descubrimientos relacionados con la compleja red de relaciones entre animales, plantas, clima y terreno.
Bahá’u’lláh reafirmó las maravillas de la naturaleza cuando escribió:
Di: En su esencia, la Naturaleza es la encarnación de Mi Nombre, el Hacedor, el Creador. Sus manifestaciones están diversificadas por diferentes causas, y en esta diversidad hay signos para los hombres de discernimiento. La Naturaleza es la Voluntad de Dios y su expresión en el mundo contingente y a través del mismo.
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Gracias a Dios por las personas con «discernimiento», que nos han descubierto y educado sobre los misterios y maravillas de la creación de Dios. Al igual que millones de personas, disfruto viendo programas sobre la naturaleza que utilizan tecnología avanzada de cámaras, (¡y a veces una paciencia aparentemente infinita!) para examinar más profundamente la realidad de nuestro planeta. Para mí, estos programas son casi como una sesión de estudio centrada en algún aspecto de la asombrosa creación de Dios. Un buen ejemplo es el documental recientemente estrenado, My Octopus Teacher, en el que un fotógrafo submarino explora un bosque de algas frente a la costa de Sudáfrica y su inusual y conmovedora amistad con un pulpo. Aprendí sobre una parte diversa y hermosa de nuestro mundo que era totalmente nueva para mí, así como algunos datos sobre un animal que fueron realmente sorprendentes.
Los dones de Dios a la humanidad son infinitos, más de los que podemos conocer en nuestra limitada comprensión. Entre estos regalos destacan las revelaciones escritas de los mensajeros elegidos por Dios y nuestra capacidad para tomar las lecciones espirituales de las mismas y hacerlas parte de nuestras vidas. Otra es cada parte de nuestro ser físico y del mundo que nos rodea, incluso aquella parte de nuestro mundo tan diminuta que nuestros ojos no pueden percibir. Bahá’u’lláh nos asegura: este hecho:
De los desiertos de la nada y con la arcilla de Mi mandamiento te hice aparecer y dispuse para tu educación cada átomo existente y la esencia de todo lo creado.
Estas citas de las enseñanzas bahá’ís me hacen ver que tenemos mucho que agradecer, y que cuando cuidamos de esta Tierra, también nos cuidamos a nosotros mismos, tanto física como espiritualmente.
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