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Espiritualidad

Relatos de humildad: 7 lecciones para aprender

Radiance Talley | Ene 22, 2024

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Radiance Talley | Ene 22, 2024

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 Hace años, en una reunión hogareña en mi casa, un hombre bromeó: «Lo curioso de la humildad es que una vez que te enteras que la tienes, ¡la vuelves a perder!». Me reí de su chiste, comprendiendo lo cierta que era su afirmación.

Afortunadamente, podemos mirar el ejemplo de un hombre que permaneció humilde toda su vida: Abdu’l-Bahá. Traducido, Abdu’l-Baha significa «siervo de Baha» o «siervo de la gloria». Es hijo de Bahá’u’lláh –el profeta y fundador de la Fe bahá’í– y se le considera el ejemplo perfecto de las enseñanzas bahá’ís en acción.

Cuando le preguntaron a Abdu’l-Bahá qué era un bahá’í, respondió: “Ser un bahá’í significa, sencillamente, amar a todo el mundo; amar a la humanidad y tratar de servirla; trabajar por la paz y la hermandad universal”.

Espero que les sirvan de inspiración las lecciones que podemos aprender de los siguientes relatos sobre este humilde servidor de la humanidad.

Lección de humildad 1: No debemos glorificarnos en nuestros títulos

En su libro, «Relatos de la Vida de ’Abdu’l-Bahá,» Annamarie Honnold escribió:

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando un bloqueo amenazó la vida de muchos civiles en Haifa, ’Abdu’l-Bahá los salvó de morir de hambre. Organizó personalmente extensas operaciones agrícolas cerca de Tiberíades, asegurando así un gran suministro de trigo…’.

Los alimentos se almacenaban en zanjas subterráneas y en otros lugares. Se distribuía a los habitantes, independientemente de su religión o nacionalidad. La comida se racionaba sistemáticamente. Habiendo comenzado Sus preparativos ya en 1912, evitó la tragedia en los oscuros días de 1917 y 1918.

Al final de la guerra, las autoridades británicas quisieron expresar su agradecimiento por el papel que Abdu’l-Bahá desempeñó para evitar la hambruna entre los oprimidos habitantes de Haifa, ciudad situada en el actual Israel, y le nombraron caballero el 27 de abril de 1920 en la residencia del gobernador británico en Haifa.

Abdu’l-Bahá recibiendo el título de caballero por aliviar la angustia y el hambre durante la guerra, 27 de abril de 1920

Aunque Abdu’l-Bahá aceptó el título de caballero, no viajó en el elegante automóvil que enviaron para llevarlo a la residencia, ni usó su título, «Sir ’Abdu’l-Bahá Abbas, K.B.E.». Él dijo:

Mi nombre es Abdu’l-Bahá. Mi calificación es Abdu’l-Bahá. Mi realidad es Abdu’l-Bahá. Mi alabanza es Abdu’l-Bahá. El trono a la Bendita Perfección [Bahá’u’lláh] es mi gloriosa y refulgente diadema, y la servidumbre a toda la raza humana mi religión perpetua …

Ningún nombre, ningún título, ninguna mención, ningún elogio he tenido, ni tendré jamás, excepto Abdu’l-Bahá. Este es mi anhelo. Este es mi mayor anhelo. Esta es mi vida eterna. Esta es mi gloria eterna. 

Lección de Humildad 2: Debemos dar prioridad a la comodidad de los demás

Howard Colby Ives, uno de los primeros bahá’ís americanos, recordaba «una ocasión en la que ’Abdu’l-Bahá me sirvió una comida con Sus propias manos generosamente, instándome a ’comer, comer y ser feliz’. Él mismo no comió, sino que se paseó alrededor de la mesa, hablando, sonriendo, sirviendo».

Más tarde, escribió: «Se sabe que iba a la cocina y preparaba la comida para sus invitados. Nunca dejaba de prestar atenciones tan pequeñas como asegurarse de que la habitación en la que se hospedaban sus visitantes tuviera todas las comodidades posibles, aunque no prestaba atención a su propia comodidad. Su respuesta cuando en una ocasión se le pidió que actuara como presidente honorario de una Asamblea bahá’í fue simplemente: ’Abdu’l-Bahá es un servidor’».

Abdu’l-Bahá comprendía la importancia de la hospitalidad y también aconsejaba a otros anfitriones que sirvieran ellos mismos a sus invitados. Él decía:

Mi hogar es el hogar de la paz. Mi hogar es el hogar de la alegría y el deleite. Mi hogar es el hogar de la risa y la exaltación. Quien entre por los portales de esta casa debe salir con un corazón alegre. Esta es la casa de la luz; quien entre debe iluminarse. Este es el hogar del conocimiento, quien entre debe recibir conocimiento. Esta es la casa del amor, quien entre debe aprender las lecciones del amor; así aprenderán a amarse unos a otros – [Traducción provisional de Oriana Vento].

Después de que Howard conociera a Abdu’l-Bahá en 1912, éste dijo: «Parecía como si nunca antes nadie me hubiera visto realmente. Sentí una sensación de alegría de que por fin estaba en casa…».

Lección de Humildad 3: Debemos mostrar reverencia por las manifestaciones de Dios

Los bahá’ís creen que Dios hizo a la humanidad la promesa de que nunca nos dejaría sin guía. Por ello, a lo largo de los siglos, Dios envió diferentes Manifestaciones de Dios, o profetas, para revelar Sus enseñanzas a la humanidad. Los bahá’ís respetan y veneran a todos estos mensajeros divinos, incluidos Abraham, Zoroastro, Moisés, Buda, Krishna, Jesucristo, Mahoma, el Báb y Bahá’u’lláh.

Abdu’l-Ba mostró una reverencia extrema por todas las Manifestaciones de Dios. Cuando visitaba a Bahá’u’lláh una vez a la semana, cuando Bahá’u’lláh vivía en Bahjí y Abdu’l-Bahá vivía en ’Akká, caminaba durante todo el trayecto. Cuando le preguntaron por qué no iba a Bahjí a caballo, Abdu’l-Bahá dijo: «…¿quién soy yo para ir a caballo por donde caminó el Señor Cristo?».

Abdu’l-Bahá en la zona de ’Akká-Haifa.

Lección de Humildad 4: No debemos tratar de impresionarnos mutuamente

Cuando los bahá’ís se reunieron para formar su primera Asamblea Espiritual Local en la ciudad de Nueva York, Loulie Mathews, uno de los bahá’ís presentes en la reunión, compartió que «tenían muy poca idea de cómo proceder. Ansiosos por impresionarse mutuamente, primero se sentaron rígidamente junto a la pared».

Pronto sonó el timbre y recibieron un cablegrama de Abdu’l-Bahá. Decía: «Lee Mateo, Capítulo 19, Versículo 30». Una vez que encontraron esa página en la Biblia, leyeron el versículo: «Pero los primeros serán los últimos; y los últimos serán los primeros».

Loulie recordó: «Presto, nos volvimos humildes como ratones, ¡temerosos de que ese último lugar fuera el nuestro! ’Abdu’l-Bahá nos dio una lección maravillosa aquella tarde. Si nos fuimos sin saber demasiado sobre cómo formar una Asamblea, aprendimos una lección sobre cómo convertirnos en bahá’ís. Bañada en el aura de la humildad, la Asamblea cobró vida’».

En una reunión con bahá’ís en Filadelfia sobre la Fiesta de Diecinueve Días que se celebra al principio de cada mes bahá’í, Abdu’l-Bahá dijo:

“Cada uno de vosotros debe pensar cómo hacer feliz y complacer a los otros miembros de vuestra asamblea y cada uno debe considerar a todos los presentes como mejores y más grandes que él y considerarse menos que los demás. Considerad cuan alta es la posición de los demás y cuan baja la propia. Si actuáis y vivís de acuerdo con estos preceptos, sabed verdadera y seguramente que la Fiesta es Sustento Espiritual. ¡Aquella Cena es la ‘Cena del Señor’. Yo soy el Siervo en esta reunión.

Lección de humildad 5: Debemos evitar la ostentación innecesaria

Aunque Abdu’l-Bahá era una de las figuras centrales de la Fe bahá’í, evitaba la ostentación innecesaria y prohibía que los visitantes cayeran rendidos a sus pies.

Annamarie Honnold escribió: «Una vez, unos visitantes ricos de Occidente planearon una elaborada escena para lavarse las manos antes de comer: ¡incluía un paje, un cuenco limpio con ’agua cristalina’ e incluso una toalla perfumada!».

Cuando Abdu’l-Bahá vio a los visitantes caminando hacia el césped, se apresuró a lavarse las manos como de costumbre en un abrevadero, un recipiente largo y estrecho sin tapa que contenía agua para el ganado. Él quería que fueran sus invitados los que disfrutaran de los elaborados preparativos para lavarse las manos.

Lección de Humildad 6: No Debemos Discutir

Abdu’l-Bahá escribió:

Si dos almas pelean y disputan sobre un punto de las Divinas cuestiones, difiriendo y disputando, ambas están equivocadas. La sabiduría de esta incontrovertible ley de Dios es ésta: Que entre dos almas de los creyentes de Dios no surja ninguna contienda ni disputa; ellos deben hablar los unos con los otros con amistad y Amor infinitos.

Siempre que Abdu’l-Bahá compartía los mensajes unificadores de la Fe bahá’í con la gente, nunca discutía ni decía a la otra persona que estaba equivocada.

Howard Ives escribió:

En todas las numerosas oportunidades que tuve de encontrarme, de escuchar y hablar con ’Abdu’l-Bahá quedé impresionado, y cada vez más profundamente impresionado, con Su método de enseñar a las almas. Nunca discutía, por supuesto. Tampoco presionaba. Lo dejaba a uno libre. Nunca suponía autoridad, sino que era la personificación de la humildad. Enseñaba «como si ofreciera un regalo a un rey».

Nunca me dijo lo que debía hacer, más allá de sugerirme que lo que estaba haciendo era correcto. Tampoco me dijo nunca lo que debía creer. Hizo que la Verdad y el Amor fueran tan hermosos y reales que el corazón forzosamente los reverenciaba. Me mostró con su voz, sus modales, su porte, su sonrisa, cómo debía ser, sabiendo que de la tierra pura del ser brotarían sin duda los buenos frutos de las obras y las palabras.

Lección de Humildad 7: Debemos Entender que la Humildad es una Fortaleza

Una vez un niño le preguntó a Abdu’l-Bahá por qué todos los ríos desembocan en el océano. Su respuesta fue «porque él [el océano] se sitúa a sí mismo por debajo de todos ellos y así los atrae hacia sí».

Cuando practicamos la humildad, sólo conseguimos una mayor conciencia y comprensión de las bellas almas que nos rodean. La modestia y la mansedumbre nunca pueden restarnos valor. Al contrario, una postura humilde sólo trae mayores recompensas y bendiciones. El océano es vasto, ilimitado y poderoso por su humildad ante todos los ríos que acaban desembocando en él.

Estas historias sobre la humildad nos ayudan a comprender que esta es una fortaleza, no una debilidad. Que estas historias acerca de la humildad de Abdu’l-Bahá nos ayuden a todos a esforzarnos por emular el exaltado estándar de este devoto servidor de la humanidad.

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