Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Me encanta el sol, la forma en que se mueve a través del cielo, la forma en que calienta el estado de ánimo de mi comunidad y aligera al mundo entero.
La mención del sol envuelve nuestra prosa, poesía, canciones e historias. La mayoría de nosotros amamos el sol. No sólo nos brinda bienestar físico, sino que también posee un significado espiritual. Como en muchas otras religiones, el sol representa un símbolo y una metáfora importante en los escritos bahá’ís.
En una metáfora bahá’í, el sol simboliza al Creador, y profetas como Krishna, Moisés, Jesucristo, Muhammad, Zoroastro, Buda, el Báb y Bahá’u’lláh son como espejos puros y perfectamente pulidos que reflejan los rayos del sol. El pasaje describe esa metáfora en el contexto de la revelación progresiva, una de las creencias centrales de la Fe Bahá’í:
El Sol de la Divinidad y la Realidad Se ha revelado en varios Espejos. Aunque estos Espejos son muchos; sin embargo, el Sol es uno. Las dádivas de Dios son una; la Realidad de la religión divina es una. Considerad cómo una sola Luz se ha reflejado en los diferentes Espejos o Manifestaciones de Ella. Hay ciertas almas que son amantes del Sol; perciben la refulgencia del Sol desde cada Espejo. No están encadenadas ni apegadas a los Espejos; son atraídas al Sol mismo y Lo adoran, no importa de qué punto pueda brillar. Mas aquellos que adoran al Espejo y se adhieren a Él se ven privados de presenciar la luz del Sol cuando brilla desde otro Espejo. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 130.
El concepto de la revelación progresiva señala que Dios nunca dejará a la humanidad sin guía espiritual y, a medida que pasa el tiempo y la humanidad cambia con ella, necesitamos una guía actualizada. Podemos desarrollar niveles cada vez más altos de entendimiento a medida que Dios nos revela nuevas enseñanzas.
A través de una secuencia de diferentes profetas, las enseñanzas bahá’ís dicen que Dios nos envía el mensaje espiritual necesario para cada época de la historia humana. Cada uno de estos profetas y mensajeros, en lugar de competir entre sí, provienen de la misma fuente. Esto es lo que los bahá’ís quieren decir cuando dicen que creen en la unidad de la religión. A través del estudio de los textos sagrados de muchas religiones diferentes, queda claro que los propósitos subyacentes de estos diversos escritos se unen en armonía unos con otros:
Los profetas y mensajeros de Dios han sido enviados con el único propósito de guiar a la humanidad en el recto Sendero de la Verdad…
La luz que estas almas irradian es responsable del progreso del mundo y del adelanto de sus pueblos. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 82.
Los bahá’ís creen que el Espíritu Santo guía a estos mensajeros y profetas para que reflejen la luz de Dios a la humanidad. A través del Espíritu Santo podemos fomentar las potencialidades únicamente humanas, podemos usar la ciencia para descubrir y crear, y podemos desarrollar virtudes espirituales que superen nuestra naturaleza animal:
El Espíritu Santo es la luz del Sol de la Verdad que trae, por su infinito poder, vida e iluminación a toda la humanidad, inundando todas las almas con el Resplandor Divino, llevando las bendiciones de la Misericordia de Dios al mundo entero. La tierra, sin la mediación del calor y la luz de los rayos del sol, no recibiría ningún beneficio del sol.
… El Espíritu Santo es el que, a través de la mediación de los Profetas de Dios, nos enseña las virtudes espirituales y nos capacita para alcanzar la Vida Eterna.
Todas estas bendiciones le son otorgadas al ser humano por el Espíritu Santo; por lo que podemos entender que el Espíritu Santo es el intermediario entre el Creador y su creación. La luz y el calor del sol hacen que la tierra sea fértil, y crean vida en todo lo que crece; y el Espíritu Santo vivifica las almas de los seres humanos. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 70.
En esta cita, el sol representa simbólicamente la fuente divina del Espíritu Santo. Si nos imaginamos a nosotros mismos como espejos que pueden reflejar la luz del sol, se hace muy evidente que, aunque nunca podamos llegar a ser Dios, o el sol mismo, siempre podemos esforzarnos por reflejar mejor su luz.
Cuando pienso en el sol como Dios, pienso en cómo incluso en el día más nublado, o durante la noche, el sol está presente en alguna parte. Toda la vida depende de su resplandor. Incluso cuando pareciera que el sol se ha ido, nunca realmente nos abandona:
Así como el sol madura los frutos de la tierra y otorga vida y calor a todos los seres vivos, así también brilla el Sol de la Verdad sobre todas las almas, llenándolas con el fuego del amor y la comprensión de Dios. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría Abdu’l-Bahá, pág. 30.
Pienso en esto cuando los tiempos se ponen difíciles y la vida parece difícil de soportar. A veces, podemos sentirnos solos, como si viviéramos en un mundo caótico y sin Dios. Pero quizás, incluso en los momentos más oscuros, el sol no se ha oscurecido. Tal vez simplemente no podemos sentir su luz detrás de la nube de nuestras propias ansiedades, o está escondido detrás de una barrera mental que nosotros mismos nos ponemos. Si imaginamos a Dios como el sol, incluso cuando nos sentimos solos, siempre podemos esperar pacientemente a que llegue el amanecer.
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