Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En el Occidente, a menudo asociamos la innovación con empresarios exitosos y la educación tradicional occidental, pero ¿son estas asociaciones las que realmente impulsan el progreso de la civilización?
Como una estudiante universitaria que busca comprender la verdad del mundo que la rodea y tener un impacto real en él, me resulta útil desentrañar aquellas ideas subyacentes que imparte la universidad. Comencé a cuestionar este tema básico: la cultura de la celebridad que hemos construido en torno a la innovación y el emprendimiento exitoso.
Me he dado cuenta de que los jóvenes profesionales se obsesionan con los multimillonarios consumados, van tan lejos que imitan su estilo de vestir, su horario de sueño y constantemente toman ejemplo en sus biografías para tomar sus propias decisiones en la vida. Parece que el objetivo es ser tan rico que puedas unirte al 1% superior y luego comenzar a hacer cambios en el mundo. El mito engañoso nos dice entonces que «lo has logrado», y solo entonces puedes lograr un cambio.
Nada podría estar más lejos de la verdad.
Hay algo intrínsecamente negativo en la creencia de que convertirse en multimillonario confiere la única métrica para el éxito: que ser multimillonario de alguna manera trae la sabiduría divina a la cual debemos aferrarnos.
Sí, ciertamente podemos aprender muchas cosas de los innovadores, emprendedores y los que hacen historia en el mundo, pero únicamente el éxito material representa una combinación de muchos factores, incluida la suerte, el tiempo, los privilegios y la riqueza heredada. Además, la mayoría de los empresarios de los que escuchamos tienen exactamente la misma raza, género y antecedentes en la industria, lo que significa que tendríamos una visión muy limitada del mundo si solo escuchamos su sabiduría.
No es necesario tener una riqueza masiva para lograr un cambio en el mundo. De hecho, la mayoría de los grandes agentes de cambio tenían poca o ninguna riqueza. Además, ese nivel de notoriedad a menudo frena a las personas, ya que las desventajas pueden abrumar a los beneficios:
¡Oh ustedes que os enorgullecéis de las riquezas mortales! Sabed en verdad que la riqueza es una poderosa barrera entre el buscador y su deseo, entre el amante y su amada. Los ricos, salvo unos pocos, de ningún modo alcanzarán la corte de Su presencia ni entrarán en la ciudad del contento y la resignación. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, pág. 83.
Adorar a los emprendedores tiende a conducir hacia cosas que «comienzan con palabras y terminan con palabras» más que un cambio real, una visión a menudo simplista y atávica del mundo que reduce a las personas al individualismo y sus opciones de negocios. Los graves males del mundo existen en este momento porque hemos priorizado el dinero y la fama sobre la sabiduría y la compasión. ¿Qué pasa si comenzamos a aprender de un grupo más diverso de personas?
También temo que esta adoración a la riqueza pueda generar otro obstáculo para la actitud abierta y de aprendizaje: el ver a la educación material occidental como un símbolo de estatus.
Voy a una escuela de ingeniería que ha dado grandes pasos al tratar de inculcar una visión más global del mundo en los estudiantes. La mayoría de los estudiantes llevan a cabo proyectos en el extranjero, todas las especialidades los exponen a un componente ético, e incluso las clases que abordan temas de ingeniería difíciles, como la termodinámica, alientan a los estudiantes a enfrentar las implicaciones éticas de sus elecciones y exploran diferentes opciones para garantizar que sus elecciones tengan un impacto positivo en las personas y el medio ambiente.
Pero incluso en una institución tan centrada en el progreso y el pensamiento global, me doy cuenta que tanto los profesores como los estudiantes a menudo promueven inconscientemente la narrativa de que nosotros, como ingenieros en un país occidental con acceso a más recursos materiales, de alguna manera conocemos las mejores soluciones a los problemas en todo el mundo.
La Casa Universal de Justicia, el órgano administrativo elegido democráticamente de la Fe Bahá’í, describió cómo podría concebirse una acción social verdaderamente efectiva, con una visión muy diferente de la imagen habitual que tenemos de la acción humanitaria:
…aunque la acción social posiblemente implique el suministro de alguna forma de bienes y servicios, el interés principal debe estar en el desarrollo de la capacidad de una población específica para participar en la creación de un mundo mejor. El cambio social no es un proyecto que un grupo de personas lleva a cabo para beneficio de otro grupo. – La Casa Universal de Justicia, pág. 11.
La idea errónea de que la educación occidental promueve a los «menos afortunados», es decir las poblaciones desfavorecidas en países menos ricos, que esperan pasivamente a que los «educados» los rescaten, representa la ideología más tóxica adoptada por muchas instituciones educativas. Crea un «nosotros» y «ellos» muy marcado, donde creemos estar más informados sobre los problemas en otras comunidades, incluso si este es solo nuestro primer trabajo fuera de la universidad.
Como uno de mis amigos de África me dijo una vez: «La caridad es solo una nueva forma de colonización».
Por supuesto, no todos los esfuerzos humanitarios internacionales tienen efectos negativos: algunos han tenido un éxito tremendo y han ayudado a las personas a sobrevivir y prosperar. Pero a menudo escuchamos más de los forasteros que pasan una semana llevando a cabo estos esfuerzos y poco de los receptores de estos, lo que distorsiona nuestra perspectiva sobre lo que funcionó y lo que no, y borra las voces de aquellos que realmente reciben la ayuda.
Amo mi escuela y aprecio sus esfuerzos por ampliar las perspectivas de los estudiantes. Pero me gustaría ver un mayor grado de introspección, no solo de la institución en sí, sino de los estudiantes, para desentrañar sus propias suposiciones y las imágenes que absorbemos de los medios.
Podríamos dar un gran paso en esta dirección al darnos cuenta de que ni nosotros, ni la institución que nos enseña, tenemos todas las respuestas. Como lo describen las enseñanzas bahá’ís, se necesita verdadera humildad para descubrir nuevos caminos hacia el progreso:
No debe nunca tratar de enaltecerse por encima de nadie, debe borrar de la tabla de su corazón toda huella de orgullo y vanagloria, debe asirse a la paciencia y resignación, guardar silencio y abstenerse de la conversación ociosa. – Bahá’u’lláh, El libro de la certeza, pág. 153.
Para ayudar a desarrollar ese sentido de humildad, todos podemos tratar de hacer preguntas a medida que avanzamos en nuestras tareas diarias. ¿A cuántos libros, documentos o charlas sobre comunidades extranjeras estamos expuestos en la universidad que no estén escritos por escritores occidentales? Más importante aún, ¿qué podemos hacer para asegurarnos de ver e intentar comprender esas perspectivas no occidentales?
En el próximo artículo de esta serie, desentrañaremos la visión de la universidad sobre el trabajo en equipo, cómo el individualismo aún se cuela de manera sutil y cómo podemos adquirir un verdadero espíritu de equipo.
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