Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Pelear sobre nuestros valores y sobre cuál es la denominación que usamos, como creyentes, nos conduce a uno de los peores errores humanos: pensar que nuestra religión es la mejor, la más verdadera o la única forma de conocer y amar a Dios.
Entonces, ¿cómo podemos comenzar a remediar este error humano básico, que inevitablemente conduce a conceptos erróneos, conflictos religiosos y falsas comparaciones? Las enseñanzas bahá’ís nos piden que liberemos conscientemente nuestras mentes y corazones de los prejuicios religiosos y que tratemos a todas las personas con amor y amabilidad, así que aclaremos algunos conceptos erróneos comunes sobre la Fe bahá’í:
- que Bahá’u’lláh afirmó ser el «supremo» mensajero de Dios para esta época,
- que las enseñanzas de Bahá’u’lláh «anulan» las de los antiguos profetas y mensajeros, incluidos Muhammad, Cristo, Moisés, Buda, etc.
- que los bahá’ís creen que las enseñanzas de estos profetas pasados están «desactualizadas» y, por lo tanto, no deberían seguirse más.
Estas falsas interpretaciones causan fricción y confusión en las mentes de las personas que intentan comprender el mensaje de Bahá’u’lláh y el mensaje de los profetas pasados. Primero, seamos claros: las enseñanzas bahá’ís dicen claramente que las enseñanzas espirituales centrales de todos los maestros divinos son las mismas, así como lo es su fuente:
La realidad de las religiones divinas es una, pues no cabe que la Realidad, siendo una, se presente como dos. Todos los profetas permanecen inamovibles y unidos en su mensaje. Son como el sol que, en las diferentes estaciones, se eleva desde diferentes puntos del horizonte. De ahí que todo profeta de antaño haya anunciado las buenas nuevas del futuro, y que cada futuro haya aceptado el pasado. – Abdu’l-Bahá, Abdu’l-Bahá en Londres, pág. 8.
Más allá de la comparación y la distinción, los bahá’ís creen que la misión básica de toda religión siempre sigue siendo la misma: regenerar los corazones y las almas de cada ser humano en el planeta. Los fundadores y profetas de esas religiones han aparecido en diferentes momentos de la historia y del desarrollo de la humanidad, para proporcionar la orientación necesaria, tanto espiritual como social. Los medios y las palabras que eligieron pueden haber sido diferentes; sin embargo, todos hicieron un llamado a las personas a volverse a Dios, no a sí mismos. Fueron los primeros en jurar fidelidad al Creador y en rechazar cualquier lealtad a sí mismos sobre Dios.
Todos los mensajeros de Dios imparten verdades espirituales a través de sus vidas y enseñanzas. Todos han declarado que el único Dios es la fuente de su ser e inspiración. Todos ellos reflejan la belleza del Creador, actuando como espejos perfectos, reflejando y transmitiendo la luz divina para toda la humanidad. Esta es su única realidad y todos comparten esta misma estación.
Solo tenemos que leer los Escritos de estos los maestros divinos para ver su acuerdo perfecto. Por ejemplo, Cristo dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente». – Mateo 22:37. De forma similar, Muhammad dijo: «No hay Dios sino Alá». – Corán 6: 106. Bahá’u’lláh hizo eco de estas palabras cuando escribió:
Lo que os conviene es el amor a Dios, y el amor a Aquel quien es la Manifestación de su Esencia, y la observancia de todo lo que Él elija para prescribiros, si sólo lo supierais…- Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 160.
En otras palabras, el amor de Dios se encuentra en el núcleo de la vida y el propósito humano, y en el núcleo de cada Fe.
Otro ejemplo de esta continuidad y unidad: la Regla de Oro, esta muestra que todos los mensajeros divinos nos enseñan a tratar a los demás con igual amor y respeto. En la Biblia, Cristo nos recuerda: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:39). En el Corán, Muhammad nos advierte: «¡Paguen, oh hijos de Adán, como les gustaría que les pagaran, y sean justos de la misma forma como les gustaría obtener justicia!» – 83: 1-6. Del mismo modo, Bahá’u’lláh advirtió: «Cuidaos, no sea que os prefiráis sobre vuestros semejantes«. – Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 165
En los momentos necesarios en la historia humana, estos mensajeros de Dios actuaron como el equilibrio infalible, el camino y la verdad, la fuente de luz y sabiduría a la que todos podían recurrir. Cada mensajero también cambió, dejó de lado o derogó las leyes sociales de las religiones anteriores. Esto es natural y necesario, porque la humanidad y nuestras condiciones sociales cambian con el tiempo, al igual que nuestra capacidad para responder al mensaje de Dios. Sin embargo, en todos los casos, las autoridades religiosas existentes lucharon contra estos cambios y vilipendiaron, torturaron o mataron a los nuevos mensajeros, causando incontable dolor, confusión y conflictos hasta el día de hoy.
A pesar de los intentos de reprimir su progreso, las grandes religiones han perdurado. La prueba de la divinidad de un mensajero radica en sus frutos, en la compasión amorosa y los nuevos sistemas de justicia y gobierno promulgados por sus seguidores. Ellos y sus seguidores pueden ser condenados a muerte, pero lo que la humanidad aún no se da cuenta es de que Dios tiene un plan: una serie progresiva de mensajeros, cada uno con una nueva enseñanza cuyo propósito es el de revitalizar y despertar a la humanidad. Sus enseñanzas afirman y amplían los preceptos del maestro anterior. El hecho de que parezcan entrar en conflicto entre sí revela nuestra comprensión limitada y nuestra interpretación errónea de sus misiones.
Entonces, ¿cuál es la estación de Bahá’u’lláh, a quien los bahá’ís veneran como el último de una larga línea de profetas y mensajeros? Según la Casa Universal de Justicia, el supremo Cuerpo administrativo bahá’í, Bahá’u’lláh es «el Prometido de todas las edades», «el Punto de Amanecer del Día de Dios, el Día en que los favores más excelentes de Dios se han derramado sobre los hombres». – Casa Universal de Justicia, Carta a los bahá’ís del mundo, abril de 1992.
Las enseñanzas bahá’ís afirman que la estación de Bahá’u’lláh culmina y cumple todas las revelaciones religiosas pasadas. Pero Bahá’u’lláh también ha inaugurado un nuevo ciclo de revelación, que no termina con su aparición. Las enseñanzas bahá’ís dicen que este proceso de revelación progresiva continuará mientras continúe la raza humana, y que la humanidad continuará beneficiándose del mensaje de Dios:
Bahá’u’lláh ha trazado el círculo de la unidad; ha hecho un diseño para la unidad de todos los pueblos, y para que todos se reúnan bajo la sombra de la unidad universal. Ésta es la obra de la Munificencia Divina, y todos debemos esforzarnos con alma y corazón hasta que la realidad de la unidad se consiga entre nosotros, y de acuerdo a lo que trabajemos, se nos proporcionarán las fuerzas. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 74.
Al igual que sus predecesores divinos, Bahá’u’lláh hace un llamamiento a la humanidad a expresar nuestra la máxima nobleza y unidad con nuestros semejantes. Su estación distintiva y sus enseñanzas inauguran una nueva era de paz y justicia global. «Construir de nuevo el mundo entero» es la declaración y el desafío de la misión de Bahá’u’lláh.
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