Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Afrontar la muerte de un ser querido puede ser muy doloroso y difícil. Al mismo tiempo, cada segundo nos acerca más a nuestra propia muerte. ¿Cómo podemos hacer frente a eso?
El momento en que cada uno de nosotros tendrá que enfrentar y aceptar el final de su propia vida llegará.
Si bien las enseñanzas bahá’ís sobre la vida después de la muerte la describen como una muy positiva y hermosa transición a una vida eterna, el hecho es que nadie sabe plenamente lo que sucede después de que morimos. Parece ser imposible para la mente humana comprender la próxima vida, así como el embrión en el vientre de la madre no puede comprender esta existencia terrenal.
Como muchos de nosotros, he estado pensando mucho en esto últimamente debido a la pandemia de coronavirus. Estoy tratando de hacer todo lo posible para protegerme. Ya que solo hay dos opciones: o bien voy a contraer el virus o no. Si lo contraigo, con la ayuda de Dios, haré todo lo posible para manejarlo y curarme. Sin embargo, un hecho permanece: o bien voy a vivir a pesar de él, o voy a morir a causa de él. En cualquier caso, estoy haciendo todo lo posible para poner mi completa confianza en Dios.
Lo que sea que finalmente cause mi muerte, me he dado cuenta, debo ser capaz de enfrentarlo, aceptarlo, lidiar con él, sufrirlo, crecer con él, e incluso tratar de ser feliz con él. Después de todo, cuando muera ya no tendré que afeitarme nunca más. (Nunca he disfrutado de afeitarme).
Me veré obligado a dejar este mundo, cada persona y todo lo que he amado o conocido. Nadie tiene ningún poder sobre estas cosas. Lo único sobre lo que sí tengo poder es la actitud que tenga hacia mi propia muerte.
Claro, puedo decir que la muerte será una nueva aventura. Cuando pienso en todas las aventuras que he tenido en mi vida, este enfoque suena bien. Después de morir, descubriré cosas que nunca he experimentado, y espero disfrutar de mis nuevos descubrimientos.
Pero lo cierto es que, debido a que la muerte sigue siendo una incógnita para todos, no tengo ni idea de lo que estoy hablando. Podríamos reflexionar profundamente, pero por mucho que lo intentemos, no podemos comprender realmente lo que vamos a experimentar después de que nuestros cuerpos físicos mueran.
Cuanto más reflexiono esto, más me doy cuenta de cuánto valor se requiere para enfrentar y aceptar mi propia muerte. Seré honesto con ustedes: me asusta lo desconocido. Tengo miedo de la justicia de Dios. Creo que estaré pidiéndole perdón a Dios por toda la eternidad. Solo espero que mis aspiraciones por desarrollar nobleza superen mis errores.
Los escritos bahá’ís dicen que la justicia de Dios es muy grande – pero también que su gracia es «infinita», «infalible» y «que lo abarca todo». Si la gracia de Dios no excediera su justicia, siendo los seres humanos imperfectos que somos, no tendríamos ninguna oportunidad.
Sobre este tema tan importante, hay dos citas de Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, que siempre me han dejado perplejo, especialmente porque aparecen tan juntas en el mismo libro. Hablando con la voz de Dios, Bahá’u’lláh escribió:
¡Oh hijo del Supremo! He hecho de la muerte una mensajera de alegría para ti. ¿Por qué te afliges? He hecho que la luz resplandezca sobre ti. ¿Por qué te ocultas de ella? – Las palabras ocultas.
Sin embargo, justo antes de este verso leemos el siguiente:
¡Oh hijo del Ser! Pídete cuentas a ti mismo cada día, antes de que seas llamado a rendirlas; pues la muerte te llegará sin aviso y serás llamado a dar cuenta de tus actos. – Ibid.
Lo que me hace preguntarme: ¿cómo puedo esperar la muerte con alegría cuando se me pedirá que «rinda cuentas» de mis actos?
No soy una mala persona. Al contrario, soy un buen ser humano. He llevado una buena vida, y he hecho innumerables cosas positivas. Gracias a un intenso asesoramiento personal y a una amplia gama de experiencias vitales, he aprendido mucho. Ciertamente, trato de ser un buen bahá’í. Pero a pesar de estas cosas, como todos los seres humanos, he cometido un gran número de errores, unos más graves que otros.
Temo la justicia de Dios, pero realmente espero que Dios, que conoce mi corazón, mi pasado, presente y futuro, me perdone. Pero si no lo hace, lo entenderé: su justicia es muy grande y yo he metido la pata, a veces de forma muy majestuosa.
En resumen: haré todo lo posible por enfrentar y aceptar mi propia muerte cuando ocurra. Trataré de hacer todo lo que esté en mi poder para vivir y morir como un bahá’í firme hasta e incluyendo mi último aliento, mi propósito supremo en la vida. Si me siento triste, asustado, con dolor físico, enfadado conmigo mismo, alegría, gratitud o cualquier otro sentimiento, aceptaré todos mis pensamientos y sentimientos como reales y válidos. Me daré permiso para llorar y afligirme, así como para reír. Oraré, y continuaré haciendo todo lo posible para poner toda mi confianza en el amor ilimitado de Dios por mí como una de sus criaturas, un amor tan vasto que no puedo comprenderlo, aunque estoy seguro de que Él no siempre ha aprobado mi comportamiento.
Cuando Dios quiera llevar mi alma a la otra vida, dejaré esta Tierra; mi viaje aquí terminará para siempre. Escribir este artículo y compartirlo con ustedes me ayudará a enfrentar y aceptar mi propia muerte.
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