Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Al vivir en una ciudad como Nueva York, conocida por su naturaleza ajetreada y bulliciosa, a menudo me sorprendo a mí misma sintiéndome limitada por el tiempo, y me pregunto: ¿puede la administración del tiempo convertirse en una práctica espiritual saludable?
Incluso en los días en los que sólo tengo unos pocos puntos en mi lista de cosas por hacer, puedo pasar fácilmente el día entero sin terminar de hacer esas pocas cosas. Ya sea que el transporte público demuestre ser poco confiable o que me distraiga en algún lugar del Internet, a menudo siento que las horas se me escapan.
Incluso si no vives en una ciudad muy concurrida como Nueva York, puedes beneficiarte de la administración del tiempo. La forma en que pasamos nuestro tiempo dicta en quién nos convertimos. En All About Love de Bell Hooks, ella escribe que un componente del amor propio significa asegurar que usamos nuestro tiempo para acercarnos a cumplir nuestro propósito – y contribuir a algo más grande que nosotros mismos funciona como parte de ese propósito.
Para hacer esto correctamente y también atender las necesidades básicas es necesario usar el tiempo lo mejor posible. Nuestra sociedad capitalista basa la eficiencia y la productividad en cuánto alguien puede ofrecer, pero esforzarse por lograr esta forma de eficiencia puede dejarnos enfermos, emocionalmente incapacitados y exhaustos. Si valoramos nuestra salud física, el alimento espiritual y el bienestar de la comunidad, entonces la administración del tiempo no tiene por qué ser agotadora o desalentadora.
En lugar de simplemente encontrar mejores formas de hacer dinero o parecer productivos, he estado pensando en cómo puedo eliminar los hábitos que me parecen un desperdicio y reemplazarlos con acciones edificantes. Por ejemplo, paso mucho tiempo en el tren. Cuando me mudé a Nueva York, pasaba este tiempo solo observando a la gente; luego, una vez que me acostumbré a la gente (en su mayor parte), comencé a mirar mi teléfono – contestando mensajes y desplazándome sin pensar a través de Instagram.
Pero últimamente, he empezado a usar este tiempo en espacio para mi trabajo. Busco inspiración para modelar y contacto a personas con la que colaborar si me siento creativa. Empiezo a redactar artículos por teléfono, o si puedo, incluso digo oraciones y practico la meditación consciente. Ahora que me he dado cuenta de que las copiosas horas que paso viajando pueden generar cosas importantes para mi supervivencia espiritual y física, estas se sienten menos agotadoras:
El suelo estéril no produce nada, aun cuando la nube de merced derrame la lluvia sobre él durante mil años. Debemos hacer que el suelo de nuestros corazones sea receptivo y fértil a través de la labranza, para que la lluvia de la merced divina pueda refrescarlo y produzca las rosas y jacintos del plantío celestial. Debemos tener ojos perceptivos para ver la luz del sol. Debemos limpiar el olfato para aspirar las fragancias del rosedal divino. Debemos prestar oídos atentos para escuchar los llamados del Reino supremo. No importa cuán hermosa sea la melodía, el oído sordo no la podrá oír. No puede recibir el llamado del Concurso Supremo. El olfato que está obturado con polvo no puede inhalar los fragantes aromas de los capullos. Por tanto, debemos esforzarnos siempre por obtener la capacidad y buscar nuestra aptitud. En tanto nos falte sensibilidad, las bellezas y munificencias de Dios no podrán penetrar. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 163.
Las enseñanzas bahá’ís hablan de la importancia de dar prioridad a nuestra salud espiritual y la de nuestra comunidad por encima de los ideales comúnmente promovidos de la riqueza personal y el reconocimiento, que se obtiene a expensas del bienestar de los demás. Al ser oportuna y presente, y al administrar mi tiempo sabiamente, puedo evitar sentirme abrumada. En lugar de distraerme con tareas sin sentido y menos importantes, y olvidarme de las cosas que realmente debo hacer, al volverme más eficiente con mi tiempo, puedo dar más tiempo a los demás.
Cuando evito a aquellos distractores silenciosos como las redes sociales o la televisión, puedo ocuparme de las cosas que tienen mayor significado y ver cómo mi propio bienestar se interconecta profundamente con el bienestar de quienes me rodean.
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