Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Aceptar a la persona tal y como es, con sus virtudes y defectos, es algo que debe estar muy claro desde el inicio de la relación. La pareja podrá mejorar algunas conductas, actitudes, pero no cambiará en lo que esencialmente la caracteriza. No podemos esperar de una persona risueña que sea seria o viceversa, es más productivo analizar en qué puedo trabajar para aceptar al otro. Y adquirir las virtudes necesarias (lo que nos falta) para vivir felices con nuestras diferencias, que al final nos servirán para desarrollar mayor tolerancia.
Las enseñanzas bahá’ís nos recomiendan pedirnos cuentas a nosotros mismos cada día y no a otros, tener la disciplina de la autoevaluación es como una medida preventiva para no esperar a herir o lastimar a nuestra pareja para recién corregir nuestra actitud. El proceso de autoeducación de nuestro carácter no será fácil, pero vale la pena intentarlo. Es la única forma de avanzar, ya que no podemos cambiar a otros. Una persona desde que nace hasta que muere se cruzará en la vida con muchísima gente, con hermanos, primos, amigos de barrio, colegio, universidad, por esta razón necesitamos aprender reglas de conducta, cultivar virtudes que ayudarán a estas relaciones interpersonales. Estas citas de los escritos bahá’ís nos motivan en este respecto:
“Un buen carácter es, a la vista de Dios y sus escogidos y perspicaces, la más excelente y laudable de todas las cosas, más siempre con la condición de que el centro de emanación sea la razón, y el conocimiento y su base, la verdadera moderación”.- Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh, p. 39
“La luz de un buen carácter sobrepasa la luz del sol y su resplandor. Quien quiera que lo haya alcanzado es considerado como una joya entre los hombres. La gloria y la elevación del mundo dependen de ello”. – Ibid., p. 37.
Para conocer el carácter de la pareja debemos observar sus actitudes, ¿cómo actúa con su familia?, ¿respeta a sus padres?, ¿cómo trata a los niños?, ¿es sociable, sensible, amistoso, humilde? o ¿soberbio, arrogante y se siente superior? ¿Se preocupa por el medio ambiente?, ¿qué piensa sobre el matrimonio? Resulta primordial observar su conducta. Evaluar si puede mantener una relación duradera con esta persona, o si solo estamos pasando el tiempo.
Hay que tener presente que los objetivos del matrimonio son para toda la vida. No es como un horario de oficina, en el que uno ingresa, cumple su horario y luego regresa a casa. ¡No! Es una relación de veinticuatro horas al día, sin vacaciones, se tiene que tomar con mucha conciencia y delicadeza. Por eso es fundamental examinar el comportamiento de la pareja, si es sensible o indiferente al dolor ajeno, al dolor del animal o de los seres humanos. ¿Cómo responde ante las necesidades de los demás?, ¿es servicial, solidario, generoso, caritativo? ¿Controla su ira?, ¿cómo es cuando está enojado? (porque más adelante eso puede derivar en maltrato verbal o físico). Si respeta las reglas, o si para impresionarnos las rompe o no se puede controlar. Eso definitivamente afectará nuestra relación dentro del matrimonio. Muchas personas son violentas, otras nunca pierden el control y han desarrollado mayor serenidad. Al observar imparcialmente estas conductas podremos descubrir las cualidades de la otra persona.
Ser honestos es básico para mantener un lazo de confianza. Si no se es honesto con uno mismo, tampoco lo será con la pareja, ni con nadie más. Si es prejuicioso o no, si segrega a alguna raza o religión, si se reúne con personas de distinta clase social. Pareciera no tener sentido, pero esos defectos existen en la sociedad y, en alguna medida, todos estamos contaminados con uno u otro de estos prejuicios. Esta observación es necesaria, me siento obligada a mencionarlo, porque nos protegerá más adelante de sufrir y tener decepciones en la vida matrimonial.
No se trata de buscar un ser perfecto, un ángel caído del cielo, ya que esto sería irreal. La medida de cada uno es hasta donde uno pueda tolerar estos. Para “ver” esto, necesitamos ser desprendidos de nuestros propios deseos y anhelos, porque el apego no nos dejará percibir la verdad. Es el desprendimiento lo que nos permitirá que nos informemos del carácter del otro. Ese desprendimiento preserva nuestra identidad y hace que no nos engañemos y nos ceguemos al juzgar nuestras motivaciones y las motivaciones de los demás. También nos proporciona fuerza, independencia, estabilidad y conocimiento de nosotros mismos.
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