Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las Tablas de Bahá’u’lláh dirigidas a los reyes y gobernantes muestran claramente que muchos monarcas no estuvieron a la altura de sus normas justas y pacíficas, pero ¿veía él un lugar para los monarcas en el futuro orden mundial que imaginaba?
Sí, Bahá’u’lláh alentaba la combinación de monarquía y república democrática, una forma de gobierno que ahora se conoce como monarquía constitucional. Así lo escribió:
Aunque la forma de gobierno republicana beneficia a todos los pueblos del mundo, no obstante, la majestad de la realeza es uno de los signos de Dios. No deseamos que los países del mundo permanezcan privados de ella. Si los avezados combinasen ambas formas en una, grande sería su recompensa en presencia de Dios.
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En la actualidad existen varias de estas monarquías constitucionales, como en el Reino Unido y en muchas naciones europeas. En la mayoría de los casos, esos monarcas tienen poco o ningún poder político. Bahá’u’lláh no estableció cómo debe repartirse el poder entre un monarca y un gobierno elegido democráticamente, ni declaró que esta forma de gobierno sea la única eficaz, pero sí especificó sus normas sobre cómo deben actuar los monarcas.
Las normas bahá’ís para el comportamiento de la realeza
Al definir cómo deben actuar los monarcas y sus gobiernos, Bahá’u’lláh escribió esta explicación al Sha de Persia:
Un rey justo es la sombra de Dios en la tierra. Todos deberían buscar abrigo a la sombra de su justicia y descansar bajo la protección de su favor. No es éste un asunto particular o de alcance limitado para que pueda restringirse a una u otra persona, por cuanto la sombra habla identifica a de Quien la proyecta.
Entonces, ¿cómo actúa un monarca justo? Bahá’u’lláh lo explicó:
¡Oh reyes de la tierra! Vemos que aumentáis vuestros gastos cada año y cargáis su peso sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es grave y totalmente injusto… . Tened cuidado, no sea que vuestro dominio viole los mandamientos de Dios y entreguéis a vuestros protegidos a manos del ladrón.
Guardaos de tratar injustamente a quienquiera que recurra a vosotros y entre a vuestro amparo… Caminad en el temor de Dios y sed contados entre los rectos.
Sabed que los pobres son el depósito de Dios entre vosotros. Cuidaos de que no traicionéis Su depósito, que no procedáis injustamente con ellos y que no caminéis por los caminos de los pérfidos.
Bahá’u’lláh también hizo esta petición a todos los gobernantes de su época, la cual se aplica tanto ahora como en el futuro:
Examinad Nuestra Causa, investigad las cosas que Nos han acaecido, y decidid con justicia entre Nos y Nuestros enemigos y sed de los que obran equitativamente con sus semejantes. Si no detenéis la mano del opresor, si no resguardáis los derechos de los oprimidos, ¿qué justifica entonces que os vanagloriéis ante los hombres?
Por último, advirtió a todos los monarcas de las consecuencias de no estar a la altura de sus normas:
Si no prestáis atención a los consejos que, en lenguaje incomparable e inequívoco, hemos revelado en esta Tabla, el castigo divino os asaltará de todas direcciones y la sentencia de Su justicia será pronunciada contra vosotros.
Entre los monarcas a los que Bahá’u’lláh se dirigió directamente se encuentran Napoleón III, el zar Alejandro III, la reina Victoria, Nasiri’d-Din-Shah de Irán, el sultán Abdu’l Aziz del Imperio Otomano, el káiser Guillermo I de Alemania y el papa Pío IX. Sus advertencias a ellos, en retrospectiva, parecen ahora altamente proféticas.
Cuando Bahá’u’lláh le dirigió una tabla en 1869, Pío IX era el gobernante de los Estados Pontificios. En 1870, las fuerzas del rey Víctor Manuel entraron en Roma, completando la toma de los Estados Pontificios, y dejaron al Papa gobernando sólo la Ciudad del Vaticano.
El último zar ruso, Nicolás II, fue asesinado junto con su familia durante la Revolución Rusa, que derrocó la monarquía establecida desde hacía mucho tiempo en ese país.
El sultán Abdu’l Aziz fue depuesto por sus ministros en 1876 y fue hallado muerto cinco días después; murió asesinado o se suicidó.
Nasiri’d Din Shah fue asesinado en 1896.
La efímera monarquía alemana terminó con la abdicación del káiser Guillermo II tras la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial.
Por supuesto, no existen pruebas empíricas que vinculen la desaparición o supervivencia de ninguna monarquía o monarca a acciones divinas. Los eruditos han escrito bibliotecas de astutos análisis que relacionan el auge y la caída de diversas monarquías con fuerzas culturales, sociales, políticas y económicas. Desde el punto de vista bahá’í, que no niega esas explicaciones de los acontecimientos históricos, estos acontecimientos también se ven afectados por la influencia oculta de Dios y sus mensajeros en el mundo.
Bahá’u’lláh estableció los requisitos básicos para ser rey o reina –lo que sus escritos denominan la «sombra de Dios entre los hombres»:
¡Por Aquel que sostiene en Su mano el reino de toda la creación! En nada reside vuestra gloria verdadera y perdurable salvo en la adhesión firme a los preceptos de Dios, en la observancia plena de Sus leyes, en la decisión de asegurar que no queden sin cumplir, y en proseguir firmemente el camino recto.
Si algún monarca alcanzara tan excelsos niveles, podríamos declarar con justicia: » ¡Dios salve a la Reina! «
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