Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos sabemos cómo llegamos aquí: como resultado de un proceso biológico milenario, donde el óvulo femenino se encuentra con el esperma masculino, la gestación ocurre durante aproximadamente 39 semanas y llegamos al mundo como recién nacidos.
Después de ese parto arduo, por supuesto, todo neonato busca inmediatamente dos cosas: comida y sueño. Un comediante dijo que, si los bebés pudieran escribir un diario, todos dirían «Día dos, todavía cansados por la mudanza».
Cada bebé somnoliento y hambriento ingresa a un entorno, cultura, sociedad, familia, tiempo y lugar únicos. Ese ambiente puede ser amoroso y amable o duro y brutal, pero de alguna manera la mayoría de los bebés crecen y se desarrollan, aprenden las formas de nuestra sociedad y encuentran los mejores medios para sobrevivir y, con suerte, prosperar.
Pero más allá de la biología, ¿cómo llegamos aquí, ahora, en este momento de nuestras vidas, en el entorno en el que nos hemos establecido o hemos creado para nosotros mismos? ¿Qué construye nuestra realidad?
Muchos de nosotros no teníamos muchas opciones, atrapados en la corriente de las circunstancias, limitados por nuestros propios recursos o acceso a ellos, circunscritos en nuestro potencial. Otros, capaces de romper los lazos de las limitaciones de nacimiento y el entorno, crearon o forjaron sus propios caminos, utilizando la voluntad y el ingenio para mejorar, lograr más, tener más éxito, llegar a ser más de lo que podrían haber sido.
En cualquier caso, cada uno de nosotros enfrenta la misma realidad: rendirse y conformarse con lo que tenemos, o avanzar hacia mejores resultados.
Cuando escuché recientemente la canción de Talking Heads Once in a Lifetime, me hizo reflexionar sobre estas preguntas. La canción repite un estribillo inquietante: «Puede que te encuentres …» en un escenario u otro. “…y preguntarte, ¿cómo llegué aquí?” ¡Qué pregunta tan maravillosa! Va a la raíz de quiénes somos, de por qué elegimos hacer lo que hicimos y no otra cosa. Tal vez no nos demos cuenta en ese momento que cada elección que hacemos en el «aquí y ahora» tiene implicaciones, consecuencias e importancia para el futuro.
Entonces «aquí y ahora» significa mucho más que el tiempo, el lugar y las circunstancias en las que nos encontramos. «Aquí y ahora» representa una cierta realidad, un cierto sistema de creencias, una cierta actitud e impulso. «Aquí y ahora» indica lo que hacemos y lo que podemos hacer para lograr la unidad y la paz para toda la humanidad. Las enseñanzas bahá’ís dicen que esa realidad proporcionará verdadera satisfacción en nuestras propias vidas:
La base del progreso y de la verdadera prosperidad en el mundo humano es la realidad, porque la realidad es la norma divina y el don de Dios La realidad es racional, y la racionalidad siempre conduce al hombre a una posición honorable. La realidad es la guía de Dios. La realidad es causa de la iluminación de los hombres. La realidad es el amor que está siempre trabajando por el bienestar de la humanidad. La realidad es el lazo que une los corazones. Ella siempre eleva al hombre hacia mayores etapas de progreso y consumación. La realidad es la unidad de la humanidad y confiere vida eterna. La realidad es la igualdad perfecta y la base del acuerdo entre las naciones, es el primer paso hacia la paz internacional. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 371.
Cada uno de nosotros enfrenta ciertas realidades en nuestras vidas: ¿Cómo conseguir alimentos? ¿Agua para beber? ¿Ropa para vestir? ¿Dónde vivir y trabajar? ¿Cómo mantengo a mis hijos y garantizo su educación y capacitación? ¿Cómo puedo ser feliz? Nos esforzamos constantemente para proporcionar respuestas a estas y muchas más preguntas. En cierto sentido, estas preguntas dirigen toda nuestra vida.
Cada vez más, las personas se dan cuenta de que lo que necesitamos para ser felices en el mundo físico significa más que solo bienestar material y cosas físicas. Sí, por supuesto, todos necesitamos satisfacer nuestras necesidades básicas. Sin embargo, solo las cosas del espíritu traerán la verdadera felicidad. Abdu’l-Bahá se refirió a la felicidad como la unión de la importancia espiritual del Oriente con los logros materiales del Occidente:
Pero el honor del reino humano es alcanzar la felicidad espiritual en el mundo humano, la adquisición del conocimiento y amor de Dios. El honor asignado al hombre es la adquisición de las supremas virtudes del mundo humano. Esta es la verdadera alegría y felicidad. Pero si la alegría material y la felicidad espiritual se uniesen, esto sería “deleite sobre deleite”, como dicen los árabes. Rogamos para que Dios una al Este y al Oeste, para que estas dos civilizaciones puedan intercambiarse y disfrutarse mutuamente. Estoy seguro de que esto sucederá, pues éste es el siglo radiante. Esta es una edad para derramar la merced divina sobre la exigencia de esta nueva centuria: la unidad del Este y el Oeste. Ello seguramente se logrará. – Ibid., pág. 180.
La realidad de aquí y ahora requiere conocer tu verdadero ser y comprender lo que realmente te hace más feliz: tratar de complacerte solo a ti mismo o tratar de hacer felices a los demás.
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