Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mediante la oración, dicen los escritos bahá’ís, se cultiva “el sentido de la espiritualidad”, y con ello, “ el desarrollo del individuo y de la sociedad, mediante la adquisición de poderes y virtudes espirituales”. Estos poderes y virtudes no son otra cosa que las cualidades espirituales o valores morales/éticas: bondad, paciencia, misericordia, solidaridad, y un largo etcétera.
¿Cuándo y cómo debemos orar?
Cada religión apareció en una época determinada de la humanidad, evolucionando cada vez más el concepto de la oración. Lo importante no es el cómo se ha de orar (y no nos referimos precisamente a la posición o hacia dónde dirigirse), sino la actitud con la que se reza. ‘Abdú’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la Fe bahá’í, dice al respecto:
“Si una persona recitase un solo verso de las Sagradas Escrituras con espíritu de alegría y esplendor, esto sería mejor para él que recitar fatigosamente todas las Escrituras de Dios” (…). Recitad los versos de Dios en tal medida que no seáis alcanzados por la fatiga o el aburrimiento (…)”. – Libres como el viento.
Podemos compararlo con la actitud que podemos tener con un amigo al que apreciamos muchísimo: ¿acaso nos dirigimos hacia él de forma extensa y sistemática, como si fuese por obligación, sin sentimiento ni emoción? ¿O, por el contrario, le hacemos saber de nuestro cariño por él con escasas palabras pero que transmiten un amor puro y verdadero, porque nos nace decírselo (y sobre todo, porque van acompañadas de acciones que lo demuestran)? Pues así mismo es la oración, nuestra comunicación con el Amado Todopoderoso: basta con recitar un solo versículo, pero con amor desbordante y sincero, acompañado por acciones buenas y loables. Debemos de sentir la oración como una forma de nutrir nuestra alma y de adquirir destrezas espirituales para nuestro propio beneficio y de todo aquel nos rodea, y no sólo para pedir ayuda o algo en concreto. Y, sobre todo, proporciona una sensación de paz y bienestar indescriptibles que ningún bien material puede proporcionar. ¡Un verdadero regalo celestial!
¿Y qué hay de la meditación y de la intuición?
Otro concepto que se ha entendido de forma equivocada es el de la meditación. Cuando nos hablan de dicha práctica lo relacionamos automáticamente con el yoga o con el budismo.. Si bien se puede practicar de manera aislada a la oración, la meditación es el paso intermedio del proceso. Puesto que, tras la súplica, está la escucha. Pero ¿cómo podemos escuchar a Dios? Ahí es cuando entra en juego nuestro espíritu. ‘Abdú’l-Bahá lo explica:
“Debemos hablar en el idioma del cielo, en el idioma del espíritu, pues hay un idioma del espíritu y del corazón (…). Es el idioma del espíritu el que habla a Dios (…) es como si en nuestro corazón oyéramos la voz de Dios (…) y oímos las respuestas… Todos nosotros, cuando alcanzamos la verdadera condición espiritual, podemos oír la Voz de Dios”. – La Oración, Un enfoque bahá’í.
Es un proceso difícil de conseguir, pues requiere de mucha paciencia, desprendimiento y voluntad. Es una parte olvidada del proceso de la oración,pero sumamente importante, pues tras la “escucha” de lo que Dios nos puede transmitir, llega la acción. La oración sin acción no tiene efecto, pues puede que nuestra oración sea contestada mediante nuestras acciones, o que necesitemos hacer algo para conseguir lo que anhelamos de la oración. Es por ello que tras la meditación es importante que se plantee un plan de acción, y que se lleve a cabo. No podemos pedir, por ejemplo, aprobar un examen si no se ha estudiado lo suficiente; esperar casarnos si no hacemos lo que esté en nuestras manos para conocer a posibles pretendientes, entre otros muchos ejemplos. La oración y la acción van de la mano, sin olvidar la meditación de por medio.
“(…) …esforzaos para que vuestras acciones sean a diario hermosas oraciones.
¿Obtienen respuesta las oraciones?
Rotundamente SÍ. Ahora bien, puede ser que no se nos conteste como quisiéramos, que tengamos que esperar un poco más de tiempo, o simplemente no estemos preparados para tal petición. O que se nos depare algo mejor. Es por ello que hemos de ser tolerantes a la repentina frustración que pudiésemos sentir, aceptando que la magnitud de la oración, infalible en cualquier circunstancia, pueda afectarnos de alguna manera que no esperemos o incluso no aceptemos de buenas a primeras. Esto es algo que no se enseña, y que debemos de tener siempre en cuenta.
La intuición (y en este punto, me permito incluir mi propio punto de vista) puede ser la forma más primitiva que tiene nuestro libre albedrío de avisarnos de lo que es correcto y lo que no, de qué decisión tomar, está estrechamente relacionado con la meditación. Todo está interrelacionado, es un proceso en el que la espiritualidad se le ha dado un lugar que no le corresponde en la actualidad, cuando en realidad tiene que ver con la vida del individuo ligada al recuerdo y a la alabanza a Dios, y a seguir unos preceptos y un modo de vida para el aprovechamiento y mejoramiento del mundo.
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