Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si alguna vez se ha preguntado por qué estamos aquí, las enseñanzas bahá’ís proclaman claramente que los seres humanos tenemos un doble propósito fundamental en esta vida:
El propósito por el que los hombres mortales han pasado, desde la nada más absoluta, al reino del ser, es para que puedan trabajar por la mejora del mundo y vivir juntos en concordia y armonía.
Baha’u’llah, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, escribió esa poderosa definición del propósito humano. Los bahá’ís creen que la revelación de Bahá’u’lláh, el amanecer de una nueva Fe global, proporciona el poder y los medios para la transformación tanto de la vida interior de la humanidad como del entorno social. La creación de un nuevo entorno social, la atmósfera en la que las almas pueden crecer espiritualmente y reflejar, en su totalidad, la luz del Creador, constituye una de las características únicas de las enseñanzas de Bahá’u’lláh.
Entonces, ¿cómo planea la comunidad mundial bahá’í lograr ese elevado objetivo? ¿Cómo podría un grupo unificado de unos pocos millones de personas repartidas por todo el planeta fomentar la creación de un nuevo entorno social para todos?
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Trabajar por mejorar el mundo
Para entender cómo los bahá’ís pretenden crear un nuevo entorno social más espiritual, uno en el que todas las personas puedan «vivir juntas en concordia y armonía», ayuda saber que la relación de la comunidad bahá’í con la sociedad que la rodea está experimentando un profundo cambio. En las últimas décadas, la comunidad bahá’í se ha convertido en un protagonista muy visible en la sociedad por derecho propio, dispuesto a asumir importantes responsabilidades e intensificar su proceso colectivo de aprendizaje y progreso espiritual y material.
En una religión sin clero ni liderazgo individual, la comunidad bahá’í mundial se apoya en organismos administrativos elegidos democráticamente a nivel local, regional, nacional e internacional. La Casa Universal de Justicia, el órgano de liderazgo internacional de la Fe, ayuda a guiar al cuerpo de creyentes de todo el mundo en su labor de construir una sociedad humana mejor y más unificada. En ese papel, la Casa Universal de Justicia ha formulado, emitido y guiado el desarrollo de una serie de planes plurianuales, que sirven como planos de acción para los bahá’ís del mundo. Estos planes -escritos y promulgados por primera vez en la década de 1930 por el Guardián de la Fe bahá’í, Shoghi Effendi- trazan y fomentan sistemáticamente el crecimiento de la Fe y sus esfuerzos de construcción de la sociedad.
Un signo claro de la liberación del poder constructor de la sociedad de la revelación de Bahá’u’lláh son los esfuerzos realizados por un creciente grupo mundial de creyentes que ayudan a mejorar el carácter espiritual y las condiciones sociales de las comunidades más amplias en las que viven. Los bahá’ís de todo el mundo trabajan libre y alegremente con otros a nivel local de base para hacer realidad los principios progresistas bahá’ís: la eliminación de los extremos de riqueza y pobreza, la igualdad de sexos, la erradicación de los prejuicios, la educación de todos los niños, el poder espiritual de la oración y la reflexión, y el establecimiento de la paz, la armonía y la no violencia.
En este sentido, una de las contribuciones de los bahá’ís es la capacidad de una población para convertirse en protagonista de su propio desarrollo. Además, a medida que la sociedad en general adopta muchos aspectos de la vida comunitaria bahá’í y se impregna de su espíritu unificador, la dinámica así creada permite que diversos grupos trabajen juntos.
Así pues, los seguidores de Bahá’u’lláh dan la bienvenida a todos los que quieran trabajar junto a ellos para aprender a levantar comunidades vibrantes y orientadas al exterior; para aprender a lograr el progreso espiritual y material; y para aprender a contribuir a los discursos que influyen en la dirección de ese progreso.
Estas áreas de esfuerzo bahá’í representan formas de despertar las energías latentes en el alma humana y canalizarlas hacia la mejora de la sociedad. En conjunto, este poder inherente a la Causa de Bahá’u’lláh se hace más visible cuando los esfuerzos incipientes de una comunidad bahá’í y sus amigos y simpatizantes aprenden juntos a servir a la humanidad. Aunque la sociedad global pacífica y armoniosa presagiada en la revelación de Bahá’u’lláh parece lejana, las comunidades de todo el mundo están ahora aprendiendo diligentemente a aplicar las enseñanzas bahá’ís a su realidad social inmediata mientras se esfuerzan por el surgimiento de una sociedad nueva y más justa.
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Construir esa sociedad, una que conscientemente aspire a un futuro colectivo unificado, es el trabajo de esta generación y de muchas generaciones venideras. La civilización de hoy, a pesar de todas sus proezas, se ha mostrado insuficiente, y Bahá’u’lláh prometió que una sociedad humana renovada tomaría eventualmente su lugar: «¿No sabéis que hemos enrollado aquello que el pueblo poseía y hemos desplegado un nuevo orden en su lugar?».
El establecimiento de una civilización divina es la misión principal de la Fe bahá’í. Los bahá’ís tratan de construir esa civilización sobre las cualidades más fundamentales, de las que el mundo está muy necesitado: unidad, confianza, apoyo mutuo, colaboración, altruismo, desinterés, compromiso con la verdad, sentido de la responsabilidad, sed de aprender y el amor de un corazón omnipresente. Una vez construida, esa sociedad se sustentará en la creación de una atmósfera social en la que las almas puedan crecer espiritualmente y reflejar, en plenitud, la luz de Dios. Entonces veremos a la humanidad iluminada con el amor de su Señor y oiremos su alabanza en todas las lenguas.
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