Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Nuestra hija menor está a un paso de entrar en la adolescencia.
Como muchos padres de adolescentes, la situación actual de la sociedad nos llena de preocupación. ¿Cómo protegemos a nuestros hijos de la ola de prejuicios que les acosa? ¿Cómo les ayudamos a enfrentar la crueldad sin que se vuelvan insensibles? ¿Cómo les enseñamos a amar la humanidad y protegerse de malas influencias al mismo tiempo? Estas son algunas de las preguntas que mi esposo y yo, y muchos de nuestros amigos padres, nos preguntamos todo el tiempo.
Nuestra responsabilidad como padres es grande y sabemos que no termina con encontrar una buena escuela para nuestros hijos. Crear un buen ambiente familiar para ellos parece que tampoco es suficiente. Nuestros hijos necesitan una comunidad donde puedan practicar los valores y talentos que están desarrollando. Los escritos Baha’is dicen:
“…no podemos separar el corazón humano del ambiente que nos rodea, diciendo que cuando uno de ellos se reforme todo mejorará. El hombre es una parte orgánica del mundo. Su vida interior moldea el ambiente y es, a la vez, profundamente afectada por él. El uno actúa sobre el otro y todo cambio duradero en la vida del hombre es el resultado de estas interacciones mutuas”. – De una carta fechada 17 de febrero de 1933 escrita a nombre de Shoghi Effendi, Libro 5 Unidad 1, seccion 15.
Entonces, necesitamos educarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos, pero al mismo tiempo buscar moldear el ambiente que nos rodea.
En mi ciudad hemos tenido en el pasado grupos prejuveniles, grupos adolescentes de 12 a 15 años donde se les ayuda a desarrollar sus capacidades de percepción espiritual y pensamiento reflexivo por medio del estudio grupal de temas profundos y por medio del servicio a la comunidad. En este ambiente se crean amistades con sus pares y con jóvenes mayores que ellos que sirven como animadores de los grupos.
Gracias a esos grupos que había en mi ciudad, he visto con mis propios ojos de qué manera un grupo prejuvenil ayuda a los adolescentes sobrellevar las tormentas que vienen al dejar la infancia. Esta edad representa:
“..un grupo especial con necesidades especiales dado que se sitúan en cierto modo entre la infancia y la juventud, en un período en que experimentan numerosos cambios interiores. Debe prestárseles una atención creativa de modo que participen en programas de actividades que centren sus intereses, moldeen sus capacidades para la enseñanza y el servicio, y los lleven a participar en la interacción social con otros jóvenes…”.- Del mensaje de Riḍvan 2000 de la Casa Universal de Justicia a los bahá’ís del mundo, Libro 5, 2da unidad, sección 1.
Esa interacción social inmersa en enseñanza y servicio que moldee sus capacidades es lo que veo que mi hija necesita.
Cuando mi hija estaba llegando a la edad en que podía ser parte de un grupo prejuvenil y me di cuenta que no había uno en mi ciudad, le pregunté qué le parecía la idea de formarlo y si podríamos también invitar a una de sus mejores amigas. Estaba segura que a ambas les encantaría ser parte de un grupo prejuvenil. Una de las jóvenes en nuestra comunidad que ya tenía experiencia como animadora se comprometió a apoyarnos. En este caso, íbamos a necesitar trabajar juntas para formarlo. Contacté con varias madres de la escuela y vecinas del barrio y fuimos en grupo a explicarles en qué consistía el programa prejuvenil e invitar a sus hijos. Como ya estaba iniciado el año escolar, muchos de los adolescentes ya estaban comprometidos con actividades después de la escuela (fútbol, catequesis, inglés, etc.) y encontrar un horario en que un grupo pueda juntarse iba a ser desafiante.
El grupo inició sus actividades con una visita al asilo de ancianos de la ciudad. Por diferentes razones logísticas solo fueron dos prejóvenes ese día: mi hija y su amiga. Pasaron la tarde visitando a los abuelitos y conversando con ellos. Esa experiencia marcó el corazón de las chicas. Vi a mi hija volver con un brillo especial en los ojos. Hoy en día, cuando la sociedad endurece a nuestros hijos tan temprano, es esperanzador ver ese brillo en los ojos generado por el servicio a los demás.
Shoghi Effendi, el Guardian de la Fe Bahá’í, dice que nuestros hijos «…tienen mucha importancia para el futuro. Vivirán en tiempos distintos y deberán enfrentar problemas que jamás encontraron sus mayores.” Actividades, como los grupos prejuveniles, podrán “equiparlos para servir apropiadamente a las necesidades de una humanidad desilusionada, infeliz y cansada de guerras. Así es que su tarea será muy grande y de mucha responsabilidad, y no se puede dedicar demasiado cuidado a su educación y preparación «. – Carta en nombre de Shoghi Effendi a un creyente particular, del 9 de Julio de 1939, Educación Bahá’í, pág. 83.
Como padres, necesitamos brindar ese cuidado y ese esfuerzo adicionales para el desarrollo de nuestra comunidad, para el bien de la humanidad y en especial para el bien de nuestros hijos. A veces no estamos listos para estar a cargo de estos grupos, pero podemos crear las oportunidades para que estas actividades crezcan en nuestro barrio o ciudad. Podemos ofrecer nuestra casa o transporte para los prejóvenos, ayudar a invitar a nuestras familias amigas, conversar regularmente con los animadores para ver cómo les va y qué necesitan, capacitarnos en estas actividades para comprender mejor cómo funcionan y cómo podemos ayudar con el grupo.
Actualmente, el grupo sigue invitando a otros amigos. Aun teniendo dificultades de reunirse cada semana, siguen intentándolo. Ese esfuerzo es lo que deseo para mi hija, que vea que todo lo lindo y bueno en la vida necesita esfuerzo y perseverancia. Eso es algo que siempre hemos hablado en casa, pero gracias al grupo prejuvenil ella lo esta viviendo, y en grupo, con sus amigas.
El año que viene seguramente nos traerá nuevos desafíos, pero con la compañía del grupo y de su animadora, ya no estamos solos.
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