Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Cómo pueden las criaturas entender al Creador?
Aun cuando describir una abstracción con una analogía tiene sus limitaciones, las parábolas y las alegorías, los símiles y las metáforas son nuestro único medio de entender las cosas abstractas que están más allá de nuestro ámbito de experiencia.
Por ejemplo, a menudo se describe a Dios como una figura paterna, una analogía fácilmente comprensible para las personas que pertenecen a una estructura social basada en el patriarcado. Es algo familiar para nosotros. Sin embargo, también podemos ver más allá de este tipo de analogía y darnos cuenta de que Dios no es ni hombre ni mujer, y al menos podemos comenzar a imaginar a Dios sin género.
A medida que maduramos, aprendemos a ver las limitaciones inherentes de nuestros entendimientos anteriores. Cuando éramos niños y escuchábamos que Dios tenía el mundo entero en sus manos, era razonable que asumiéramos que Dios era grande, realmente grande. Más tarde, cuando aprendimos la diferencia entre las analogías figurativas y los significados literales de las palabras, llegamos a comprender que Dios no es ni grande ni pequeño, que Dios no tiene tamaño.
Hombre y mujer, grande y pequeño son como los conceptos de arriba y abajo. Sólo se aplican al universo físico. La realidad de Dios es infinitamente mayor que estas. Las analogías, sin embargo, sirven a un propósito. Son los puntos de partida de la comprensión. Aquí en el mundo físico, comenzamos un proceso de aprendizaje y descubrimiento que durará tanto como el alma perdure, durante toda la eternidad. Las enseñanzas bahá’ís explican cómo acercarnos más a nuestro Creador:
Por tanto, sabemos que la cercanía a Dios es posible a través de la devoción a Él, a través de la unión con la humanidad y por el amor benevolente hacia todos; depende de la investigación de la verdad, de la adquisición de virtudes loables, del servicio en la causa de la Paz Universal y de la santificación personal. En una palabra, acercarse a Dios exige el sacrificio de sí mismo, la renunciación y el perderlo todo por Él. Cercanía es semejanza. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, pág. 162.
Bahá’u’lláh enseñó que Dios es, en última instancia, incognoscible, que nunca podemos comprender completamente a nuestro Creador. Dios no puede ser definido por nadie más que Dios. Podemos saber algo de su creación, pero no importa cuánto entendamos, Dios es infinitamente más grande que los pensamientos combinados de toda la creación. Esta es una lección importante de humildad para nosotros.
Como se observa en todas partes en la naturaleza, las cosas inferiores nunca pueden entender las cosas superiores a ellas. Las rocas no pueden comprender la naturaleza de las plantas, las plantas no pueden comprender la naturaleza de los animales, los animales no pueden comprender la naturaleza de los humanos y los humanos no pueden comprender la naturaleza de Dios. Pero aún así estamos en la Tierra con un propósito, y siempre hemos necesitado formas de contemplar a nuestro Creador. Los profetas de Dios nos enseñan acerca de las cualidades o atributos de Dios, lo que nos permite trascender algunas de las limitaciones de las definiciones y analogías:
Cuenta con Dios; confía en Él. Confía en Él. Alábale y recuérdale continuamente. Él, ciertamente, transforma la dificultad en tranquilidad, la pena, en consuelo, y el afán, en completa paz Él, en verdad, tiene dominio sobre todas las cosas. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 134.
Cuando una persona dirige su rostro a Dios encuentra el sol por doquier. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 17.
… la causa de la vida perdurable, del honor eterno, de la iluminación universal, de la salvación y prosperidad verdaderas, es ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del mundo humano. – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas, pág. 360.
Los atributos de Dios son cualidades que nos hacen reflexionar sobre aspectos de su interacción con nosotros y con toda la creación. Son las señales de la esencia de nuestro Creador. Estos atributos divinos aparecen dentro de las oraciones y los escritos sagrados de todas las religiones en diversas formas, donde se menciona a Dios como el Todopoderoso, el Fuerte, el Auxiliador, el Misericordioso, el Donador, el Omnipotente, el Omnisciente, el Todo Sabio, el Perdonador, el Compasivo.
Reflexionar sobre estos atributos uno por uno nos permite enfocarnos en una característica particular de nuestro Creador y mirar profundamente dentro de nosotros mismos. Podemos examinar nuestro propio sentido de fortaleza interior, amabilidad, misericordia, generosidad, bondad, conocimiento, sabiduría, perdón, compasión. Estas son cualidades potenciales dentro de todos nosotros que reflejan los atributos de Dios. Son, como explicó Bahá’u’lláh, la imagen de Dios dentro de nosotros:
Dar y ser generoso son atributos míos; dichoso aquel que se adorna con mis virtudes. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, pág. 39.
Todas juntas, estas cualidades forman las virtudes que todas las grandes religiones nos piden que incorporemos en nuestras vidas. Estamos familiarizados con muchas de estas virtudes: amabilidad, excelencia, fidelidad, generosidad, honestidad, justicia, amor, reverencia y unidad, por nombrar solo algunas. Estas son cualidades que los mensajeros y profetas de Dios nos han dicho que debemos esforzarnos por cultivar porque benefician nuestro desarrollo espiritual individual. Estas virtudes son también la base firme sobre la cual se construyen las familias exitosas y, en última instancia, forman los cimientos morales de la sociedad.
El alma no evoluciona de un grado a otro como siguiendo una ley; sólo evoluciona en su acercamiento a Dios, por la bondad y la Munificencia de Dios. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 84.
¡Todo está en las manos de Dios, y sin Él no tenemos salud! – Ibid, pág. 24.
En verdad, el fruto de la existencia humana es el amor a Dios, por cuanto ese amor es el espíritu de vida y la gracia eterna. -Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas, pág. 361.
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