Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos hemos visto aves volando libremente por el cielo y desearíamos que pudiéramos estar, como dice el viejo refrán, «libres como un ave».
Todos queremos libertad, sin embargo, las enseñanzas bahá’ís dicen que la libertad humana difiere drásticamente de la libertad de cualquier animal:
La creación animal es cautiva de la materia; Dios ha conferido libertad al ser humano. El animal no puede escapar a la ley de la naturaleza, mientras que el ser humano puede controlarla, pues él, conteniendo en sí a la naturaleza, puede elevarse sobre ella. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 50.
Los animales viven enteramente bajo las leyes de la naturaleza. Ningún ave podría liberarse de sus instintos naturales: encontrar comida, construir nidos, reproducirse y luego morir. Esas leyes, en lugar de crear una libertad real, restringen, gobiernan y limitan las respuestas del animal solo a lo que sus instintos naturales le permitan.
El espíritu humano, debido a su libertad para trascender el mundo natural, ocupa un reino más elevado que el espíritu animal. Puede sobrepasar las limitaciones de los instintos y trascender el mundo natural.
La libertad humana, entonces, es la libertad espiritual. La naturaleza mantiene cautivos nuestros cuerpos, pero nuestros espíritus trascienden la naturaleza. La mente y el alma humana pueden volar más allá de las cadenas de la naturaleza.
Desde la perspectiva bahá’í, la realidad humana tiene dos componentes principales: nuestra naturaleza animal o inferior y nuestra naturaleza superior o divina. Cuando logramos separarnos de las ataduras de la naturaleza, logramos liberarnos. Esa es la diferencia entre la libertad real y la simple libertad de hacer lo que se nos plazca, según las enseñanzas bahá’ís:
Sabed que la personificación de la libertad y su símbolo es el animal. Lo que conviene al hombre es sumisión a las restricciones que le protegerán de su propia ignorancia y le resguardarán contra el daño de los promotores de discordia. La libertad hace que el hombre sobrepase los límites de la decencia e infrinja la dignidad de su posición. Le rebaja al nivel de extrema depravación y perversidad. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 176.
Para impedir que nuestro cuerpo solamente siga sus instintos animales más bajos, Dios nos da enseñanzas espirituales. Esas enseñanzas esenciales siguen siendo las mismas en toda la revelación religiosa: amor, bondad, compasión, etc. ¿Su propósito? Para enseñarnos a limitar consciente y voluntariamente la libertad y los instintos naturales de nuestra naturaleza animal, para que podamos ser guiados a encontrar la verdadera libertad espiritual.
Las enseñanzas bahá’ís animan a todos, dirigiendo nuestras mentes y almas hacia Dios, a vivir en la libertad del reino espiritual y aprender su verdadero significado:
La verdadera libertad consiste en la sumisión del hombre a mis mandamientos, por poco que lo sepáis. Si los hombres observaran aquello que les hemos enviado desde el Cielo de la Revelación, ciertamente, alcanzarían la perfecta libertad. Feliz el hombre que ha comprendido el Propósito de Dios en todo cuanto Él ha revelado desde el Cielo de su Voluntad, que penetra todas las cosas creadas. – Ibid., pág. 177.
Vivir en ese reino espiritual, dicen las enseñanzas bahá’ís, significa buscar la verdad y seguirla. ¿Qué diferencia hace si seguimos la verdad o no? Abdu’l-Bahá dijo:
Bahá’u’lláh apareció en Persia cuando la oscuridad envolvía el Este y no existía rastro del amor y compañerismo humanos. Mediante la educación divina y el poder de los hálitos del Espíritu Santo, perfeccionó de tal modo las almas de los persas que lo siguieron, que alcanzaron una posición de muy elevada inteligencia y reflejaron en el mundo los atributos de la perfección. Fueron ignorantes: se volvieron sabios; eran débiles: llegaron a ser poderosos; no tenía integridad: llegaron a ser rectos; eran hostiles hacia todos los hombres: desarrollaron amor por la humanidad, eran espiritualmente negligentes: se volvieron cuidadosos y atentos; estaban dormido: despertaron; no estaban de acuerdo entre ellos: se unieron con amor y ahora se esfuerzan por rendir servicios al mundo de la humanidad. Su única intención se servir a Dios y a la humanidad. No tienen ningún anhelo ni deseo, salvo aquello de acuerdo con el beneplácito de Dios. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 332.
La luz del sol espiritual, el alimento que recibimos al reconocer y seguir la Palabra de Dios, nos ayuda a llegar a ser gradualmente fuertes y conscientes. Cuando absorbemos el poder de esos rayos de luz, desarrollamos amor por la humanidad, nos volvemos conscientes y atentos, y nos esforzamos por prestar servicio al mundo de la humanidad. Abdu’l-Bahá también dijo:
La Voluntad y el Plan de Dios procuran que cada miembro de la humanidad llegue a iluminarse como una lámpara, radiante con todas las virtudes destinadas para la humanidad, que conduzca a su prójimo fuera de la oscuridad natural hacia la luz celestial. Allí descansa la virtud y gloria del mundo de la humanidad. Esta es la perfección, el honor, y la gloria del hombre; de otro modo el hombre es un animal que no se diferencia de las criaturas de ese reino inferior. – Ibid., 332.
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