Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En una era en la que escribimos todo el tiempo, ya sea para la escuela, publicaciones o en redes sociales, ¿será que nuestra escritura realmente representa una fuerza positiva?
La escritura siempre ha sido una herramienta poderosa para educar a las personas, cambiar opiniones y comenzar movimientos. En el pasado, sin embargo, solo unos pocos practicaban este oficio. Ahora, en la era de Internet, la escritura se ha abierto a cualquiera, en plataformas disponibles en todo el mundo. En artículos, publicaciones de Facebook o lísticulos, casi todos tienen un lugar para mostrar sus opiniones por escrito.
Lo que me deja pensando: con una herramienta tan poderosa a nuestra disposición, ¿sabemos realmente cómo usarla?
Como escritora que publica contenido en línea, he tratado de encontrar un conjunto claro de pautas para mí cuando se trata de escribir. Ya sea que se trate de hablar sobre temas espirituales o películas y entretenimiento, todo lo que publicamos tiene valor. Siempre hay alguien leyendo, incluso si es tan simple como una publicación en Facebook.
Con la repentina abundancia de «noticias falsas» y las conversaciones sobre cuánto de nuestra dieta en las redes sociales realmente nos pone en una «burbuja» social, todos haríamos bien en considerar cómo afecta nuestra escritura a las personas que la leen, incluso para aquellos que no necesariamente se consideran a sí mismos como escritores.
Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe Bahá’í, escribió extensamente sobre cómo acercarse a las personas cuando nuestro objetivo implica compartir la verdad:
“Asociaos con todos los hombres… con espíritu de amistad y compañerismo. Si sois conscientes de cierta verdad, si poseéis una joya, de la que otros están privados compartidla con ellos en un lenguaje de sumo afecto y buena voluntad. Si es aceptada, si cumple su propósito, habréis logrado vuestro objetivo. Si alguien la rehusara, abandonadle a sí mismo, e implorad a Dios que le guíe. Guardaos de tratarle sin bondad. Una lengua amable es el imán del corazón de los hombres. Es el pan del espíritu, reviste de significado las palabras, es fuente de la luz de la sabiduría y el entendimiento…”. – Bahá’u’lláh, Pasajes de Los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 151.
Cuando escribimos, nuestro objetivo es compartir la verdad como nosotros la creemos. Incluso cuando escribimos ficción, o un poema, tratamos de comunicar una verdad a la audiencia. Pero como Bahá’u’lláh afirma en la cita, esta verdad se puede compartir y recibir de diferentes maneras.
Podríamos encontrar que compartimos inconscientemente la verdad de una manera cruel o sin buena voluntad. Esto se vuelve especialmente fácil cuando la cultura de Internet fomenta el hecho de corregir a extraños con oraciones que comienzan con «En realidad …», o el intento deliberado de provocar un debate o jugar al defensor del diablo. Es muy fácil escribir algo con la intención subconsciente o incluso consciente de hacer enojar a la gente, mientras nos engañamos a nosotros mismos pensando que estamos siendo útiles al contribuir con el discurso. Pero en realidad, nuestro sentido de superioridad, esa convicción de que tengo razón y usted está equivocado, le quita la sabiduría que pudo haber existido en nuestro mensaje.
Algunas veces, la gente rechazará lo que intentamos decir. Bahá’u’lláh nos aconseja que dejemos a esa persona para ellos mismos y que oremos a Dios para que nos guíe, al mismo tiempo asegurarnos que no estemos siendo poco amables en lo más mínimo. Tal vez lo único que la persona pueda recoger de su encuentro con nosotros o nuestros escritos sea la bondad en nuestra forma de expresarnos y eso, dice Bahá’u’lláh, es el «imán de los corazones de los hombres», que es lo que en última instancia atrae los corazones de las personas.
En el momento en que abandonamos la amabilidad, abandonamos también cualquier oportunidad para hacer el bien en la vida de esa persona.
Tal vez no siempre es necesario que expresar todas nuestras opiniones. Expresar verbalmente todas nuestras opiniones todo el tiempo puede ser algo común, pero puede llegar a ser agotador e innecesario. Si esperamos pacientemente, hablamos solo cuando tenemos una audiencia atenta y nos enfocamos en convertirnos en una fuente de sabiduría y entendimiento, entonces podemos canalizar nuestra escritura hacia una causa mejor que la crítica reaccionaria o palabras sin sentido:
“¡Oh hijo del polvo! Sabios son aquellos que no hablan a menos que tengan quien les escuche, como el copero que no ofrece su copa hasta que no encuentra un buscador y el amante que no exclama desde lo profundo de su corazón hasta que no contempla la belleza de su amada. Por tanto siembra las semillas de la sabiduría y conocimiento en la tierra pura del corazón y manténlas ocultas hasta que los jacintos de la sabiduría divina broten del corazón y no del lodo y la arcilla”. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, pág. 34.
No importa dónde escribamos o para quién escribimos, nuestras palabras pueden convertirse en inspiración y guía para nuestra audiencia si expresan bondad y buena voluntad. Eso no quiere decir que cualquier escritor debería sentirse superior a cualquier audiencia, por supuesto; sino más bien, que todos debemos tratar de purificar la esencia de lo que escribimos hasta que sepamos qué cosas realmente ayuda al mundo, lo que hace que nuestra escritura sea digna de ser llamada el fruto de un talento dado por Dios:
“¡Oh vosotros amados de Dios! Bebed abundantemente del manantial de la sabiduría, remontaos en la atmósfera de la sabiduría y hablad con sabiduría y elocuencia”. – Bahá’u’lláh, La Epístola al Hijo del Lobo, pág. 98.
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