Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Desde que era una niña, me he preguntado cómo podría llegar a conocer mejor a Dios. Cuando leí este pasaje del Libro de Certeza de Bahá’u’lláh, sentí que había encontrado, por fin, una forma de acercarme a mi Creador:
…todo lo que hay en los cielos y en la tierra es prueba directa de la revelación dentro de sí de los atributos y nombres de Dios, ya que en cada átomo están encerradas las señales que dan testimonio elocuente de la revelación de aquella muy gran luz. Me parece que, a no ser por la potencia de esa revelación, ningún ser podría jamás existir.
En este pasaje Bahá’u’lláh explica que Dios revela sus atributos y nombres en el mundo de la naturaleza. En este ensayo, me gustaría compartir algunas de las formas en que este pasaje me ayudó a conocer mejor a mi Creador.
Bahá’u’lláh escribió: “Todo lo que hay en los cielos y en la tierra es prueba directa de la revelación en ello de los atributos y nombres de Dios”.
Aquí explica que todas las cosas creadas tienen la capacidad de reflejar los atributos de Dios.
Pensé en el mar, mi parte favorita del mundo natural. El mar es infinito, y, de esta manera, puede servir para recordar a los seres humanos sobre un Dios que no conoce restricciones de espacio.
Luego pensé en el sol que brilla sobre todos nosotros. Como el sol, Dios extiende su gracia, favor y bondad a cada persona.
Las estrellas iluminan la noche, y esto es exactamente lo que Dios hace cuando sus criaturas pasan a través de la oscuridad de las dificultades. Después de reflexionar sobre este pasaje, concluí que todos, si miran cuidadosamente, pueden encontrar las señales de Dios en su notable creación.
En la siguiente parte del pasaje, Bahá’u’lláh desarrolla este tema: “…ya que en cada átomo están atesoradas las señales que dan testimonio elocuente de la revelación de aquella Muy Grande Luz”.
Aquí, Bahá’u’lláh nos dice que incluso un átomo, el elemento más pequeño del mundo físico, proclama los nombres y atributos de Dios. Esto me hizo pensar que tal vez los físicos podrían entender los nombres y atributos de Dios mejor que la mayoría de los demás, ya que pueden ver cómo hábilmente Dios ha diseñado incluso las partes más minúsculas del universo. ¿Puede alguien que dedica su vida a estudiar la estructura del átomo decir que el universo nació por accidente?
Bahá’u’lláh se refiere a Dios como «Aquella Muy Grande Luz». Algunas luces son tan brillantes que pueden dañar los ojos. De manera similar, la esencia de Dios es tal que los seres humanos no tienen la capacidad de conocerlo directamente, solo pueden discernir los rayos que arroja esta gran Luz en forma de virtudes y atributos celestiales.
En la última frase de este pasaje, Bahá’u’lláh escribió “Me parece que, a no ser por la potencia de esa revelación, ningún ser podría jamás existir”.
Aquí Bahá’u’lláh enfatizó que todos los seres creados, visibles e invisibles, existen solo porque Dios los creó. Dios da vida a todas las cosas y a todas las personas, incluso a grandes científicos como Einstein, Darwin y Galileo, que han descubierto tanto sobre los misterios de la creación.
Todos los buscadores en el verdadero camino necesitan recordar su insignificancia, de dónde han venido y quién los creó. ¿Cómo podemos ser vanidosos sobre nuestros logros cuando sabemos que somos meramente criaturas a las que un Dios misericordioso les ha dado la vida?
Como seres humanos, tenemos límites. No podemos tocar la esencia de Dios, pero a través de lo que Él revela en su creación podemos conocerlo. Si miramos con atención, podemos descubrir a Dios en todas partes, ya que es Él quien dio vida a toda la creación. Su conocimiento y poder son infinitos, pero Él es desconocido excepto a través de sus signos y atributos.
Este ensayo fue publicado por primera vez en el número 11 de la revista de artes e*lix*ir, que muestra el trabajo de escritores y artistas visuales que encuentran inspiración en la visión bahá’í.
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