Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Dice el viejo refrán que solo en tiempos de oscuridad uno puede ver verdaderamente la luz.
Mahatma Gandhi, abogado de profesión, una de las personas que procuró la justicia hasta el final para alcanzar libertad e independencia del subcontinente indio, siguió los pasos de cualquier hombre ordinario y, sin embargo, logró hazañas que ningún hombre ordinario ha logrado.
Hoy vivimos claramente en un período transitorio de la historia humana, aparentemente oscurecido por oleadas de conflictos, trastornos tecnológicos y trastornos sociales y medioambientales, y marcado por la falta de ejemplos sólidos de liderazgo moral y ético necesarios para abordar los persistentes desafíos de la pobreza, a desigualdad y la injusticia. Sin embargo, este período de oscuridad también presenta una oportunidad sin precedentes para ver los desafíos a través de una nueva perspectiva, y generar experiencia sobre cómo nuestro poder colectivo puede crear un mundo verdaderamente pacífico.
Como estadounidense de origen indio que actualmente vive en Alemania, hago referencia a un tiempo oscuro durante la Guerra Fría, marcado por la tensión geopolítica aguda y una división amenazante entre los Bloques del Este y del Oeste. Durante ese tiempo, el presidente John F. Kennedy visitó Alemania y pronunció uno de sus discursos más famosos, en el que afirmó «Ich bin ein Berliner». Su frase «Yo soy berlinés» fue recibida con aplausos y aclamaciones. ¿Por qué?
Porque, aunque Kennedy claramente no era de Berlín, sus palabras se entendieron de inmediato como connotaciones de solidaridad, y una identidad compartida, con las luchas de Berlín Occidental como un punto de avance en la libertad humana. Además, poniéndose en sus zapatos, él pudo declarar auténticamente:
La libertad es indivisible, y cuando un hombre es esclavizado, no todos son libres. Cuando todos sean libres, podremos esperar ese día cuando esta ciudad se una como una sola y este país y este gran continente de Europa en un mundo pacífico y lleno de esperanza.
En 1991, esa predicción se hizo realidad, y desde la caída del Muro de Berlín, Europa en su conjunto ha logrado un estado más unificado. En las enseñanzas Bahá’ís, Bahá’u’lláh revela que el llamamiento de convocar a la humanidad a la paz y la prosperidad mundiales nos llama a alcanzar una identidad aún más amplia de lo que Kennedy solicitó hace 50 años atrás. Los Bahá’ís creen que ha llegado el momento de ver verdaderamente que «La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos». – Tablas de Bahá’u’lláh, p. 167.
Bahá’u’lláh no solo expresó un ilusión, sino que él trazó un plan detallado para lograr la unidad mundial.
Debe llegar el tiempo cuando la imperativa necesidad de tener una concentración vasta y omnímoda de los hombres será universalmente comprendida. Los gobernantes y reyes de la tierra deben necesariamente concurrir a ella y participando en sus deliberaciones deben considerar los fundamentos de la Gran Paz mundial. Tal paz exige que las grandes potencias decidan, para la tranquilidad de los pueblos de la tierra, estar completamente reconciliadas entre sí… No debe enaltecerse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero. La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos. – Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 250.
Personalmente, habiendo nacido en Nueva York, con orígenes étnicos de oriente y siendo educado en occidente; habiendo sido criado en dos religiones (Hindú y Sikh) y luego integrarme a una tercera, la Fe Bahá’í, y casarme con una cuarta (Catolicismo), abrazar el mundo no fue una opción para mí, sino la única forma de vivir con mi realidad. Sin embargo, llegué a entender después que fue la brújula de los orígenes compartidos de mi Fe la que siempre me proporcionaron una dirección en cada circunstancia. La creencia de que todos venimos del mismo lugar espiritual y todos regresaremos al mismo hogar celestial, me guiaron una y otra vez a observar aquellas cualidades espirituales compartidas y ver el servicio como el manual de instrucciones definitivo sobre cómo actuar en momentos de marginalización o impotencia.
Sin embargo, es nuestra elección decidir desarrollar la potencialidad de nuestra nobleza humana esencial para el beneficio de toda la humanidad. Podemos decidir quedarnos en la oscuridad o tomar la decisión de caminar hacia la luz.
¡Oh hijo del Espíritu! Te he creado noble, sin embargo tú te has degradado. Elévate pues, a la altura de aquello para lo cual fuiste creado. -Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 70.
Al considerarnos dentro de una única familia humana, podremos entonces cultivar nuestra estación más elevada y alcanzar nuestro potencial único.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo