Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
“Que las acciones, y no las palabras, sean vuestro adorno” son las inmortales palabras de Bahá’u’lláh, fundador de la Fe Bahá’í. – Las Palabras Ocultas, p. 24.
“La esencia de la fe es ser parco en palabras y abundante en hechos”, escribió Bahá’u’lláh en otra oportunidad. – Las Tablas de Bahá’u’lláh, p. 156.
Bahá’u’lláh nos llama a ser hombres y mujeres de acción, no solo personas que hablan de lo que se debe hacer. Sus declaraciones tienden a inspirar la vigilancia sobre el estilo de vida, y más que un poco de impaciencia con el estancamiento y la inactividad. Vivir con estas palabras en mente significa a menudo preguntar cuándo es hora de dejar de hablar y hora de empezar a hacerlo.
Con eso en mente, algunos podrían ver la conversación como una forma de acción inferior. Podría parecer menos valioso que la resuelta firmeza de los hechos; y como resultado, puede verse en el mejor de los casos como un precursor de la acción y, en el peor de los casos, su sustituto fallido. Pero a menudo, las enseñanzas bahá’ís también dicen que podemos lograr un gran progreso en el mundo a través de buenas conversaciones.
Bahá’u’lláh implica esta interdependencia de palabras y hechos al señalar la necesidad de impartir orientación a otros:
“Si el hombre comprendiera la grandeza de su posición y la sublimidad de su destino, no manifestaría nada que no fuese un carácter excelente, unas obras puras y una conducta decorosa y digna de alabanza. Si los eruditos y sabios de buena voluntad orientasen al pueblo, la tierra entera sería considerada como un solo país…
Ningún sabio puede demostrar su conocimiento sino por medio de las palabras. Ello muestra la trascendencia de la Palabra, como se afirma en todas las Escrituras, sean éstas de antaño o de tiempos más recientes. Porque es a través de su potencia y su espíritu animador como las gentes del mundo han alcanzado tan eminente posición. – Bahá’u’lláh, Las Tablas de Bahá’u’lláh, p. 172.
Bahá’u’lláh llama a sus seguidores a una vida de acción, pero esa vida de acción casi inevitablemente hace uso del poder contenido en las palabras. Lo que sea que hagamos allí es algo que también debemos decir. Si defendemos los derechos de los oprimidos debemos hablar claro. Si enseñamos, debemos explicarlo. Si construimos algo, debemos comunicarnos con nuestros compañeros de trabajo. Hay muy pocas cosas que se pueden lograr sin comunicación, y hay pocas actividades que no se pueden mejorar a través de un uso más efectivo de las propias palabras.
En momentos de autorreflexión, es bueno tener una manera de distinguir entre conversaciones compuestas de meras palabras y aquellas que son integrales al camino de acción que todos tratamos de caminar. El atributo principal que hay que buscar es si la conversación es o no transformadora de alguna manera, y da como resultado un progreso tangible hacia los objetivos deseados. Básicamente, estas conversaciones nos hacen avanzar en vez de hacernos dar vueltas en círculos.
A partir de ahí, una manera de evaluar el potencial que tiene una conversación para alcanzar un cambio positivo es mediante el uso de las seis formas periodísticas tradicionales para plantear una pregunta: ¿Quién? ¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo?
¿En qué modo fue transformado el aspecto que se discutió? ¿En dónde o cuándo tuvo lugar nos acercó a nuestros preciados objetivos? ¿Qué pasa con las motivaciones que llevaron a la interacción, la pregunta de por qué entramos en la conversación? Finalmente, ¿qué se gana con la forma en que hablamos el uno con el otro?
Aquí no hay una lista de verificación o un sistema de puntuación; en cambio, esta línea básica de preguntas supone que podemos observar y evaluar el significado espiritual y práctico de nuestras palabras. Bahá’u’lláh dijo: Al comienzo de cualquier empresa es obligado mirar su fin. -Ibid, p. 112.
No podemos conocer el futuro, pero podemos hacer proyecciones. Podemos deducir sabiamente si nuestras palabras nos atrapan en un sinfín de círculos de inacción, o si se convierten en hechos en sí mismos, capaces de ayudarnos a avanzar en un camino de progreso social y espiritual.
Bahá’u’lláh dijo que detrás del poder de nuestras propias palabras hay un poder mucho mayor, y ese poder impulsa la salvación de la humanidad por parte de Dios:
¡Oh amigo mío! La Palabra de Dios es la reina de las palabras y su penetrante influencia es incalculable. Ella ha dominado siempre, y continúa dominando, el reino del ser. El Gran Ser dice: La Palabra es la llave maestra del mundo entero, pues mediante su potencia se abren las puertas de los corazones de los hombres, que son, en realidad, las puertas del cielo” – Ibid, p. 116.
Una imagen para ti. Cuando hablas con alguien, no solo estás hablando: estás abriendo las puertas del cielo.
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