Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En última instancia, las instituciones que componen la sociedad, no importa cuán bien concebidas, fallarán en funcionar según lo previsto si las personas que las integran son egoístas, deshonestas o corruptas.
Por otro lado, incluso las instituciones mal diseñadas pueden funcionar bien si los individuos dentro de ellas tienen altos estándares éticos y están motivadas por el servicio a los demás.
Por lo tanto, no es suficiente transformar las estructuras y procesos de la sociedad si las personas no cambian también.
Si bien es cierto que tal vez no hay mucho que podamos hacer para cambiar a los que nos rodean, siempre podemos comenzar con nosotros mismos. A medida que aprendemos sobre la auto-transformación, podemos convertirnos en un ejemplo a seguir y acompañar a otros en sus propios viajes de vida:
…amad a la humanidad con toda el alma y el corazón. Si os encontráis con un pobre, ayudadle; si veis un enfermo, curadlo; tranquilizad al temeroso. Al cobarde hacedle noble y valeroso, educad al ignorante, asociaos con el extranjero. Emulad a Dios Considerad cuán bondadoso es, cuán amorosamente trata a todos, y seguid Su ejemplo. Debéis tratar a la gente de acuerdo con los preceptos divinos. En otras palabras, tratadlos tan bondadosamente como Dios los trata, pues éste es el más grande logro para el mundo de la humanidad. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 198.
Esta etapa de nuestra búsqueda por un mundo más justo y ecológicamente equilibrado comienza con el descubrimiento y el desarrollo individual, especialmente el tuyo.
Si bien quieres ser una de las muchas personas bien intencionadas que trabajan por mejorar la sociedad que los rodea, a menudo sentirás que te enfrentas a obstáculos insuperables. Tus esperanzas pueden tambalearse si compartes las suposiciones erróneas sobre la naturaleza humana: que somos incorregiblemente egoístas, agresivos e incapaces de crear un sistema social justo.
Estas suposiciones impregnan tanto las estructuras y tradiciones de la vida actual como para considerarse un hecho establecido. Parecen no tener en cuenta la reserva extraordinaria de potencial espiritual disponible para nosotros y para cualquier alma iluminada que recurra a ella. En cambio, estas se basan en la justificación de las falencias de la humanidad, los cuales a diario refuerzan un sentido común de desesperación. Estas premisas falsas oscurecen una verdad fundamental: que el estado actual del mundo refleja una distorsión del espíritu humano, no su naturaleza esencial.
Entonces, ¿cómo nos transformamos y desarrollamos las capacidades espirituales para poder contribuir al proceso de cambio social?
Quizás el factor más importante es nuestra propia creencia de que podemos cambiar. Si comenzamos con esto, el cambio puede ocurrir. El cambio también requiere coraje. Necesitamos ser lo suficientemente valientes para enfrentar nuestras deficiencias internas o amenazas externas, no rendirnos ni ceder ante las presiones para conformarnos, y continuar incluso cuando las cosas se ponen difíciles. El coraje se puede aprender. Si nuestro fundamento moral es lo suficientemente fuerte, podemos resistir cualquier cosa, incluso si eso significa renunciar a nuestra vida por nuestras creencias, como lo atestiguan muchos ejemplos en la historia.
Esto nos lleva a cada uno de nosotros a una de las preguntas más decisivas que enfrentaremos: ¿Qué voy a hacer con mi vida?
Del mismo modo que un descubrimiento científico se puede usar para buenos o malos usos, nuestro potencial humano se puede dirigir para buenos o malos fines, o se puede alcanzar a través de buenos o malos medios. La elección depende de nosotros, nadie más. Podemos convertirnos en banqueros codiciosos que construyen una fortuna a expensas de otros, empleadores que explotan a trabajadores pobres, políticos corruptos o narcotraficantes. O podemos hacer importantes descubrimientos científicos, organizar asistencia humanitaria, dedicarnos a enseñar a los jóvenes o crear bellas obras de arte. Pero incluso cuando el fin beneficia a la sociedad, podemos sentirnos impulsados por el orgullo, el ego o un deseo de fama y reconocimiento, inclinándonos a cualquier cosa para lograr nuestro fin.
Observe la diferencia entre estos diferentes tipos de éxitos: una promoción de uno mismo y el desprecio por el sufrimiento de los demás, o un humilde deseo de estar al servicio de la humanidad:
Nos ha dado Dios ojos para que podamos mirar al mundo en derredor y echar mano de cuanto hará avanzar la civilización y las artes de la vida. Nos ha dispensado oídos para que podamos oír y aprovechar la sabiduría de los estudiosos y filósofos e incorporarla a su promoción y práctica. Se nos han conferido sentidos y facultades para dedicarlos al servicio y bien general, de modo que nosotros, que nos distinguimos sobre las demás formas de vida por la percepción y la razón, breguemos en todo tiempo y en todos los campos, sea la ocasión grande o menuda, ordinaria o extraordinaria, hasta que la humanidad toda se haya reunido a salvo dentro de la fortaleza inexpugnable del conocimiento. De continuo deberíamos establecer bases nuevas para la felicidad humana y promover instrumentos renovados con vistas a este fin. Cuán excelente, cuán honorable se vuelve el hombre si se alza a desempeñar sus responsabilidades; cuán desdichado y despreciable si cierra sus ojos al bienestar de la sociedad y malgasta esta preciosa vida yendo en procura de sus propios intereses egoístas y ventajas personales. Corresponde al hombre la felicidad suprema, y ha de contemplar él los signos de Dios en el mundo y en el alma humana, si arremete con el corcel del mayor esfuerzo en la lid de la civilización y de la justicia. – Abdu’l-Bahá, El secreto de la civilización divina, pág. 7.
El mayor desafío que enfrentas en la vida eres tú mismo. Nacemos con el potencial tanto para el bien como para el mal; siendo el mal la ausencia del bien como la oscuridad es la ausencia de luz.
Cuando somos niños, es natural para nosotros pensar en nosotros mismos primero y desarrollar nuestro ego. Pero, si queremos ser un adulto exitoso y beneficioso para la sociedad y, en última instancia, para nosotros mismos, debemos aprender a dominar nuestro lado egoísta interno y mirar hacia los demás. Esto nunca es fácil y es una lucha que continuará durante toda nuestra vida, ya que el lado egoísta de nosotros mismos nunca queda totalmente derrotado.
Este es un tema universal en todas las civilizaciones, desde la mitología y las tragedias griegas hasta la literatura moderna. También está en el corazón de todas las tradiciones religiosas y, de hecho, la religión podría describirse como la dimensión de la civilización especializada para abordar esta parte de nosotros. Los santos y los pecadores, el cielo y el infierno, la reencarnación, el nirvana, la salvación, el camino correcto: todos estos ejemplos nos ayudan a comprender esta batalla básica que libramos con nosotros mismos y las opciones que tenemos ante nosotros.
El nuevo libro de Arthur Lyon Dahl In Pursuit of Hope, A Guide for the Seeker , publicado por George Ronald Books, está disponible aquí.
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