Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La frase «temor de Dios» crea fuertes sentimientos en los corazones de la mayoría de la gente. Sin embargo, ha sido utilizada en los escritos de las religiones a lo largo de la historia.
Según Wikipedia, el temor a Dios «se refiere al miedo o a un sentido específico de respeto, asombro y sumisión a una deidad». La gente que se adhiere a las religiones monoteístas predominantes puede temer el juicio divino, el infierno o la omnipotencia de Dios.
Al crecer, mi conocimiento del temor de Dios era muy elemental. Como la mayoría de la gente, tenía miedo de ir al infierno y sufrir por la eternidad. Solía pensar que cuando hacía algo terrible, Dios el que todo lo veía, vería mis acciones, y tarde o temprano me castigaría. Y entonces pagaría por mis pecados. Poco a poco llegué a entenderlo mejor.
Estoy seguro de que la gente que no cree en un poder superior ve todo el concepto del temor a Dios como un truco para controlar a los ignorantes. No los culpo por pensar eso ya que, a veces, me cuesta entenderlo a mí.
Sin embargo, después de volverme a los escritos bahá’ís, mi visión ha cambiado. Primero, me di cuenta de que Dios no es alguien que espera que cometamos un error para castigarnos.
Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, explicó que «Dios es el Padre de todos. Él educa, provee y ama a todos; pues ellos son Sus siervos y Su creación. Seguramente el Creador ama a Sus criaturas«.
Una reciente experiencia personal también me hizo pensar de manera diferente. Tengo un hermoso jardín con muchas variedades de flores y árboles frutales. Ha sido mi preciada posesión material y una fuente de fantástico placer. Comparto los frutos con todos en la comunidad. Las flores atraen a los pájaros e insectos, y entre ellos hay algunas familias de colibríes que disfrutaron de las flores que he plantado para ellos. He puesto un comedero específicamente para ellos. No me sorprendió ver que disfrutaron tanto de los comederos que decidieron no migrar. En su lugar, estos colibríes han pasado el invierno conmigo durante los últimos años. Puse los comederos para todo el invierno ya que no hay flores u otras fuentes de alimento.
El año pasado fue extremadamente frío, y durante más de un mes, la temperatura bajó de cero. El comedero se congelaba por la noche, lo que significaba que tenía que descongelarlo cada mañana y volver a sacarlo. Conocían la rutina y siempre me esperaban, gorjeando para decirme que me diera prisa.
Un día, mientras les daba de comer y veía su felicidad, me di cuenta de que si no les daba de comer, morirían. Entonces me di cuenta de lo mucho que los amaba y lo triste que estaría sin ellos. Incluso había cancelado un viaje para cuidarlos. Cómo deseaba que supieran cuánto los amaba. No se daban cuenta de que su vida estaba en mis manos, o que me había asegurado de que estuvieran bien atendidos, debido a mi amor por ellos. Nadie me pidió que lo hiciera.
En ese momento, sentí cómo Dios debe pensar sobre nosotros. Él nos ama, y por ese amor, nos creó. No tenía que hacerlo, pero creó todo el universo, y todo lo que deseaba era que tratáramos de conocerlo y mostrarle nuestro amor.
Eso abrió mi ojo espiritual, y el temor de Dios desapareció. Pensé en cómo todo lo que tengo que hacer es seguir sus enseñanzas que han sido dadas a la humanidad por sus manifestaciones. Sin la guía divina, la humanidad no puede encontrar el camino correcto para el progreso espiritual. Abdu’l-Bahá explica:
Los hay que se imaginan que un sentido innato de la dignidad humana impedirá que el hombre cometa atropellos y garantizará su perfección espiritual y material. En otras palabras, que una persona que está caracterizada por una inteligencia natural, gran determinación y un celo predominante, sin consideración hacia las consecuencias severas que sigan de sus actos malignos, o hacia las grandes recompensas de la rectitud, se refrenará instintivamente de causar daño a sus congéneres y estará sedienta de hacer el bien. Sin embargo, si ponderásemos las lecciones de la historia, será evidente que este preciso sentido del honor y dignidad es asimismo una de las mercedes que surgen de las enseñanzas de los Profetas de Dios. También solemos observar en los niños indicios de agresión y de desgobierno, por lo que si un hijo queda privado de las enseñanzas del maestro, sus cualidades indeseables aumentarán por momentos. Por lo tanto, es claro que el surgimiento de este sentido natural del honor y dignidad humana es resultado de la educación.
En la vida, tenemos personas que son nuestros modelos a seguir, alguien a quien amamos, respetamos y admiramos inmensamente. Podrían ser nuestros padres, nuestro entrenador, nuestro maestro o mentor. Hacemos todo para complacerlos, y desobedecerlos es lo último que se nos ocurre. Lo hacemos porque sabemos que nos quieren, y escucharlos nos beneficia.
Bahá’u’lláh nos dice: «Adornad vuestras cabezas con las guirnaldas de la honradez y fidelidad; vuestros corazones, con el atavío del temor de Dios».
En mi inmadurez espiritual y mi limitado poder cerebral, veo el amor de Dios y el temor de Dios como lo mismo. Así que, en mi mente, cuando leo los escritos bahá’ís sobre este tema, reemplazo la palabra «temor» por «amor», y entonces todo tiene sentido para mí.
Bahá’u’lláh escribió sobre «el temor de Dios, un temor que abarca a todas las cosas y reina sobre todas las cosas«, y escribió que «Hemos exhortado a Nuestros amados que teman a Dios, un temor que es el manantial de todas las virtudes y las acciones meritorias.
De nuevo, en mi mente, reemplazo la palabra «temor» por «amor». Puedes intentar reemplazar la palabra «temor» por «amor», también.
Mi temor a Dios es el miedo a no estar a la altura de sus expectativas, sabiendo que al no seguir sus enseñanzas, me he privado de su bendición ilimitada – su amor – y eso crea un gran temor en mi corazón. Creo que el temor a Dios es una herramienta policial esencial para ayudar a mantener mi conciencia bajo control. Sirve para recordarme las consecuencias de no seguir el camino correcto.
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