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¿Se beneficiaría la humanidad si los científicos fuesen más diversos, tuviesen enfoques más variados y estuviesen más comprometidos con una mayor variedad de problemas comunitarios?
¿O solo unos pocos privilegiados deberían convertirse en científicos y determinar qué temas de investigación serían los más adecuados para satisfacer las necesidades del mundo?
A mi entender, esta cuestión de la diversidad en la ciencia se solapa con algunos principios y temas importantes de las enseñanzas bahá’ís. Esta cuestión también surge en mi trabajo universitario en un área de las ciencias sociales llamada política de investigación, la cual examina cómo la ciencia puede ser organizada, financiada y recompensada de diferentes maneras.
Los que estudian este campo han llegado a comprender que la falta de diversidad genera problemas. Desgraciadamente, en muchos países los fondos públicos acaban de forma desproporcionada en manos de unos pocos científicos. Esta élite científica llega a ejercer un control muy importante sobre el rumbo que toma la ciencia a la larga.
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Un artículo de principios de 2022 estudió esta cuestión de la diversidad en la ciencia con respecto a la fuerza de trabajo científica actual de Estados Unidos. Utilizó los datos del censo de Estados Unidos para estimar las etnias de los investigadores, y luego calculó quiénes escribían artículos científicos y qué temas abordaban. El estudio concluyó:
La comunidad científica estadounidense no es representativa de la población. … [Está] compuesta principalmente por hombres blancos. … Encontramos una fuerte relación entre las características de los científicos y sus temas de investigación … Las políticas científicas deberían tener en cuenta esta relación para aumentar la participación equitativa en la fuerza de trabajo científica … Para mejorar la solidez de la ciencia, las organizaciones de investigación deberían proporcionar recursos adecuados a las áreas de investigación históricamente infrafinanciadas y, al mismo tiempo, facilitar el acceso de los individuos minoritarios a las redes y temas de alto prestigio.
Este artículo proponía que Estados Unidos abordara su histórica falta de diversidad en la ciencia y corrigiera qué temas reciben más atención. Para mí, este tema está relacionado con una cuestión más amplia que se aborda en las enseñanzas bahá’ís: ¿Debería todo el mundo tener derecho la ciencia? Al fin y al cabo, en sus escritos Bahá’u’lláh enseñó que la adquisición de conocimientos es un deber de todos:
Las artes, los oficios y las ciencias elevan al mundo del ser y conducen a su exaltación. El conocimiento es como alas para la vida del hombre y una escalera para su ascenso. Su adquisición incumbe a todos.
Cuando el conocimiento científico aumenta, eleva «al mundo del ser», haciendo potencialmente mejor la existencia para todas las personas. Para aumentar el conocimiento científico, debemos ampliarlo más allá de algo que solo realice una pequeña cohorte, como aquellos pocos afortunados que ya tienen carreras profesionales en la investigación. Las enseñanzas bahá’ís recomiendan, en cambio, que la humanidad aspire a tener una «participación universal» en la generación, aplicación y difusión del conocimiento, y que considere la creación de conocimiento como «una responsabilidad que todos deben asumir»:
La perpetuación de la ignorancia es la forma más grave de opresión; refuerza los numerosos muros de prejuicios que se erigen como barreras para la consecución de la unidad de la humanidad, que es a la vez el objetivo y el principio operativo de la Revelación de Bahá’u’lláh. El acceso al conocimiento es un derecho de todo ser humano, y la participación en su generación, aplicación y difusión una responsabilidad que todos deben asumir en la gran empresa de construir una civilización mundial próspera, cada uno según sus talentos y capacidades. La justicia exige una participación universal. [Traducción provisional de Oriana Vento]
Esta declaración, del órgano de liderazgo global democráticamente elegido de los bahá’ís del mundo, la Casa Universal de Justicia, afirma que el hecho de que todos puedan absorber y producir conocimiento es un requisito previo para lograr la justicia y acabar con la opresión. Alcanzar este tipo de participación universal exige cambios profundos en la educación y las carreras académicas, tanto en su contenido como en quién puede acceder a ellas. También puede requerir una reconsideración de en qué lugares se puede generar el conocimiento, que no siempre tiene que ser exclusivamente dentro de los entornos universitarios y escolares.
El aumento de la participación también se discute en otra área de investigación que he estudiado, en las políticas de desarrollo de infraestructuras comunitarias. Lamentablemente, durante muchas décadas, algunos investigadores han arrastrado una mentalidad problemática que desprecia el valor de las perspectivas locales y pasa por alto las capacidades de las comunidades. Al abordar estos problemas, la comunidad bahá’í intenta ofrecer nuevas formas de pensar en la participación en el desarrollo general de la sociedad, tanto a nivel local como global:
Lo que parece necesario… es la participación de un número creciente de personas en un proceso colectivo de aprendizaje, centrado en la naturaleza y la dinámica de un camino que conduzca al progreso material y espiritual de sus pueblos o barrios. Este proceso permitiría a sus participantes comprometerse en la generación, aplicación y difusión del conocimiento, una fuerza muy potente e indispensable para el avance de la civilización. … Para facilitar la sistematización del conocimiento, hay que establecer estructuras apropiadas a nivel local, entre ellas instituciones y organismos investidos de autoridad para salvaguardar la integridad del proceso de aprendizaje y garantizar que no se reduzca a la opinión o a la mera recopilación de diversas experiencias; en resumen, para velar por que se genere un verdadero conocimiento. … [Un] proceso de aprendizaje a nivel local seguirá siendo limitado en su eficacia si no está conectado a un proceso global preocupado por la prosperidad material y espiritual de la humanidad en su conjunto. Se necesitan, pues, estructuras a todos los niveles, desde el local hasta el internacional, para facilitar el aprendizaje sobre el desarrollo. [Traducción provisional de Oriana Vento]
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En general, estas perspectivas bahá’ís reflejan algunas de las nuevas ideas que están apareciendo en las comunidades científicas y de investigación. Los investigadores académicos intentan ahora implicar a más personas en la generación de conocimientos, por ejemplo, mediante programas de «ciencia ciudadana», y pidiendo que los hallazgos científicos sean accesibles para todos a través de iniciativas de «ciencia abierta». Esto puede permitir a la gente combinar o contrastar sus propios conocimientos con los conocimientos sistemáticos generados en otros lugares, garantizando que el conocimiento producido sea realmente «verdadero» y cumpla con los estándares de calidad e integridad requeridos.
Mi esperanza es que estas iniciativas de la comunidad bahá’í y de las comunidades académicas afines acaben capacitando a más personas para participar en la generación de conocimientos y en la práctica de la ciencia. Esto ayudaría a las comunidades locales a aprender mejor a superar sus propios desafíos. También ampliaría nuestra forma de pensar, para que veamos que la humanidad tiene realmente todo un tesoro de capacidad disponible para abordar los numerosos y desalentadores retos globales a los que nos enfrentamos colectivamente.
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