Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mientras escribo estas líneas en junio del 2020, las ciudades estadounidenses están ardiendo debido a un incendio provocado por la discriminación racial sistémica. Sin embargo, como un fuerte creyente de la unidad de la humanidad, soy optimista. Los escépticos entre nosotros no creen que la verdadera armonía sea posible, pero yo me fijo en los árboles de las capacidades humanas que han dado frutos en otras áreas sociales.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que «Todos los hombres han sido creados para llevar adelante una civilización en continuo progreso«. Pero la armonía racial está lamentablemente rezagada con respecto a otros avances. Promulgar leyes contra las exhibiciones abiertas de discriminación racial es un gran paso, pero también necesitamos una cultura de tolerancia cero a males sociales como el chisme y los estereotipos en el hogar, en el trabajo y en las reuniones sociales.
Como dijo Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, el fundador y profeta de la fe bahá’í, en un discurso en la ciudad de Nueva York en 1912, habló ampliamente sobre los males de la segregación racial: «No os exaltéis con los otros, sino considerad a todos como iguales, reconociéndolos siervos del único Dios. Sabed que Dios es compasivo con todos, amad a todos desde lo más profundo de vuestros corazones, preferid a todos los religiosos antes que a vosotros mismos, estad rebosantes con el amor por todas las razas, y sed bondadosos con las gentes de todas las nacionalidades. Nunca habléis desdeñosamente de otros, más bien alabad sin distinción. No contaminéis vuestras lenguas hablando mal de otros«.
Eliminando los prejuicios inconscientes
Como con cualquier otro defecto de carácter, una vez que reconoces que cierta parte de ti debe cambiar, has tomado un paso liberador. Si uno admite sus propios prejuicios y decide que está equivocado en un momento de gran despertar, esto es un signo de madurez – como aceptar ser un alcohólico, un jugador o un bravucón – pero también es solo el primer paso.
Podemos considerar cuatro principios cuando nos esforzamos por cambiar nuestra conciencia en torno a este tema:
- Responsabilidad: reconocer nuestros propios prejuicios y sesgos inconscientes.
- Comprensión: desenterrar las raíces de nuestros prejuicios, sabiendo que todo lo que se aprende puede ser desaprendido.
- Purificación: al igual que con una enfermedad física contagiosa, trabajar para eliminar todas las fuentes potenciales de ideología racista de nuestras vidas.
- Causa superior: apreciar las implicaciones positivas de la justicia social para el futuro de la humanidad.
Librarse de la discriminación no es una tarea fácil, y nunca lo lograremos plenamente en nuestras vidas. En mi caso, trabajar para eliminar mis prejuicios ha sido una meta personal de transformación que me ha llevado a un mejor estado de vida.
La Regla de Oro es una buena guía a seguir cuando se promueve la armonía y la inclusión. Como escribió Bahá’u’lláh: «No sometáis a ningún alma a una carga a la que no quisierais ser sometidos vosotros, y no le deseéis a nadie lo que no desearíais para vosotros mismos».
También me pareció útil examinar el enfoque de Albert Memmi para erradicar los prejuicios. Nacido en una zona pobre de Túnez, un judío entre los musulmanes, un árabe entre los europeos, Memmi aportó su propia experiencia de los complejos contornos del prejuicio a su análisis de un problema que divide a las sociedades de todo el mundo. Memmi reorientó los debates sobre el racismo y ofreció una rara oportunidad de progreso contra los prejuicios sociales. Señaló que desarmar nuestro propio racismo es «el primer paso, el precio que hay que pagar por adelantado».
También destacó que, dado que la discriminación surge a través de procesos psicosociales, debemos educar continuamente a las personas para que se resistan a ella, y dado que el racismo vive en nuestras instituciones, también requiere respuestas institucionales. Reconocer la naturaleza institucional del racismo y encontrar formas de corregir los males que promueven los sistemas defectuosos que nos rodean es un paso clave para fomentar nuestra propia comprensión y crear activamente el cambio.
Pero, ¿implica la armonía una sociedad ciega al color?
¿Cuál es nuestro objetivo final? ¿Deberíamos aspirar a poder afirmar que «no vemos el color de las personas»?
La rápida globalización implica que diversos grupos emigran a diferentes partes del mundo en mayor cantidad que nunca antes, ya sea por motivos laborales, familiares o para huir de la persecución o la violencia. En consecuencia, muchas tradiciones, valores y necesidades conflictivas han causado desacuerdos mientras la gente se esfuerza por definir cómo debe ser la coexistencia armoniosa.
«La unidad implica diferencias»
Un argumento común entre la gente que busca la paz es el «estar ciego a los colores» – que no deberíamos ver diferencias entre nosotros en absoluto y establecer una cultura uniforme en nuestras sociedades. Pero como explica la Dra. Monnica T. Williams en un artículo en Psychology Today, la idea de no ver los colores solo sirve para perpetuar muchas ideologías racistas. Ella escribió que «el multiculturalismo es mejor que la ceguera», y define tres reglas fundamentales para promover la armonía en una sociedad diversa:
- Reconocer y valorar las diferencias.
- Enseñar y aprender sobre las diferencias.
- Fomentar las amistades personales y las alianzas organizativas.
La unidad implica diferencias. En el libro «Filosofía Divina», Abdu’l-Bahá escribió que la humanidad puede ser comparada con las flores de diversos colores de un mismo jardín, él dice que existe unidad en la diversidad y que cada una de ellas realza la belleza de la otra. Uno de los mayores logros que la humanidad podría alcanzar sería considerar a la diversidad como nuestra fortaleza.
En grandes centros de población como Toronto, donde vivo, la exposición a diferentes culturas y razas es inevitable. Pero incluso en un entorno diverso, depende de nosotros promover la igualdad en cada interacción que tengamos. En las escuelas de Toronto, los estudiantes o sus padres vienen de muchas partes del mundo, construyendo amistades y futuros juntos. Me da esperanza de que la discriminación algún día ya no sea un problema, mientras los niños y los jóvenes sientan que un entorno diverso es su hábitat natural.
Bahá’u’lláh escribió que el progreso es inevitable si hacemos de nuestra principal preocupación el mejoramiento del mundo, y hacemos que el propósito de nuestra vida sea «eliminar las diferencias y extinguir la llama del odio y la enemistad, para que la tierra entera llegue a ser considerada como un país».
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