Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Dios existe? La ciencia, debido a que se ocupa del mundo material, no puede responder esa pregunta, pero cada uno de nosotros puede dar testimonio de la existencia de la creación. ¿Ese hecho obvio implica que también existe un Creador?
Este gran misterio – probablemente el tema más prominente en la larga historia de la filosofía humana – ha impulsado a la gente a explorar intensamente el tema durante miles de años.
En última instancia, ese discurso continuo llevó a la mayoría de los grandes pensadores de la historia a la conclusión de que sólo podían abordar la existencia de un Creador a través de pruebas racionales, sin depender únicamente de la autoridad de las escrituras. Utilizando ese enfoque filosófico puramente racional, terminamos con algunos argumentos muy persuasivos y penetrantes a favor o en contra de la existencia de un Ser Supremo, generalmente categorizado de cuatro maneras: cosmológico, moral, ontológico y teleológico.
En esta exploración del tema, nos quedaremos con una sola de estas categorías, la prueba ontológica de la existencia de un Creador. La palabra ontología, la ciencia de lo que realmente existe o ha existido, viene de la raíz griega ontos, que significa ser; y logia, que significa lógica – por lo tanto, la lógica del ser.
Muchos filósofos occidentales, comenzando por Sócrates, Aristóteles y Platón, abordaron esta gran cuestión. Más tarde Anselmo, Descartes, Liebniz y una multitud de otros aportaron sus versiones y sugirieron mejoras de la prueba ontológica. Pero el legendario e influyente filósofo islámico Mulla Sadra, en su principal obra filosófica al-asfar al-arba’a (Cuatro Viajes), aducía una de las pruebas ontológicas más conocidas y lógicamente consistentes de la existencia de un Creador, a la que llamaba el Argumento de los Justos. Dice así:
– Existe la existencia; y no podemos concebir una existencia más perfecta
– Por definición, Dios es la perfección personificada
– La existencia es una – lo que significa que no existe un pluralismo metafísico
– La existencia tiene grados de perfección
– La escala de perfección debe tener un punto límite, un punto de mayor intensidad
– Esa mayor intensidad, por definición, es Dios.
Resulta que, desde Mulla Sadra, la mayoría de las pruebas ontológicas de la existencia de un Ser Supremo giran en torno a este sutil pero poderoso punto relacionado con la imperfección y la perfección.
Después de todo, si algo es imperfecto, ¿no infiere esto la existencia de la perfección?
Si ves una silla maltrecha, por ejemplo, con sólo tres patas y un asiento roto, inmediatamente entiendes las imperfecciones de la silla. Puedes ver inmediatamente su obvia falta de utilidad como una silla funcional. Pero sólo puedes hacer ese juicio porque tu mente contiene el concepto de una silla perfecta, una que incluye las cuatro patas y por lo tanto es completa, entera y funcional en todos los aspectos. De la misma manera, las enseñanzas bahá’ís dicen que la existencia misma de la imperfección prueba la existencia de la perfección en todos los niveles de la creación:
…todos los seres creados son limitados, y esta mismísima limitación de todos los seres prueba la realidad del Ilimitado; pues la existencia de un ser limitado denota la existencia del Ilimitado. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 74.
Inicialmente, esto suena como un argumento abstruso y abstracto, sin embargo, posee una lógica interna innegable:
¿Puede la creación ser perfecta y el creador imperfecto? ¿Puede un cuadro ser una obra maestra y el pintor imperfecto en su arte? Pues el cuadro es arte y obra del pintor. Además, el cuadro no puede ser semejante al pintor, o de lo contrario, habría que decir que el cuadro se ha creado a sí mismo. En todo caso, por muy perfecta que sea la pintura, ésta se encuentra con respecto al pintor en el grado máximo de la imperfección.
El mundo contingente es fuente de imperfecciones; Dios, en cambio, es la fuente de las perfecciones. Las imperfecciones del mundo contingente constituyen en sí mismas una prueba de las perfecciones de Dios. Por ejemplo, si reparas en el hombre adviertes que es un ser débil. Esta misma debilidad de la criatura representa una prueba del poder del Eterno Omnipotente, puesto que, de no existir tal poder, la propia debilidad resultaría inconcebible… En efecto, si no existiera poder, no habría debilidad.
… No cabe duda de que el mundo contingente está sometido en su totalidad a una ley y dominio a los que jamás puede desobedecer. Incluso el hombre también está obligado a someterse a la muerte, al sueño y a otras condiciones. Es decir, en ciertos respectos, el hombre está gobernado. Tal condición de gobernado implica necesariamente la existencia de un gobernante. Puesto que la dependencia es un rasgo de los seres contingentes, y esta condición de dependencia es una necesidad esencial, por fuerza debe existir un ser independiente cuya independencia sea esencial. – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a algunas preguntas, pág. 26.
Así, como las enseñanzas bahá’ís señalan, las dualidades esenciales que existen en todas partes de la vida – debilidad y fuerza, dependencia e independencia, impotencia y poder, y así sucesivamente – hacen evidente que la escala de perfección debe culminar en lo que llamamos el Creador.
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