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El noveno día de Ridván: la unidad de la familia humana

From the Editors | Abr 27, 2024

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From the Editors | Abr 27, 2024

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Los bahá’ís siguen las enseñanzas de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, y cada año las comunidades bahá’ís de todo el mundo conmemoran con alegría las enseñanzas de amor y unidad de su Fe.

Hoy, los bahá’ís celebrarán el noveno día del festival anual de Ridván (ridván significa paraíso), un día con un significado especial que lo hace sagrado para todos los bahá’ís. Bahá’u’lláh escribió que este gran anuncio –la venida de un nuevo profeta Divino a la humanidad, descrito como «la Lengua del Anciano de Días»– debe ser visto como «el Día de la suprema felicidad»:

Regocijaos con extrema alegría, oh pueblo de Bahá, cuando recordéis el Día de la felicidad suprema, en el cual ha hablado la Lengua del Anciano de Días, al partir de Su Casa para dirigirse al Sitio desde donde derramó sobre la creación entera los esplendores de Su nombre, el Todomisericordioso.

RELACIONADO: Juntos en unidad en el noveno día de Ridván

El Noveno Día de Ridván comenzó durante el período en que el río Tigris alcanzó la etapa de crecida en la primavera de 1863. A finales de abril Bahá’u’lláh y un puñado de sus seguidores cruzaron el río hasta el jardín de Najibiyyih, un parque situado en una isla repleta de rosales y el canto cadencioso de los ruiseñores. Allí montaron sus tiendas y se prepararon espiritualmente para su inminente viaje por tierra a Constantinopla (actual Estambul), el siguiente lugar de exilio impuesto por el gobierno a Bahá’u’lláh.

En aquella fragante isla comenzaron a observar una primavera divina, la más sagrada de las celebraciones humanas, cuando un nuevo profeta de Dios se hace manifiesto. Abdu’l-Bahá, en un discurso en los Estados Unidos en 1912, lo describió de esta manera:

Esta época del mundo puede compararse a la equinoccial en el ciclo anual. Pues, en verdad, esta es la primavera de Dios. En los Libros Sagrados se promete que la primavera de Dios se manifestará; Jerusalén, la Ciudad Santa, descenderá del cielo; Sión saltará y danzará; y la Tierra Santa se sumergirá en el océano de la refulgencia divina… Es un día de alegría, un tiempo de felicidad, un período de crecimiento espiritual. [Traducción Provisional de Oriana Vento].

La declaración de Bahá’u’lláh a unos pocos seguidores en el Jardín de Ridván infundió nueva inspiración a todos los que le rodeaban, impregnando de alegría y vida a toda la reunión en aquel jardín paradisíaco. Cada año los bahá’ís conmemoran estas alegres emociones durante los doce días del Festival de Ridván, y las comunidades bahá’ís de todo el mundo organizan fiestas y reuniones que acogen a todos en el espíritu de la unidad de la familia humana.

El noveno día después de que Bahá’u’lláh llegara al jardín de Ridván, cuando el río Tigris se había retirado lo suficiente de su nivel de inundación primaveral, la familia de Bahá’u’lláh y muchos otros seguidores pudieron finalmente cruzar el río en barca para reunirse con él en ese Jardín del Paraíso. Como resultado, los bahá’ís celebran cada año el Noveno Día de Ridván porque conmemora la unidad de la familia humana y la gran alegría de la declaración de Bahá’u’lláh.

Exterior del Jardín de Ridván en Bagdad, Irak.

Pero incluso después de reunirse en la isla, la familia de Bahá’u’lláh no tenía ni idea de lo que ocurriría a continuación. Exiliados por un despiadado déspota persa -Nasiri’d-Din Shah- y dos de sus ministros más hostiles, Mirza Aqasi y Amir-Nizam, Bahá’u’lláh, su familia y sus seguidores pronto emprenderían su exilio forzoso, un traicionero viaje de cuatro meses hacia un futuro desconocido en una tierra extranjera con una lengua y una cultura ajenas.

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Empobrecidos, vilipendiados por los funcionarios y desamparados por sus decretos, no tenían ni idea de las tribulaciones, suplicios y torturas que les depararía Constantinopla. Corrían rumores de que Bahá’u’lláh y todos sus seguidores serían encarcelados, torturados o asesinados. En Constantinopla, capital del Imperio Otomano, les esperaba un futuro desconocido, conocida en aquella época por sus prisiones turcas y su duro y brutal trato a los cautivos.

Pero a pesar de los peligros que les aguardaban, Bahá’u’lláh se mantuvo alegre. El historiador Nabil escribió:

«Cierta noche» prosigue, «la novena de la luna creciente, me cupo en suerte ser uno de los vigilantes que montaban guardia al lado de Su bendita tienda. Frisaba la medianoche cuando Lo vi salir, pasando por los lugares donde dormían algunos de los compañeros, y comenzó a caminar de aquí para allá por las avenidas del jardín, iluminadas por la luna y bordeadas de rosas. Era tan intenso el gorjeo de los ruiseñores que por doquier se oía, que sólo los más próximos a Él podían distinguir Su voz claramente. Siguió caminando hasta que, deteniéndose en medio de una de estas avenidas, observó: “Considerad estos ruiseñores. Es tan grande su amor por estas rosas que, sin dormir, desde el ocaso hasta el amanecer, gorjean sus melodías y comulgan apasionadamente con el objeto de su adoración. ¡Cómo, entonces, pueden desear dormir quienes aseguran estar encendidos con la rosada belleza del Bienamado!”

Bahá’u’lláh, en su poderosa declaración en el jardín de Ridván, anunció la llamada universal de una nueva revelación espiritual a la humanidad:

Ten cuidado y no dejes que nada te impida ensalzar la grandeza de este Día: Día en que el Dedo de majestad y fuerza ha abierto el sello del Vino de la Reunión y ha llamado a todos los que están en el cielo y a todos los que están en la tierra.

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