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Cultura

El primer paso de un activista: dejar de consumir pasivamente los bienes materiales

Arthur Lyon Dahl | Oct 3, 2019

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Arthur Lyon Dahl | Oct 3, 2019

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En el primer «valle» por el que viajarás en tu camino hacia una vida significativa, esperanzadora y comprometida con el mundo, te encontrarás con un dragón que escupe fuego: el materialismo.

Este primer valle parecerá familiar porque se parece al mundo en que vivimos. Sin embargo, las personas en este valle son ciegas, aunque tengan ojos; esta es una ceguera del intelecto y del espíritu. Están vagando por el desierto, persiguiendo espejismos.

Ven maravillosas visiones de felicidad material. Para ser felices, sienten que deben comprar el último dispositivo electrónico, o ropa que todos deben usar para ser considerados como parte del grupo, o música que afirme su identidad, o el automóvil, la casa o el estilo de vida adecuados. Sin embargo, una vez en la mano, el espejismo se desvanece; siempre hay un dispositivo, un estilo, una canción o una propiedad aún más novedosos, que ofrecen una satisfacción aún mayor y llaman «cómprame, cómprame, cómprame».

Este valle atrapa a la mayoría de las personas como consumidores pasivos de bienes materiales. Mantienen la economía en crecimiento y alimentan de riqueza cada vez mayor a las corporaciones gigantes. Una de las causas de esta ceguera: estas personas solo ven la dimensión material de la vida y buscan satisfacción solo en los placeres hedonistas.

Una segunda causa de esa ceguera materialista proviene de una visión de túnel: percibir solo una pequeña parte del todo, visión determinada por el campo de conocimiento, la formación profesional o la experiencia de vida.

Un economista solo ve economía y filtra todo para adaptarse a ese campo de visión. Un activista político verá solo lo que refuerza su ideología y verá todo lo demás como una amenaza. Una persona religiosa puede estar inmersa en su propia tradición y creencia e ignora por completo la riqueza del descubrimiento espiritual en otras religiones o denominaciones. Un científico puede estar convencido de que cualquier cosa no validada por las herramientas de su disciplina o publicada en una revista revisada por pares no merece atención. Tales túneles se convierten en trampas que no proporcionan salida de este valle.

La ceguera del intelecto rechaza la ciencia y el conocimiento cuando les parece inconveniente. Para aquellos que poseen tal ceguera, la verdad es lo que quieras que sea y no tiene relación con ninguna realidad objetiva. Para los ciegos espirituales, los fines, generalmente el poder o el dinero, justifican cualquier medio. Esta ceguera anti intelectual puede ser muy calculadora, deshonesta y selectiva utilizando las herramientas de la ciencia para sus propios fines. También puede ser muy popular, porque ver todo en blanco y negro, con la ilusión de una certeza absoluta, brinda comodidad.

La ceguera del espíritu comparte muchas de estas características, pero niega cualquier realidad espiritual y ve a la humanidad solo como animales con necesidades y deseos físicos que pueden satisfacerse con los placeres carnales y la riqueza material. Niega cualquier propósito o significado humano superior, y ve nuestra existencia solo como resultado de procesos aleatorios. Las enseñanzas bahá’ís nos instan a librarnos de esta ceguera:

Abrigamos la esperanza de que, mediante la amorosa bondad del Todosabio, el Omnisciente, el polvo oscurecedor sea disipado y el poder de la percepción aumentado, para que los hombres puedan descubrir el propósito para el cual se les ha llamado a la existencia. En este día, todo lo que sirve para disminuir la ceguera y aumentar la visión es digno de consideración. – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 22.

La ciencia y la historia muestran que cada ser humano tiene una necesidad fundamental y un deseo por encontrar sentido en la vida, una búsqueda por sí mismos y el universo, con conexiones que le dan un propósito a la vida. La espiritualidad, en este sentido, se refiere a la necesidad natural y universal de comprender el mundo y nuestro lugar en él. Esta espiritualidad puede tomar muchas formas: seculares o religiosas, en la naturaleza y las ciencias, en el arte, la música y la poesía. Cuando una persona no tiene ningún sentido de propósito o rechaza esta necesidad de significado, el vacío en su existencia deja una ansiedad fundamental que se compensa fácilmente con la agresión, la depresión y la adicción, o el consumo excesivo de bienes materiales. Estos síntomas, de hecho, definen este desierto de almas ciegas:

Observad cómo la oscuridad ha ensombrecido el mundo. En cada rincón de la tierra hay lucha, discordia y algún tipo de guerra La humanidad está sumergida en un mar de materialismo y ocupada con lo asuntos de este mundo. No tiene otro pensamiento más allá de las posesiones terrenales y no manifiesta otro deseo salvo las pasiones de esta efímera existencia mortal. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 334.

Esta ceguera del espíritu se hace más evidente en el rechazo automático de cualquier cosa que pueda caer dentro de lo que tradicionalmente se ha llamado Dios o religión. Sin embargo, la religión constituye la respuesta social e institucional a la necesidad humana de espiritualidad; esta cumple con un requisito humano natural y universal. Con esto no se pretende ignorar que muchas de las peores atrocidades que podemos imaginar han tenido lugar en nombre de la religión, pero ¿no se ha utilizado la religión en tales casos como una mera cobertura de las motivaciones humanas más bajas?

Para superar cualquier sensación de ceguera espiritual, debemos mirar objetivamente a la religión, no como algo inevitablemente anti-científico y anti-razón, como lo es con demasiada frecuencia en las tradiciones religiosas de hoy, sino como una fuerza potencial para el bien. Las enseñanzas bahá’ís afirman que la religión puede representar la unidad en lugar de la división, y estar en armonía con la ciencia y la razón, mientras proporcionan respuestas a preguntas sobre el propósito humano, el significado y la motivación:

En verdad, la religión es una luz radiante y una fortaleza inexpugnable para la protección y el bienestar de los pueblos del mundo, pues el temor de Dios impulsa al hombre a aferrarse firmemente a lo que es bueno y a evitar toda maldad. Si se oscurece la lámpara de la religión sobrevendrá el caos y la confusión y las luces de la imparcialidad y la justicia, de la tranquilidad y la paz cesarán de brillar. – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 83.

Dentro de este marco, se encontrará con la religión y la espiritualidad a lo largo de este viaje, liberado de las trampas del pasado y capaz de desempeñar un papel constructivo en la transformación de la civilización. Si tienes un prejuicio a priori contra la religión, trate de dejarlo de lado durante este viaje. Siempre podrás volver a revisarlo más tarde.

El nuevo libro de Arthur Lyon Dahl In Pursuit of Hope, A Guide for the Seeker, publicado por George Ronald Books, está disponible aquí.

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