Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís señalan que Dios está y siempre estará más allá del conocimiento de humano.
Así como lo creado no podrá nunca comprender al creador, como la tinta de la página no puede entender su significado y mucho menos captar la mente del calígrafo, así los humanos, aunque se esfuercen por entender más y más a la creación, nunca podrán comprender a Dios:
… la morada en que reside el Ser Divino está muy por encima del alcance y comprensión de otro que no sea Él. Nada que pueda ser expresado o comprendido en el mundo contingente podrá jamás traspasar los límites que por su naturaleza inherente le han sido impuestos. Sólo Dios trasciende esas limitaciones. Él, verdaderamente, Ha existido desde siempre. Ningún par o socio ha sido ni podrá jamás ser atribuido a Él. Ningún nombre puede compararse con Su Nombre. Ninguna pluma puede retratar Su naturaleza, como tampoco puede lengua alguna describir Su gloria. Por siempre permanecerá inmensurablemente exaltado sobre cualquiera salvo Él mismo. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 174.
Él es Quien lo conoce y concede todo. Él es Quien trasciende todo cuanto se haya dicho u oído. Su conocimiento permanecerá siempre más allá del alcance de la visión y entendimiento humanos y fuera del dominio de las palabras y acciones humanas. De la veracidad de esta afirmación dan elocuente testimonio la existencia misma y todo cuanto de ella ha surgido. – Bahá’u’lláh, El tabernáculo de la unidad, pág. 6.
En sus escritos, Bahá’u’lláh reafirmó la singularidad de Dios, una verdad absoluta que algunas culturas han tardado más en reconocer: que uno significa uno.
Pero con la diversidad de idiomas y costumbres en el mundo, muchas personas en el pasado nunca reconocieron lo que consideraban como «su Dios» en las formas de adoración de otras culturas. Así, todavía oímos expresiones como «mi Dios», «tu Dios» y «su Dios» en las discusiones diarias sobre religión. Sin cuestionar, estas frases revelan y perpetúan el concepto ilógico de que existe más de un Dios.
En América y Europa, por ejemplo, la gente dice cosas como: «Esos musulmanes tienen un Dios diferente al nuestro». Cuando se les pregunta si son monoteístas, si creen que existe un solo Dios, dicen: «Sí, por supuesto, sólo hay un Dios, pero Alá no es lo mismo que Dios, Alá es un Dios diferente». Esto plantea una pregunta obvia: «Entonces, ¿cuántos Dioses existen por ahí?».
Para muchas personas esta confrontación lógica marca la primera vez que se han detenido a pensar en lo que significa el monoteísmo – lo que «uno» realmente significa. A lo largo de la historia del mundo, el número entero «uno» (1) se ha escrito en cien formas diferentes; pero independientemente de que se exprese en el sistema numérico incaico, babilónico, maya, egipcio, griego, chino o el más familiar hindú-árabe, su valor matemático no ha cambiado.
Podemos deducir algo más de esta confrontación lógica: que si bien el nombre de Dios ha variado de un idioma a otro, de un pueblo a otro, y de una época a otra, para algunos, el nombre particular que usan para referirse a Dios se ha convertido en una posesión exclusiva que los diferencia como de la élite y religiosamente superiores. Esta cuestión ha llevado a lo largo de la historia a muchos conflictos internos.
Afortunadamente, ahora vivimos en tiempos relativamente más iluminados. La era de la información y el Internet nos permiten ahora ver que el Yahvé o Jehová hebreo, el Alá árabe, el Shin coreano, el Dios español, el Dios inglés, el Boh eslovaco y el Ntumu Zamba se refieren todos al mismo Ser Supremo, cuya realidad trasciende todos y cada uno de los nombres que los seres humanos hemos asignado al Creador.
En otras palabras, la humanidad ha comenzado a reconocer que ningún grupo de personas es más bendecido espiritualmente que otro:
En toda dispensación ha existido el mandamiento de la confraternidad y el amor, pero era un mandamiento limitado a la comunidad de aquellos que estaban en mutuo acuerdo y no era extensivo al enemigo disidente. Sin embargo, en esta edad maravillosa, gracias a Dios, los mandamientos de Dios no están limitados ni restringidos a ningún grupo de gentes, sino que, por el contrario, a todos los amigos se les ordenado expresar confraternidad y amor, consideración, generosidad y bondad a todas las comunidades de la tierra. Ahora bien, los amantes de Dios deben disponerse a llevar a la práctica estas instrucciones Suyas: que sean padres bondadosos para con los hijos de la raza humana y hermanos compasivos para con los jóvenes, y abnegados vástagos para con aquellos encorvados por los años. El significado de ello es que debéis mostrar ternura y afecto a todo ser humano, incluso a vuestros enemigos, y acoger a todos con inmaculada amistad, con buen ánimo y bondad. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 37-38.
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