Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que el conocimiento divino puede emanar de Dios a nuestra alma y, si estamos abiertos a él, puede manifestarse en nosotros y a través de nosotros al mundo.
Todo esto sucede a través de la facultad racional del alma, nuestra «verdadera mente» que brilla y anima nuestro cuerpo material. Desde una perspectiva, esto se siente como una luz proyectada en nuestro corazón, un fuego en nuestro pecho, que ilumina nuestra comprensión de los escritos sagrados bahá’ís y de todas las demás religiones del mundo, nos llama la atención sobre cosas como los signos de Dios, y nos impulsa y guía en nuestras vidas de todo tipo.
Esto parece un «don del espíritu». En el cristianismo, en el capítulo 12 de la Primera Epístola a los Corintios, hay una maravillosa discusión sobre los diversos dones del espíritu disponibles para la humanidad:
En cuanto a los dones espirituales, hermanos, quiero que entiendan bien este asunto. Ustedes saben que cuando eran paganos se dejaban arrastrar hacia los ídolos mudos. Por eso les advierto que nadie que esté hablando por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: «Jesús es el Señor» sino por el Espíritu Santo.
Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos.
A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina. – 1 Corintios 12:1-11.
Los bahá’ís entienden que parte de nuestra estación única como miembros de la raza humana es la capacidad de reflejar todos los Nombres y Atributos de Dios. Bahá’u’lláh dijo:
Habiendo creado el mundo y todo lo que en él vive y se mueve, Él, por intermedio de la acción directa de su irrestringida y soberana Voluntad, escogió conferirle al hombre la singular distinción y capacidad de conocerle y amarle; una capacidad que debe necesariamente ser considerada el impulso generador y el objetivo primordial que sostiene la creación entera…. Sobre la más íntima realidad de cada cosa creada, Él ha derramado la luz de uno de sus nombres y la ha hecho un recipiente de la gloria de uno de sus atributos. Sobre la realidad del hombre, sin embargo, Él ha concentrado el esplendor de todos sus nombres y atributos y ha hecho a ésta un espejo de su propio Ser. De todas las cosas creadas sólo el hombre ha sido escogido para recibir tan grande favor y tan perdurable generosidad. – Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh.
Tal vez puedas imaginar que algunos de los nombres y atributos de Dios, como el Conocedor, el Vidente y el Guía, se reflejan en el espejo de nuestra alma y nos iluminan en el mundo físico a través de nuestras facultades racionales. El proceso es el mismo para otros nombres y atributos de Dios, como el Misericordioso, el Poderoso, el Creador, el Sustentador o el Dador de la Victoria, el Soberano, el Justo, el Bondadoso o Benévolo, el Cuidador, el Generoso, el Sabio, el Firme, el Benefactor, el Unificador, el Testigo, el Sanador, e infinitos otros. Estos nombres son atributos, dones inherentes al Creador y dones a los que aspira la creación.
Entrar en contacto con el poder espiritual que representan estos dones puede ser muy emocionante. Sin embargo, tanto en el cristianismo como en el hinduismo y el budismo, y en todas las grandes religiones, se nos aconseja no obsesionarnos ni apegarnos demasiado a los diversos dones espirituales.
En el siguiente capítulo de Primera de Corintios, por ejemplo, Pablo nos aconseja:
Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.
Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.- 1 Corintios 13:1-8.
Existen enseñanzas similares en el hinduismo y el budismo, donde la búsqueda del poder espiritual puede ser una distracción del verdadero propósito de autorrealización y de la compasión y el servicio a los demás.
El Buda dijo lo siguiente en su Akankheyya-Sutta:
Si un Bhikkhu [monje budista devoto] desea, hermanos, oír con un oído claro y celestial, que sobrepase el de los hombres, sonidos tanto humanos como celestiales, ya sean lejanos o cercanos, que cumpla entonces con toda la rectitud, que se dedique a esa quietud de corazón que brota de su interior, que no se aleje del éxtasis de la contemplación, que mire a través de las cosas, que esté muy solo. – Verso 15.
Como nos aconsejan el Buda y las enseñanzas bahá’ís, tenemos que aprender a mirar a través de las cosas impermanentes de este mundo y percibir lo eterno:
Empéñate día y noche en servir la Causa de Aquel quien es la Verdad Eterna, y sé desprendido de todo menos de Él. ¡Por mí mismo! Todo lo que veas en este Día, perecerá. Sumamente elevada será tu posición, si permaneces firme en la Causa de tu Señor. – Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh.
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