Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si todos vivimos, como creen ahora muchos científicos, en un «universo finamente ajustado», entonces el universo debe haber sido diseñado, creado y organizado por una inteligencia superior y más poderosa.
Las enseñanzas bahá’ís se refieren a esa inteligencia superior y más poderosa como una «esencia desconocida», mucho más allá de cualquier intento de descripción o comprensión humana.
La gente llama a ese poder superior con muchos nombres diferentes: el Creador, Dios, el Señor. Sin embargo, sea cual sea el nombre que le demos al Creador, todos nos referimos universalmente a la naturaleza como la creación. Bahá’u’lláh escribió:
En su esencia, la Naturaleza es la encarnación de Mi Nombre, el Hacedor, el Creador. Sus manifestaciones están diversificadas por diferentes causas, y en esta diversidad hay signos para los hombres de discernimiento. La Naturaleza es la Voluntad de Dios y su expresión en el mundo contingente y a través del mismo. Es un designio divino impuesto por el Ordenador, el Todosabio.
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En su libro Contestaciones a unas preguntas, Abdu’l-Bahá también abordó este tema:
La naturaleza está sujeta a una organización absoluta, a determinadas leyes, a un orden completo y a un designio consumado, de los cuales nunca se apartará … si observases atentamente y con visión penetrante desde el más pequeño e invisible átomo hasta los grandes cuerpos celestes como el globo solar u otras grandes estrellas y luminosas esferas, ya sea que fijes tu atención en su orden, composición, forma o movimientos, descubrirás que todos poseen el grado más elevado de organización …
Ahora bien, al contemplar la existencia de tal orden, disposición y leyes ¿puedes afirmar que éstos son el resultado de la naturaleza, siendo así que ésta no posee ni inteligencia ni percepción? Es evidente, pues, que la naturaleza, estando desposeída de percepción e inteligencia, se halla en el puño de Dios Todopoderoso, quien es el Regidor de ésta. Cualquier cosa que Él desee hace que la naturaleza lo manifieste.
¿Llegó el universo a la existencia para que pudiera surgir la vida? Casi todos los que creen en un poder superior responderían probablemente «sí», pero algunos científicos califican esta idea de «chovinismo del carbono», diciendo que la teoría del universo finamente ajustado solo permite la vida basada en el carbono como la única posibilidad y resultado que podemos imaginar.
Otros ven el argumento del equilibrio perfecto como una especie de arrogancia inmodesta, una posición antropocéntrica, con su creencia de que la vida humana representa el único propósito de todo el universo y su evolución.
Pocos han formulado aún respuestas convincentes a estas críticas a la teoría del universo finamente ajustado, pero las enseñanzas bahá’ís abren un punto de vista espiritual totalmente nuevo sobre esta importante cuestión.
En primer lugar, los bahá’ís creen que la creación de la vida por parte de Dios va mucho, mucho más allá de los límites del planeta Tierra. Bahá’u’lláh dijo claramente, en respuesta a una pregunta sobre «las esferas celestes», que la vida en otros planetas no solo era una posibilidad sino una realidad:
Además, Me has preguntado acerca de la naturaleza de las esferas celestes. Para comprender su naturaleza sería necesario inquirir el significado de las alusiones que se han hecho sobre las esferas celestes y los cielos en los Libros de antaño, y descubrir el carácter de su relación con este mundo físico y la influencia que ejercen sobre él. Todo corazón se maravilla ante un tema tan anonadador, y toda mente queda perpleja por su misterio. Solamente Dios puede desentrañar su significación. Los sabios, que han fijado en varios miles de años la vida de esta tierra, no han considerado durante el largo período de sus observaciones ni el número ni la edad de los otros planetas. Considera además las múltiples divergencias que han resultado de las teorías propuestas por estos hombres. Has de saber que cada estrella fija tiene sus propios planetas, y cada planeta sus propias criaturas, cuyo número ningún hombre puede calcular.
Aquí Bahá’u’lláh repudia la idea fundamentalista de que la Tierra solo tiene «varios miles de años» de antigüedad, la teoría comúnmente conocida como «creacionismo». Aunque los bahá’ís aceptan la Biblia y sus enseñanzas, los bahá’ís consideran que estas enseñanzas son en gran medida metafóricas y simbólicas, y no una verdad científica. Los bahá’ís rechazan rotundamente la lectura literalista de la Biblia que da lugar a las declaraciones de los creacionistas de que la Tierra tiene 6.000 años de antigüedad. En un discurso que ofreció en 1912 en la ciudad de Nueva York, Abdu’l-Bahá explicó:
¿Cómo puede entonces concebirse una época en la que esta soberanía no existiera? Esta soberanía no debe ser medida por seis mil años. Este interminable, ilimitado universo no es el resultado de ese periodo determinado. Este estupendo laboratorio y taller no se ha producido como resultado de seis mil revoluciones de la tierra alrededor del sol. Con la menor reflexión el hombre puede ver sin duda cómo tal cálculo y afirmación es infantil, especialmente en vista del hecho de que ha sido científicamente probado que el globo terrestre ha sido el hogar del hombre por mucho más tiempo que esa limitada estimación.
En cuanto al registro de la Biblia sobre la entrada de Adán en el paraíso, el haber comido del fruto del árbol prohibido y su expulsión debida a la tentación de Satán, todos ellos son símbolos en los cuales existen significados divinos y maravillosos que no han de ser calculados en años, fechas y medidas de tiempo. De igual modo, la afirmación de que Dios creó los cielos y la tierra en seis días es simbólica… Cuando el hombre echa un rápido vistazo reflexivo sobre la cuestión del universo, descubre que es muy antiguo.
Así que este antiguo universo, según las enseñanzas bahá’ís, alberga criaturas vivas a lo largo de sus miles de millones de galaxias.
La ciencia moderna acaba de empezar a desarrollar la capacidad de descubrir exoplanetas en la zona habitable de sus respectivos sistemas solares, los llamados «planetas Ricitos de Oro» adecuados para que exista la vida tal y como la conocemos. De hecho, los científicos que informaron sobre la misión espacial Kepler en 2009 anunciaron que podría haber hasta 40.000 millones de planetas del tamaño de la Tierra orbitando en las zonas habitables de estrellas similares al Sol, solo en nuestra galaxia de la Vía Láctea.
Los bahá’ís creen que los humanos no estamos solos, que Dios ha creado la vida en todo el universo y que la belleza, el orden y la simetría perfectos del universo revelan la existencia de una fuerza motriz, un Creador, una Causa Primera.
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