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Espiritualidad

Encontrando mi verdadero corazón: mi travesía bahá’í

Keng-Liang Huang | Ene 27, 2020

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Keng-Liang Huang | Ene 27, 2020

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Al crecer seguí las enseñanzas de Buda, donde aprendí sobre la mente y sobre tratar de buscar dentro del corazón para descubrir mi verdadera naturaleza – luego descubrí la Fe bahá’í y capturó mi corazón.

Soy de Taiwán, y mi idioma contiene muchos conceptos sobre el corazón humano (心). En chino, tenemos muchas expresiones diferentes relacionadas con el corazón, como la mente consciente (意識心), la vana imaginación (妄心), el corazón verdadero (真心), la mente única (一心), la mente problemática (煩惱心), y muchos más. Cuando encontré el amor de Dios y me convertí en bahá’í, me di cuenta de las diferencias entre la mente y el corazón, pero en chino usamos la misma palabra para ambos «心».

Las enseñanzas bahá’ís dicen:

Incumbe a estos siervos purificar el corazón – manantial de los tesoros divinos – de toda mancha, y alejarse de la imitación, cual es la de seguir los pasos de sus antepasados y progenitores, y cerrar la puerta de la amistad y la enemistad a todos los habitantes de la tierra. – Bahá’u’lláh, Los siete valles, pág. 5.

Este tipo de desprendimiento, que Bahá’u’lláh animó a todo buscador espiritual a desarrollar, reconoce que Dios es santo, por lo que para estar en comunión con Él necesitamos no sólo involucrar nuestras mentes mundanas, sino también abrir nuestros corazones.

La oración y la meditación, hacer preguntas a Dios y esperar inspiración, me permite calmar mi mente, concentrarme y dejar que mi corazón reciba ese aporte espiritual. Cuanto más me inspiro a través de la oración y la meditación, más aprendo el significado de usar mi verdadero corazón, con sinceridad y honestidad. La oración y la meditación me ayudan a encontrar ese verdadero corazón, aquel que el Buda mostró a sus discípulos, y que las enseñanzas bahá’ís nos animan a todos a buscar y encontrar:

Inclinad el corazón, oh pueblo de Dios, hacia los consejos de vuestro verdadero e incomparable Amigo. La Palabra de Dios puede compararse con un árbol joven que ha echado raíces en los corazones de los hombres. Os incumbe favorecer su crecimiento mediante las aguas vivas de la sabiduría, de palabras santas y sagradas, para que su raíz se fije firmemente y sus ramas se extiendan hasta los cielos y aún más allá. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 30.

La honestidad y la sinceridad nos ayudan a poner los problemas de nuestro ego delante de Dios. Sólo Dios puede juzgar. Así que en el proceso de oración y meditación nos enfrentamos a Dios. Cada vez que veo a Dios perdonar lo que hace mi ego, observo Su misericordia.

El amor de Dios tiene el poder de ayudarme a superar mi miedo, y estar dispuesto a humillarme ante Él y pedirle perdón. Me ayuda a dejar ir el sentimiento de victimización, que es lo que se siente cuando el ego comienza a morir. El amor de Dios me ayuda a abrir más mi corazón y a no tener miedo. Su amor también me ayuda a dejar atrás la consternación que siento. Sé que el juicio de Dios me ayuda a eliminar mis apegos y a sanar las heridas del pasado.

Mientras más aprendo, más oro para que me guíe en el proceso. El gozo que Dios derrama sobre mí cada vez que hago lo que le place, especialmente perdonando a otros, esa gracia me ayuda a vivir bajo su poder y a sumergirme en su amor. En este proceso de desapego, soy testigo del perdón, la paciencia, la bondad y la misericordia de Dios, que es la gracia de Dios y su belleza.

Cuando sigo los principios bahá’ís en los momentos de dificultad, contemplo la gloria de Dios, y recibo la guía de Dios a través de su juicio. Mi corazón es tocado por Su amor, y quiere amarlo a Él. Aquí aprendo a abrir mi corazón para confiar en Él y a depender de Él. Aquí aprendo a someterme a las prescripciones del Médico Divino. Aquí, en amor con el Creador y libre en espíritu, puedo empezar a sanar las heridas del pasado:

El amor no admite existencia, ni desea vida: vida ve en la muerte y busca la gloria en la vergüenza. Para merecer la locura del amor, el hombre ha de tener cordura abundante; para merecer los lazos del Amigo, ha de estar pleno de espiritualidad. – Bahá’u’lláh, Los siete valles, pág. 7.

¡OH HIJO DEL SER! Tu Paraíso es Mi amor; tu morada celestial, la reunión conmigo. Entra en ella y no tardes. Esto es lo que ha sido destinado para ti en nuestro reino de lo alto y en nuestro exaltado dominio. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, pág. 28.

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