Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Alguna vez has visto un espejismo? Muchos de nosotros hemos presenciado este fenómeno óptico temporal que ocurre cuando la luz se refracta para formar una imagen que parece real.
Por ejemplo, uno de los tipos más comunes de espejismo: un charco de agua distante que aparece en un desierto o en las carreteras, ocurre generalmente en los días calurosos. El intenso azul brillante del cielo se refleja en el suelo, y de repente pareciera que vemos un lago a delante de nosotros.
Pero los espejismos no son alucinaciones. En realidad, los rayos de luz los crean, debido a que viajan a través de diferentes capas de aire con diferentes temperaturas y, en consecuencia, estos se doblan. La luz que proviene de la parte superior de un objeto, por ejemplo, la luz del cielo llegará al ojo humano más abajo que la luz que proviene de la parte inferior. Eso forma una imagen invertida, que crea la ilusión de cielo como un charco agua.
De la misma manera, los problemas, los desafíos y las pruebas de este mundo material parecen muy reales, pero las enseñanzas bahá’ís dicen que, en última instancia, son un espejismo:
No te aflijas por las dificultades y privaciones de este mundo inferior ni te alegres en los tiempos de holgura y bienestar, pues ambos pasarán. Esta vida presente es como una ola que crece o un espejismo, o como sombras pasajeras. ¿Puede alguna vez servir de agua refrescante una imagen distorsionada en el desierto? ¡No, por el Señor de los Señores! Nunca la realidad y la mera apariencia de realidad podrán ser la misma cosa, y considerable es la diferencia entre la fantasía y el hecho, entre lo verdadero y lo ilusorio.
Has de saber que el Reino es el mundo real y este lugar inferior es tan sólo su sombra extendida. Una sombra no tiene vida propia; su existencia es sólo una fantasía y nada más; no son sino imágenes reflejadas en el agua que al ojo aparecen como pinturas. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de Los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 135.
Desde una perspectiva espiritual, podemos considerar la naturaleza transitoria de este mundo, el lugar físico al que llamamos hogar, también como un espejismo. Para todos nosotros, este espejismo no durará más de cien años más o menos, y luego pasamos al próximo mundo, uno en el que los aspectos materiales de la vida ya no tienen una realidad duradera.
Por supuesto, este mundo en el que todos vivimos ahora tampoco es una alucinación, sabemos que es demasiado real, pero las enseñanzas bahá’ís dicen que su realidad palidece en comparación con la existencia eterna más allá de este mundo temporal.
De hecho, el calendario bahá’í designa varios días en cada año que simbolizan alcanzar el Reino de Dios y habitar en ese reino eterno. Ayyam-i-Ha, el nombre árabe de los cuatro o cinco Días Intercalares Bahá’ís que ocurren durante esta época cada año, se refiere simbólicamente a la vida eterna del alma al ir más allá de los atributos y características del Creador y centrarse en una futura existencia que va más allá del tiempo:
¡Oh Hijo de lo Mundano! Grato es el reino del ser si llegaras a él, glorioso es el dominio de la eternidad si fueses más allá del mundo de la mortalidad, dulce es el sagrado éxtasis si bebieras del cáliz místico de manos del Joven celestial. Si alcanzaras esta posición te librarías de la destrucción y de la muerte, del afán y del pecado. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, pág. 46.
Luchad y esforzaos por alcanzar esa elevada posición y por hacer que resplandezca en estos dominios de la tierra una luz tal que sus rayos vuelvan reflejados por un punto de amanecer del horizonte de la eternidad. Ésta es la base misma de la Causa de Dios. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 195.
El profeta y fundador de la Fe Bahá’í , Bahá’u’lláh , designó los Días Intercalares anuales «en medio de todas las noches y días» como un tiempo para reconocer directamente y alabar y celebrar con alegría la Esencia Divina. Los días santos de Ayyam-i-Ha, los cuales están separados del ciclo ordinario de semanas y meses, nos permiten trascender simbólicamente el calendario, de la misma manera que la realidad infinita del Creador trasciende el tiempo y el lugar. El Ayyam-i-Ha representa infinidad, para las realidades eternas y duraderas de la existencia, para contemplar el misterio y la esencia incognoscible del Ser Supremo:
¡Oh amados de Dios! Sabed que el mundo es como un espejismo que surge entre las arenas y que el sediento confunde con agua. El vino de este mundo no es más que vapor en el desierto; su piedad y compasión no son sino fatiga y dificultades, y el reposo que ofrece es sólo cansancio y sufrimiento. Abandonadlo a aquellos que pertenecen a él y volved el rostro hacia el Reino de vuestro Señor, el Todomisericordioso, para que Su gracia y munificencia viertan sobre vosotros los esplendores del amanecer, se haga descender una mesa celestial para vosotros y vuestro Señor os bendiga y derrame sobre vosotros Sus riquezas para alegrar vuestros pechos y colmar de dicha vuestros corazones, atraer vuestras mentes, limpiar vuestras almas y consolar vuestros ojos. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 141.
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