Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace unos años, un rabino ultra ortodoxo causó indignación cuando afirmó que el Holocausto era el castigo de Dios por los muchos pecados del pueblo judío.
Según este rabino, el Holocausto fue una intervención divina que castigó a seis millones de judíos, incluyendo a 1,5 millones de niños. Desde esa perspectiva, Hitler habría sido un “ángel de la muerte”, un títere en manos de Dios, ciertamente no responsable por sus actos.
Personalmente, no creo en un Dios vengativo y enojado, que actúa como una especie de gran chantajista en el cielo, que nos amenaza constantemente: “¡Si te portas mal, te castigaré!”
Del mismo modo, encuentro difícil entender a la gente que ve todos sus problemas, dificultades y dolores como pruebas divinas: Mi auto se averió, es una prueba divina. Tengo gripe, ¡Es una prueba! Estoy desempleado, es una prueba. Dios me está probando constantemente…
Cuando usted es puesto a prueba, enfrenta una evaluación de sus cualidades. Una prueba supone la existencia de un probador. Encuentro muy difícil creen en un Dios que interviene constantemente en cada vida individual en la creación, creando de vez en cuando obstáculos insuperables a Sus criaturas, y luego evaluándolas por sus resultados. Para mí, existe una separación mucho mayor entre la creación y el Creador. ¿No es la aleatoriedad una función de la creación? ¿Son las dificultades una parte normal de la vida?
Entonces, ¿cada uno enfrenta situaciones donde el sufrimiento y el dolor puede ser descrito como una “prueba”? Sí, de hecho, en muchas partes en los escritos bahá’ís se describe el sufrimiento como una “prueba” o una “adversidad”:
Si no fuera por las tribulaciones sufridas en Tu sendero, ¿cómo podrían ser reconocidos quienes verdaderamente Te aman?, y si no fuera por las pruebas sufridas por amor a Ti, ¿cómo podría revelarse la posición de aquellos que Te anhelan? – Bahá’u’lláh, Oraciones y meditaciones, página 80
Los vientos de las pruebas son impotentes para impedir a quienes gozan de Tu cercanía, que vuelvan sus rostros hacia el horizonte de Tu gloria, y las tempestades de las tribulaciones no podrán alejar ni dificultar que se acerquen a Tu corte quienes acatan completamente Tu voluntad. – Ibíd., página 3
¡Oh Tú, cuyas pruebas son la medicina curativa para quienes están cerca de Ti, cuya espada es el deseo ardiente de todos los que te aman, cuyo dardo es el más caro deseo de los corazones que te anhelan, cuyo decreto es la única esperanza de quienes han reconocido Tu verdad! – Ibíd., página 113
Bahá’u’lláh se dirige a cada una de estas frases específicamente a los bahá’ís, refiriéndose como “Sus verdaderos amantes”, “los que le anhelan”, “quienes acatan completamente Su voluntad”, “quienes están cerca de Él”. No se dirige a la humanidad en conjunto, habla sólo a aquellos que creen en la revelación de Bahá’u’lláh.
En estas oraciones y meditaciones de Bahá’u’lláh, el sufrimiento es presentado como una consecuencia natural de un acto de fe: la aceptación de Bahá’u’lláh como Profeta, Mensajero y Manifestación de Dios. Aceptar una nueva fe puede crear situaciones difíciles a los creyentes. Tales hechos pasan de ser objeto de bromas o presiones, a ser discriminados, acosados abiertamente, o en algunos lugares, activamente perseguidos. Estas situaciones no necesariamente representan una intervención directa de Dios en el mundo de la creación, en cambio vienen directamente como consecuencia de una expresión de fe. Estas “pruebas” reales y “adversidades” desafían la fe de los creyentes.
No todo el sufrimiento puede ser entendido como una prueba para quien la sufre. ‘Abdu’l-Bahá nunca usó palabras como “adversidades” o “pruebas” cuando le escribió a una madre que había perdido a un hijo, o cuando se refirió al terremoto en San Francisco. Hacerlo significaría minimizar su sufrimiento, o incluso insinuar que necesitaban superar sus dificultades – lo que las enseñanzas bahá’ís tampoco hacen.
Entonces ¿podríamos considerar todo ese sufrimiento que ocurre fuera del alcance de la fe, como una prueba? ¿Podrían los problemas de alguien más o incluso una calamidad natural ser considerada una prueba? Sí, podría ser – y no sólo para las víctimas. En la aldea global en la que vivimos hoy en día, cualquier noticia de tragedia o desastre, ya sea natural o provocada por el hombre, típicamente se propaga rápidamente y suscita simpatía y apoyo. En la práctica, tal sufrimiento deja de ser desconocido para nosotros, y se convierte en una prueba para nuestra bondad, solidaridad y compasión individual.
Parece obvio que podemos hacer uso constructivo de las tragedias si consideramos el sufrimiento de los otros como nuestra propia prueba espiritual. Puede ayudarnos a encontrar formas de difundir un “espíritu de solidaridad mundial” en todos los continentes, y contribuir activamente a un mundo más unido.
En respuesta al dolor y sufrimiento que suceden a otros, Bahá’u’lláh nos anima a:
Sé uno que responde al llamado del menesteroso… Sé como una lámpara para quienes andan en tinieblas, una alegría para los entristecidos, un mar para los sedientos, un asilo para los afligidos, un sostenedor y defensor de la víctima de la opresión… un bálsamo para el que padece, un baluarte para el fugitivo. – Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 321
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