Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Viene a mí el recuerdo del día en el que, tras acudir al entierro de mi suegro, quien dejaba viuda a la madre de mi esposo, regresábamos a casa con un primo suyo. En el trayecto, como suele suceder en nuestra cultura, se hacían bromas sobre la muerte. Su primo argumentó con inquietud: “¿Te das cuenta primo que las mujeres casi siempre sobreviven a los hombres? ¿Que somos nosotros los que nos vamos primero?”. El primo empezó a enumerar todos los casos de familiares y amigos que habían fallecido dejando a sus esposas viudas.
De pronto el primo le dijo a mi esposo: “Prometo romper esa estadística. Es más, prometo asistir a tu entierro”.
Recuerdo que entre carcajadas mi esposo le respondió: “¡No! Yo prometo asistir al tuyo… y llevarte flores”.
“Bueno”, le respondió el primo risueño: “Prometamos que el que se vaya primero no le va a jalar los pies al otro”.
Resulta que a los pocos meses el primo alegre, divertido y lleno de vida, tras firmar un excelente contrato para su empresa, resbaló de una escalera y se dio un fuerte golpe en la cabeza. No le dio importancia. A los pocos días celebraba su cumpleaños y en plena reunión familiar sintió un mareo y se desmayó. Lo trasladaron de emergencia a una clínica ¡y a las pocas horas falleció!
¡Fue un suceso tan inesperado y triste! Un familiar tan cercano se había ido de un día para otro.
Pero resulta que hechos como este suceden más a menudo de lo que uno suele ser consciente. Normalmente esperamos una secuencia de hechos que nos lleven a una despedida previa al fallecimiento. Pero en la realidad, esto no siempre se da.
“OH HIJO DEL SER, Pídete cuentas a ti mismo cada día , pues la muerte te llegará sin aviso y habrás de responder por tus hechos”. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas.
Solía conversar con mi esposo frecuentemente sobre la vida después de la muerte. Muchas veces le decía ,“No me imagino morirme y ya no estar aquí. Es algo que me parece tan extraño, sencillamente no me lo puedo imaginar”. A mi esposo le fascinaba el tema y cuando quería hacer reflexionar seriamente a alguien sobre nuestro paso por esta tierra, hacía hincapié en lo efímero de nuestra existencia. Tema del que yo me colgaba mitad en broma mitad en serio: “la muerte nos llegará sin aviso”, advertía yo engrosando la voz para luego reír, tratando de aliviar la tensión de nuestro interlocutor.
“No escuches la maldad, ni mires la maldad, no te rebajes ni suspires ni te lamentes. No digas nada malo para que eso mismo no llegue a tus oídos, no agrandes las faltas de los demás para que tus propias faltas no sean agrandadas, no desees la humillación de nadie, para que no sea expuesta tu propia humillación. Vive entonces los días de tu vida, que no son más que un momento efímero, con mente limpia, corazón sin mancha, pensamientos puros y carácter santificado, para que libre y contento te desprendas de este cuerpo mortal, te encamines hacia el paraíso místico y habites para siempre en el reino inmortal”. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas.
Al empezar el confinamiento en que entraron la mayoría de países debido al COVID-19, mi esposo y yo teníamos un par de meses de estar experimentado el síndrome del nido vacío. Mi hija menor se había casado en enero y había dejado el hogar para residir en el extranjero. Un mes después de eso, en febrero, mi hija mayor, que vivía en nuestra casa con sus dos niños, viajó también para residir en otro país. Ya tenía otro hijo casado y uno más estudiando en el extranjero. Dos meses después cuando empezábamos a acostumbrarnos a nuestra nueva vida, en medio del estrés y la incertidumbre de la pandemia, sorpresivamente mi esposo tuvo fiebre y falleció a los tres días.
¡Fue devastador! De pronto me encontraba en una casa vacía. Una casa hacía tan poco llena de vida, de voces, de risas. Y mis hijos no podían acompañarme en el momento más trágico de nuestra familia por estar las fronteras cerradas por la pandemia del coronavirus. ¡Mi mundo dio un giro de 180 grados en un instante! Aun no puedo expresar con palabras el shock de esos momentos. Ni siquiera podía llorar. Como en esas películas donde el personaje se paraliza y se convierte en un observador que ve todo transcurrir. Como en un sueño donde sientes que estás ahí pero no participas de los hechos. ¡Es una sensación indescriptible!
En aquellos momentos lo único que quería hacer era salir de la casa e irme a cualquier lugar y no llevar ni un solo recuerdo. Metí muy poca ropa en una maleta, y salí dejando todo atrás. En aquel momento experimenté la sensación de que nada era realmente importante. Las cosas que acumulamos con los años, la ropa y calzado innecesario que solemos acumular con esmero, ya nada de eso tenía importancia para mí. Todo lo que necesitaba entraba en esa maleta. Sentí que podía andar por la vida solo con lo que llevaba ahí.
“Las generaciones que fueron antes que vosotros ¿adónde han ido? Y aquellos en torno de los cuales giraban las más bellas y hermosas del país, ¿en dónde se encuentran ahora? Que su ejemplo os aproveche, oh pueblo y no seáis de los que se han desviado. Otros dentro de poco pondrán sus manos sobre lo que poseéis y ocuparán vuestras habitaciones. Prestad oído a mis palabras y no seáis contados entre los necios». – Bahá’u’lláh, Pasajes de Los Escritos de Bahá’u’lláh.
El dolor me hizo desprenderme de todo. Pasaron varios meses de reflexión y habituarme a mi nueva realidad para reencontrarme con la perspectiva correcta de la vida.
“No os apenéis si, en estos días y en este plano terrenal, cosas contrarias a vuestros deseos han sido ordenadas y manifiestas por Dios, porque días de inmensa alegría, de delicia celestial, hay de seguro en abundancia para vosotros. Mundos, santos y espiritualmente gloriosos, serán descubiertos a vuestros ojos”. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, XLIII.
Sucede por lo general que la más grande riqueza que deberíamos esforzarnos por construir – desarrollar nuestro ser interior, nuestra vida espiritual – es lo menos prioritario en la vida de los seres humanos. Sucede a veces que el momento de nuestra partida de este mundo no necesariamente discurre por un cauce lógico. Hay padres que entierran a sus hijos. Personas mayores y muy enfermas que sobreviven y hombres saludables que de pronto se van. Personas que anhelan encontrar la muerte pronto y no lo logran, y gente que ama la vida que se va de un momento para otro.
“No pongáis vuestro afecto en la soberanía mortal y no os regocijéis con ella. Sois como el pájaro incauto que con plena confianza canta sobre la rama hasta que de repente la muerte cazadora lo derriba al polvo; la melodía, la forma y el color desaparecen sin dejar rastro. Por tanto tened cuidado, ¡oh esclavos del deseo!”. – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas.
Cada instante de nuestra vida vamos labrando nuestro futuro, tanto para esta vida terrenal como para el siguiente plano de nuestra existencia, y la mayoría de veces no nos damos cuenta. Despertamos aquella conciencia cuando la muerte nos toca de cerca. Cuando fallece un ser querido pasamos horas reflexionando sobre el porqué y lamentamos lo que dejamos de hacer. Volteamos la mirada hacia lo esencial de esta experiencia terrenal, nuestra misión en la vida y el sentido de lo trascendente. Volvemos a descubrir que la vida es como un corto viaje del que hay que partir llevando solo una pequeña maleta, ligera de peso, pero cargada con la más valiosa riqueza: el amor que hemos sido capaces de dar, nuestras acciones en beneficio de otros y nuestro crecimiento espiritual. Nada más vale realmente la pena.
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