Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Cómo identificamos las normas del bien y del mal y sabemos cómo debemos comportarnos? En un mundo en el que estas cosas parecen tan poco claras, las enseñanzas bahá’ís ofrecen a la humanidad una luz que nos guía.
Nuestro mundo nos reta a elevarnos por encima de nuestras influencias negativas, a adoptar prácticas saludables y a mantener elevadas normas de moralidad, integridad y honradez.
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Cuando nos esforzamos por vivir nuestras vidas con cortesía, dignidad, piedad, santidad y devoción, liberándonos de las trampas de este mundo, progresamos y atraemos poder hacia nosotros para elevarnos a nuevas alturas; si no lo hacemos, perderemos ese poder y energía que fluye a través de nosotros desde lo alto y seremos arrastrados por el peso de la decadencia moral, la depravación y la degradación del mundo.
Los grandes educadores espirituales sufrieron y sacrificaron sus vidas por un solo propósito: para que pudiéramos ser adornados con un buen carácter y conducta. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, explicó:
El propósito del único Dios verdadero al manifestarse a Sí mismo es emplazar a toda la humanidad a la veracidad y sinceridad, a la piedad y honradez, a la resignación y sumisión a la Voluntad de Dios, a la paciencia y amabilidad, a la rectitud y sabiduría. Su objetivo es cubrir a cada hombre con el manto de un carácter santificado y adornarlo con el ornamento de acciones buenas y santas.
Reflejamos estas virtudes interiores en todos los aspectos de nuestra vida: el hogar, la familia, los negocios, el trabajo, las amistades y la comunidad. Las enseñanzas bahá’ís nos piden que rindamos cuentas de nosotros mismos cada día para asegurarnos de que seguimos progresando espiritualmente, asegurándonos que nuestras buenas acciones y caracteres ayudarán a transformar el mundo de la humanidad, aunque no podamos verlo. Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, dijo que «La más apremiante de las tareas es hoy día la purificación del carácter, la reforma de los modales y el mejoramiento de la conducta».
Cuando mejoramos nuestros caracteres y conducta, mejoramos nuestras vidas y el mundo. Las mentes sanas y rectas, junto con cualidades morales loables, manifiestan esa buena conducta. Bahá’u’lláh escribió que «La espada de una conducta recta y de un buen carácter es más afilada que las espadas de metal» [Traducción provisional de Oriana Vento].
¿Qué es el carácter?
Los psicólogos definen el carácter como las cualidades mentales y morales distintivas de un individuo. Es la combinación y composición únicas de todas nuestras virtudes. Es nuestra verdadera identidad. Desarrollar un buen carácter es un proceso para liberarnos de la oscuridad y las limitaciones de nuestra existencia material con la luz de nuestros poderes espirituales interiores. Utilizar la luz de nuestras virtudes, como la rectitud, la sinceridad y la honradez, nos permite superar la oscuridad de nuestras pasiones y deseos egoístas y malvados, y tener la debida consideración por nuestro bienestar espiritual y el de los demás. Cuando hacemos esas cosas, nuestra influencia se difunde por todo el mundo; llegamos a ser como levadura para los pueblos del mundo y modelos para todas las personas.
Cómo crear un carácter recto
Los escritos bahá’ís nos aseguran que un buen carácter «sobrepasa la luz del sol y su resplandor». Alcanzar esta elevada estación de un carácter recto, que cada uno de nosotros puede lograr si trabajamos en ello, significa dejar atrás las malas acciones y los deseos mundanos. Bahá’u’lláh reveló:
La honradez, la virtud, la sabiduría y el carácter santo conducen a la exaltación del hombre, mientras que la falsedad, el engaño, la ignorancia y la hipocresía lo conducen a su degradación. ¡Por mi vida! La diferencia del hombre no radica en los ornamentos o en la riqueza, sino más bien en un comportamiento virtuoso y en un entendimiento verdadero.
Mediante la educación, el esfuerzo y el refinamiento, podemos desarrollar la excelencia, la pureza y la integridad de nuestro propio carácter y nuestras acciones, y transformarnos a nosotros mismos y al mundo.
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A veces, el conocimiento y el amor de Dios son suficientes para lograrlo, pero otras veces, el temor de Dios es un motivador más útil y potente. Bahá’u’lláh comparó el temor de Dios con un comandante y un carácter y acciones rectos con sus ejércitos. Sin el temor de Dios, nos resultaría difícil superar las fuerzas de la pasión y el mal y lograr una victoria para lo que es correcto y bueno.
Nuestras vidas, cuando se distinguen por la verdad, el amor y la justicia y las virtudes afines de veracidad, honradez, imparcialidad, amabilidad, cortesía, fiabilidad, equidad y rectitud, tendrán una fuerza transformadora, no solo en nosotros personalmente, sino en todos los que nos rodean. Cuando nuestro carácter y nuestros actos reflejan estas nobles virtudes, las potencialidades ocultas se energizan, ejerciendo una influencia positiva en nuestro mundo. Cuando hemos conquistado nuestros deseos y apegos egoístas y mundanos, dotamos a nuestras mentes y almas de un tremendo poder.
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