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Nuestra crisis del agua: ¿qué hacer al respecto?

Brad Miller | Ene 29, 2020

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Brad Miller | Ene 29, 2020

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Las enseñanzas bahá’ís dicen “…sin agua ninguna criatura en el mundo puede vivir; los minerales, los vegetales, los animales y el ser humano, todos dependen del agua p ara su misma existencia”. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 102.

Nada puede vivir sin agua, ya sea el agua física que ayuda a calmar nuestra sed o el agua espiritual que limpia nuestros corazones y almas.

El experto investigador del agua Theodore Schwenk, equiparó la naturaleza del agua con el corazón, porque ningún aspecto de la vida, la reproducción, propagación celular, metabolismo, o función cerebral, incluyendo los pensamientos y sentimientos, puede ocurrir sin ella.

Pero el gigante industrial del mundo oriental ha atacado directamente al agua. Su vulnerabilidad a la contaminación, desperdicio, sobreuso, salinización, injusta distribución, etc. ha incrementado hasta un estado crítico y ahora merece la atención de todos.

Schwenk aseveró que la negligencia del cuidado adecuado del agua está incluso relacionada con el desmoronamiento de las costumbres sociales, argumentando que el incremento en la contaminación del agua coincide perfectamente con el incremento en la corrupción, violencia, lucha y secularización del planeta. Al determinar que los ataques a este precioso elemento funcionan como un reflejo de las enfermedades de la humanidad, concluyó diciendo que los problemas del agua no son ¨solo externos¨  y que “todos estamos involucrados y todos somos responsables”. – Theodore Schwenk, Water: The Element of Life, pp. 15, 62.

Él dijo que los problemas del agua “deben resolverse dentro de nosotros, cuando hayamos transformado nuestro ámbito interior, el externo puede ser restaurado”, también dijo que el agua es “el gran maestro” – Ibid., p. 33.

Schwenk escribió que, si pudiéramos aprender “los principios de vida” del agua, como fortaleza, amor, auto sacrificio, servicio y belleza, y nos volviésemos más como el agua misma, podríamos lograr obtener la más sostenible conciencia ecológica y espiritual, ya que tales virtudes nacen del alma humana, en la intersección de nuestras responsabilidades personales y planetarias.

Como bahá’í, entiendo a Shwenk y amo su trabajo. Yo también sé que el agua no es solo un elemento químico, sino que es un velo misterioso y reluciente entre nosotros y nuestro creador.  En realidad, pienso que el agua es la personificación de la luz, una llama húmeda.

Y, sí, volvernos más como el agua nos acercaría más a Dios e iniciaría una revolución en la forma cómo pensamos, actuamos y anhelamos algo, mostrándonos la manera de recuperarnos y fluir.

Schwenk era cristiano, filósofo y científico, y sabía que volverse como el agua podría ser el cumplimiento fundamental de la expectativa cristiana de la resurrección de los muertos.

Como bahá’í, sé que lograr volvernos como el agua requiere una nueva cosmología mundial, un marco de referencia fresco en el que las prácticas espirituales colectivas y las prácticas sagradas personales tomen precedencia – no una resurrección de los cuerpos de sus tumbas, sino una resurrección de almas y corazones de las tumbas de la ceguera, la ignorancia y del abuso habitual de la tierra, el aire y el agua.

Requeriría una cosmología religiosa y una alianza sagrada, la cual podría tener éxito al tratar de extraer aquella agua virtuosa a la que todos los sistemas religiosos han aludido, y al hacer esto reinstaurar la relación amorosa de la humanidad con nuestro planeta, así como con la justicia social que todos necesitamos.

Consideremos estas palabras de Bahá’u’lláh, quien inauguró la nueva cosmología bahá’í, apropiada para nuestra emergente edad ecológica.

Purifica tu corazón para que hagamos brotar de él manantiales de sabiduría y de palabras, permitiéndote de este modo elevar tu voz entre toda la humanidad. – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 199.

Como bahá’í sé que toda la creación física: la gente, los árboles, las piedras, los pájaros, los cielos, incluso las arañas, son manifestaciones materiales de un orden sagrado. Cada destello de la diversidad natural de la tierra, cada brizna de pasto, cada criatura peluda, cada pez y cada ave, cada canto de polluelo merece ser escuchado y amado por su magnifica contribución al todo. El agua que nos mantiene vivos, no es solo una sustancia química, sino una molécula radiante, como dice Bahá’u’lláh:

Sobre la más íntima realidad de cada cosa creada, Él ha derramado la luz de uno de Sus nombres, y la ha convertido en un receptor de la gloria de uno de Sus atributos. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 79.

Pero no podemos resolver ningún problema considerable del agua, o problema ambiental, en tal caso, aparte de los baluartes legales y el análisis científico. La Ley Clean Waters de los Estados Unidos de 1972, por ejemplo, sigue siendo una evidencia de lo que las instituciones y la acción social y legislativa concertada pueden lograr. De hecho, si humedecer el mundo es nuestro objetivo final, el planeta Tierra necesita toda la ayuda que pueda obtener. Recuerde, las Naciones Unidas, junto con cientos de agencias globales sin fines de lucro, continúan avanzando en la agenda ambiental, preservando y salvaguardando el agua limpia para todos. Consideremos también que la red global de organismos administrativos bahá’ís comprenden una vasta «fábrica de agua», que transmite el agua viva del espíritu al cuerpo marchito del mundo, en un sistema global de consejos de gobierno elegidos democráticamente, que algún día la humanidad podría «correr como las aguas, y la justicia ser como una corriente que siempre fluye», como cita el profeta del Antiguo Testamento, Amós.

De esta manera trato de hacer las paces con los quebrados sistemas planetarios de la actualidad, mientras humedezco y recalibro nuevamente mi relación con todo lo que existe. Enseño la Fe bahá’í a aquellos que están resecos y agraviados, y a aquellos cuyas mejores intenciones aún no han encontrado fuerza, forma o fuente:

…en las Sagradas Escrituras, los consejos del cielo son comparados con el agua, tal como dice el Corán: «[…] y enviamos desde el cielo agua purísima» 42, y el Evangelio: « […] salvo que uno sea bautizado con el agua y el espíritu, no entrará en el Reino de Dios» 43. Luego resulta claro que las Enseñanzas que provienen de Dios son efusiones celestiales de gracia; son copiosas lluvias de misericordia divina y limpian el corazón humano. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 199.

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