Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En algún punto de nuestra vida, todos eschamos algún llamado interno que nos hace querer buscar algo más grande que nosotros.
Cuando escuchamos ese llamado a hacer una búsqueda espiritual y realizamos nuestro viaje de descubrimiento de las verdades místicas profundas de la vida, estamos tomando el mismo camino que todos los buscadores de la verdad atravesaron en algún momento. En este camino espiritual, tratamos de descubrir los secretos ocultos de la vida, la llave de la felicidad imperecedera, del contentamiento y de la paz.
Los filósofos más renombrados del mundo, empezando por Sócrates y Platón, y todas las enseñanzas de las grandes religiones, desde la más antigua hasta la más reciente, todas afirman que la creación física entera sirve como una gran parábola mística que nos enseña continuamente acerca de nuestra realidad interna: nuestra alma. La rosa al florer, el brote de una planta, el ocaso radiante, los frutos maduros, la perfumada primavera y el bebé recién nacido, cada uno hermoso a su propia manera, todos estos tienen un grado de belleza que va más allá de lo físico únicamente, porque cada uno representa el poder del crecimiento espiritual, de la verdadera felicidad y de una vida interna vibrante.
¿Alguna vez lo has notado? La metáfora del crecimiento físico de la naturaleza vasta, evolutiva y orgánica hace un paralelo con nuestro propio desarrollo espiritual interno. Nuestra existencia física, desde el nacimiento hasta la muerte, nos rodea contando una hermosa historia física que representa, al mismo tiempo, nuestro viaje interno, aquel viaje que todos hacemos:
“La primera vida, que pertenece al cuerpo físico, llegará a su fin, tal como ha revelado Dios: ‘Toda alma probará la muerte’; Pero la segunda vida, que surge del conocimiento de Dios, no sabe de muerte…”- Bahá’u’lláh, Gemas de los Misterios Divinos, p. 75.
La vida después de la muerte
Cada uno de nosotros comienza un viaje, desde el momento de nuestro nacimiento, hacia una existencia trascendental, aquella “segunda vida” como lo describe Bahá’u’lláh. Los Bahá’ís creen que esta existencia física no es la final, sino que es solo el inicio de la eterna travesía del alma. Explorar estas dimensiones místicas de aquel viaje eterno, universal y espiritual nos trae alegría, percepción e iluminación.
«En este viaje el buscador llega a presenciar una miríada de cambios y transformaciones, confluencias y divergencias. Ve las maravillas de la Divinidad en los misterios de la creación y descubre las sendas de la guía y los caminos de Su Señor. Tal es la posición a la que llegan los que buscan a Dios y tales son las alturas alcanzadas por los que se apresuran en ir hacia Él” -Ibid, p. 51
Nuestro camino espiritual, nuestro crecimiento hacia una inevitable segunda vida, sin importar dónde inicie, finalmente se eleva y converge en una singular realidad Divina:
¡Cuán maravillosa es la unidad del Dios Viviente y Perdurable, unidad que está por encima de toda limitación, que trasciende la comprensión de todas las cosas creadas! – Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 150.
¿Cómo es que nosotros, los seres humanos, abordamos esta trascendencia eterna y mística? ¿Cómo encontramos nuestro propio camino espiritual? Las enseñanzas Bahá’ís recomiendan, como primer paso, una búsqueda sincera que conduzca a un entendimiento más profundo sobre uno mismo.
En particular, las enseñanzas Bahá’ís dicen que el sentimiento místico que une a todas las personas con Dios es el núcleo de toda fe. Buscar y encontrar tu propia conexión individual con ese sentimiento místico significa cultivar el entendimiento sobre uno mismo, conocer tu propia alma y crear un sentimiento duradero de espiritualidad en tu día a día.
Ese proceso puede iniciar al practicar regularmente la meditación, oración y leer cuidadosamente los escritos sagrados de cada religión. Los Bahá’ís creen que los buscadores que intentan entender los grandes misterios de la vida pueden encontrar las respuestas que tanto anhelan en los escritos de los mensajeros de Dios, los fundadores de las grandes religiones del mundo. Leer los escritos de Buda, Krishna, Abraham, Moisés, Cristo, Muhammad y Bahá’u’lláh puede ayudarte a abrir tu mente y tu corazón a una nueva realidad espiritual y permitirte experimentar la conexión orgánica entre todas las religiones.
Un libro Bahá’í, un pequeño volumen de escrituras místicas escritos por Bahá’u’lláh llamado “Las palabras ocultas”, inspira este tipo de meditación profunda al leerlo y estudiarlo detalladamente, además es un gran libro para comenzar una búsqueda espiritual. Bahá’u’lláh se refirió a “Las palabras ocultas” como “la esencia interna” de la fe “revestida…con la vestimenta de la brevedad”, lo que hace que sea un recurso especialmente poderoso para los buscadores. Este tesoro de misterios divinos restaura la voz de las enseñanzas más profundas de todos los profetas de religiones pasadas.
¡Oh hijo del Espíritu! Con las felices nuevas de la luz te saludo, ¡regocíjate! A la corte de santidad te llamo, habita en ella para que vivas en paz eternamente.
¡Oh ricos de la Tierra! Los pobres son mi depósito en medio de vosotros, cuidad mi depósito, y no estéis empeñados solamente en vuestro propio bienestar.
“¡Oh mi siervo! Rompe las cadenas de este mundo y libera tu alma de la prisión del yo. Aprovecha tu oportunidad pues no volverá a ti nunca más.” -Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 70.
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