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Las 4 formas de adquirir conocimiento según las enseñanzas bahá’ís

Behrooz Sabet | Ene 10, 2020

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Behrooz Sabet | Ene 10, 2020

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Las enseñanzas bahá’ís dicen que los seres humanos contamos con cuatro métodos de adquirir conocimiento, así que veamos si podemos entender cómo funciona cada uno.

Si bien cualquier análisis exhaustivo de este profundo tema estaría más allá del alcance de este ensayo, lo que encontrarán a continuación es un esbozo superficial del mismo, con la esperanza de que sea suficiente para cumplir con nuestro propósito, de las cuatro formas de conocimiento de Abdu’l-Bahá.

  1. El método de los sentidos.

Este método de conocimiento se basa en la percepción sensorial, generalmente denominada empirismo en la mayoría de los discursos. Comenzando en algún momento durante el siglo XVII, el empirismo se ha asociado estrechamente con la base epistemológica de la investigación científica. El empirismo tiende a definir el esfuerzo científico como uno de recopilación y clasificación de varios hechos observables en una formulación abstracta, simplemente para proporcionar un resumen conveniente de tales hechos. Algunos creen que el estudio y la observación de fenómenos empíricos constituye la única base para la investigación científica y la determinación de la verdad, a menudo esta forma de pensar concluye que el método empírico es la única forma de garantizar que el conocimiento científico permanezca puro y seguro de suposiciones subjetivas, especulaciones filosóficas y presupuestos teológicos.

En la primera parte del siglo XX, describiendo el método empírico en el libro Contestaciones a unas preguntas, Abdu’l-Bahá dijo: «En la actualidad todos los filósofos europeos estiman que éste es el mejor y principal método para adquirir el conocimiento. Y lo juzgan sagrado, no obstante el hecho de que resulta imperfecto por estar sujeto a error o engaño».

Abdu’l-Bahá usó ejemplos filosóficos tradicionales para demostrar la falta de fiabilidad del conocimiento adquirido a través de la percepción sensorial en La Promulgación de la Paz Universal: «El ojo ve un espejismo sobre el desierto como si fuera un lago de agua, pero ello no es real. Cuando estamos sobre la cubierta de un vapor, parece que la costa se moviera, sin embargo, sabemos que la tierra está estacionaria y que nosotros nos movemos. Se creía que la tierra estaba fija y que el sol giraba alrededor de ella… Una antorcha que gira hace que aparezca ante nuestra vista un círculo de fuego, pero sabemos que es sólo un punto de luz». 

RELACIONADO: La espiritualidad y el método científico

En resumen, las enseñanzas bahá’ís sostienen que los sentidos solo pueden ofrecer datos empíricos imperfectos y que los datos obtenidos a través de la observación por sí solos no pueden proporcionar herramientas adecuadas para la generalización y / o interpretación de la información, lo que constituye una verdad clara y evidente para cualquier científico reflexivo y genuino.

Sin embargo, a pesar de cualquier énfasis en la imperfección de los sentidos, las enseñanzas bahá’ís consideran el enfoque empírico como un mecanismo necesario para adquirir conocimiento y comprensión. Abdu’l-Bahá afirmó claramente que las formas empíricas y los símbolos son esenciales para transmitir los conceptos intelectuales. Desde un punto de vista, parecería que Abdu’l-Bahá está de acuerdo con el enfoque aristotélico, que sostiene que necesitamos datos concretos y objetos sensibles para la comprensión de las realidades metafísicas.

  1. El método de la razón.

Este método de entender la realidad, basado en las capacidades lógicas y de razonamiento de la mente humana, encuentra su uso principal en el campo de la filosofía. El debate entre los filósofos sobre la relación entre la mente y los sentidos es tan antiguo como la filosofía misma. En términos generales, los filósofos racionalistas siguen insatisfechos con los defensores del empirismo científico, quienes dicen que están contentos con verdades parciales y limitadas, todas las cuales son discutibles.

Los empiristas, a su vez, generalmente afirman que las verdades empíricas son todo lo que realmente podemos saber; descartando de esta manera las grandiosas afirmaciones de los filósofos racionalistas. En su mayor parte, los racionalistas argumentarían que para lograr el reconocimiento y la comprensión de la verdad, debemos ir más allá de los métodos empíricos e incluir los descubrimientos a los que la razón, cuando se libera de la estricta dependencia de los sentidos, nos pueda llevar. Sin embargo, las enseñanzas Bahá’ís reconocen que la razón, en sí misma, no es ni infalible ni exhaustiva. En Contestaciones a unas preguntas, Abdu’l-Bahá se refiere a los debates entre los filósofos antiguos para ilustrar este punto:

«Por medio de argumentos lógicos, resolvían un problema en un determinado momento para más tarde refutarlos con argumentos de la misma naturaleza. Durante un tiempo un filósofo podía defender firmemente una teoría determinada con razonamientos y pruebas contundentes de apoyo, para luego retractarse y contradecir sus conclusiones con argumentos racionales.…».

«Has de saber, entonces, que lo que creen las personas y cuanto está a su alcance, es susceptible de error. Tal como se ha visto, cuando se prueba o refuta algo, el que la prueba proceda de la evidencia de los sentidos, no la hace infalible, ya que el método como tal es imperfecto. Lo mismo vale para los argumentos racionales y tradicionales, cuya fuerza probatoria dista de ser perfecta».

En una de sus charlas, Abdu’l-Bahá comentó: «Los grandes descubrimientos y anuncios de siglos pasados están siendo continuamente desbaratados y descartados por los sabios de hoy. Los matemáticos, los astrónomos, los químicos, continuamente desaprueban y rechazan las conclusiones de los antiguos… todo está constantemente cambiando debido a que la razón humana está progresando a través de nuevas vías de investigación y llegando a todos los días a nuevas conclusiones». 

Sin embargo, esta afirmación no debe malinterpretarse como un rechazo de la razón en sí misma; más bien, es claro e implícito que la crítica de Abdu’l-Bahá a la razón es esencialmente una crítica de una definición fija del término. Dicho de otra manera, si la humanidad se apega obstinada y ciegamente a los descubrimientos de la razón de una época anterior, entonces a medida que pasa el tiempo y la civilización evoluciona, la razón puede convertirse en una barrera para la realización de la verdad. Cuando se ve dentro del contexto de las enseñanzas bahá’ís, las que caracterizan la adquisición del conocimiento divino como progresivo y evolutivo, entonces la razón, en su expresión orientada al proceso, puede verse como una con la razón universal o logos que atraviesan todas las religiones.

  1. El método de las tradiciones.

Este modo de adquirir conocimiento se basa en la adhesión a los sistemas tradicionales de creencias religiosas que existen en diversas culturas, que con el tiempo se han convertido en escuelas de pensamiento y convenciones actuales. Estos sistemas de creencias generalmente se basan en las escrituras de las diversas religiones tradicionales. En palabras de Abdu’l-Bahá: «Este método tampoco es perfecto pues las tradiciones se comprenden por medio de la razón. Y como la razón en sí misma es propensa al error es perfectamente posible que cometa errores y que no alcance la certidumbre, por lo que no cabe afirmar que no pueda equivocarse cuando se aplica a la interpretación de las tradiciones».

Las tradiciones, como todos sabemos, tienden a cristalizarse en patrones dogmáticos de pensamiento que, como la razón, pueden congelarse en un dilema conceptual. Por el contrario, si reciben el impulso generador de un intelecto en evolución, pueden seguir siendo un método de conocimiento beneficioso y confiable.

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  1. El Espíritu Santo.

Abdu’l-Bahá definió al Espíritu Santo como «la Gracia de Dios y los rayos luminosos que emanan de las Manifestaciones». Al definir aún más al Espíritu Santo, Abdu’l-Bahá dijo: «En cambio, la gracia y munificencia del Espíritu Santo sí proporciona un método verdadero de comprensión infalible e indudable. Tal método, única condición mediante la cual la certidumbre puede ser alcanzada, se verifica merced a la ayuda otorgada a la persona por el Espíritu Santo». 

Las enseñanzas bahá’ís entienden el concepto del Espíritu Santo como el poder investido en los mensajeros de Dios: las voces divinas de cada época y los mediadores entre la humanidad y su Creador:

Por ello podemos decir que debe haber un Mediador entre Dios y el ser humano, y ése no es otro que el Espíritu Santo, el cual pone en contacto a la creación terrenal con el «Inimaginable», la Realidad Divina. «La Realidad Divina puede ser comparada con el sol y el Espíritu Santo con los rayos del sol.»

Desde la perspectiva bahá’í, el Espíritu Santo, como la razón y la tradición, es una fuerza dinámica, progresiva y generadora, no una realidad fija o absoluta. Este tema se repite a menudo en las escrituras bahá’ís. Shoghi Effendi escribió, en El Orden Mundial de Bahá’u’lláh: «Sus enseñanzas giran en torno al principio fundamental de que la verdad religiosa no es absoluta sino relativa y que la Revelación Divina es progresiva y no final. Sin equívocos y sin la menor reserva proclama que todas las religiones establecidas son de origen divino, son idénticas en sus metas, complementarias en sus funciones, continuas en su propósito e indispensables en su valor para la humanidad». 

A partir de este breve análisis de los diferentes métodos de conocimiento identificados por Abdu’l-Bahá, podemos concluir que la fuente principal de cualquier desacuerdo entre las modalidades de la razón, la tradición y el Espíritu Santo surge debido a la tensión entre los enfoques estáticos y dinámicos de percepción de la realidad.

La razón, la tradición y el Espíritu Santo constituyen el núcleo de la cultura y la civilización. Un enfoque estático de estos métodos a menudo puede llevar a percibir el error como una realidad, contribuyendo así a las causas de la desunión y la desintegración de la cultura y la civilización. Por el contrario, una visión dinámica y progresiva de estos métodos puede contribuir significativamente a la generación de nuevos conocimientos y, por lo tanto, a cultivar la integración de niveles aún más elevados de cultura y civilización, uno de los principales objetivos de la Fe bahá’í.

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