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Los milagros son imposibles, ¿verdad?

Alan Dworak | Ago 19, 2019

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Alan Dworak | Ago 19, 2019

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El viejo mundo de la física clásica o newtoniana nos presentó un universo que podría describir su comportamiento como el funcionamiento de un reloj; sin embargo, el universo resultó ser mucho más complejo.

Las enseñanzas bahá’ís aluden a esta enorme complejidad y la atribuyen a los poderes creativos de Dios:

Toda alabanza a la unidad de Dios, y todo honor para Él, el soberano Señor, el incomparable y todo glorioso Gobernante del universo, quien de la nada absoluta ha creado la realidad de todas las cosas, quien de la nada ha engendrado los más delicados y sutiles elementos de su creación, y quien, rescatando a sus criaturas de la bajeza de la lejanía y de los peligros de una completa extinción, los ha recibido en su reino de gloria incorruptible. Nada salvo su gracia que todo lo abarca, y su misericordia que todo lo penetra, podría haberlo logrado. ¿Cómo habría sido posible de otro modo que la simple nada adquiriera por sí misma el mérito y capacidad para emerger de su estado de inexistencia al reino del ser? – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 34.

La ciencia moderna, especialmente con el descubrimiento de la mecánica cuántica, ha aumentado enormemente nuestro conocimiento de la asombrosa complejidad de esta creación.

Para Newton, cada parte del universo observable interactúa con las otras partes de acuerdo con leyes deterministas e inviolables. Así como en una mesa de billar, la física clásica le dirá que las bolas siguen trayectorias predecibles prescritas por simples leyes mecánicas. Todas las bolas siguen un camino recto hasta que chocan con otra bola o el cojín lateral. Las bolas en movimiento permanecen en movimiento, suponiendo que la mesa esté plana y que no haya fricción. Una bola en reposo permanece en reposo a menos que otra bola o fuerza actúe sobre ella, y así sucesivamente.

La analogía continua a nivel atómico, cada átomo en el universo actuando de manera predecible, como una pequeña bola de billar que interactúa con otras bolas de billar. Las reglas de esta interacción son un poco más complicadas que las de las bolas de billar, pero estas funcionan bien para expresar la analogía general. Los científicos creían que, en teoría, podían predecir toda la historia del universo al conocer las posiciones iniciales y las velocidades de cada partícula desde el inicio. Al conocer el estado inicial de un sistema cerrado, los científicos creyeron que podrían determinar con un 100% de precisión su estado en algún momento futuro. La única incertidumbre proviene de la incapacidad de conocer exactamente su estado inicial.

Muchos han usado esta visión clásica del universo para apoyar la inexistencia de milagros y la supuesta imposibilidad de intervención divina. Sin embargo, este argumento depende en última instancia de si el universo es o no un sistema cerrado. En cualquier caso, durante los últimos 90 años, la visión mecánica clásica del universo de Newton ha dado paso a la relatividad especial, la relatividad general y la mecánica cuántica.

El descubrimiento de la mecánica cuántica forzó varias desviaciones sustanciales de la física clásica. Aunque la mayor parte del universo observable es medible y se rige por leyes predecibles, los científicos se dieron cuenta de que detrás de todo existe un mundo de pequeñas partículas subatómicas, y exhiben un comportamiento totalmente aleatorio e impredecible. La mecánica cuántica dio origen al principio de incertidumbre de Heisenberg, que establece que es imposible conocer tanto la velocidad como la posición de una partícula al mismo tiempo.

A pesar de nuestra ciencia avanzada, que puede medir partículas subatómicas con suficiente precisión, el principio de Heisenberg afirma la imposibilidad de poder hacerlo, sin importar cuán avanzada sea nuestra tecnología. Incluso si conoce la posición de una partícula con precisión infinita, la medición de su momento proporciona un resultado completamente aleatorio, y viceversa. Entonces, en la mecánica cuántica, nada es seguro, y solo puedes describir las cosas en términos de probabilidades.

A Albert Einstein, sin embargo, le era difícil aceptar el principio de incertidumbre. Él creía que tenía que haber alguna ley de la naturaleza que pudiera definir partículas y hacer posible calcular su velocidad y posición. Esto causó que el Dr. Einstein pronunciara su famosa cita: «Dios no juega a los dados con el universo».

Einstein pasó el resto de su carrera buscando, pero no encontró evidencia concluyente de la ley que esperaba. Hasta ahora, toda la evidencia experimental sugiere que la mecánica cuántica es real, y el principio de incertidumbre se ha mantenido verdadero.

Entonces, ¿qué tiene que ver esta discusión con los milagros y las oraciones respondidas?

En términos simples, la mecánica cuántica dice que las leyes físicas, incluso las leyes clásicas de la mecánica, están determinadas por la probabilidad. Las partículas clásicas solo toman una ruta predecible, mientras que las partículas cuánticas toman todas las rutas simultáneamente: una infinidad de trayectorias cuánticamente posibles.  Es probable que aparezcan los caminos normales que asociamos con la mecánica clásica, mientras que no es muy probable que aparezcan caminos extraños. Sin embargo, todos los caminos se toman independientemente de su probabilidad. La probabilidad de cualquier camino no clásico puede ser extremadamente baja, pero no cero.

La física clásica permitió al materialista y al científico newtoniano afirmar que ciertos eventos eran simplemente «imposibles bajo las leyes de la física». La mecánica cuántica excluye tal afirmación. Ahora solo podemos decir que un evento, de acuerdo con las leyes de la física, «es altamente improbable, pero no imposible».

Existe un mundo de diferencias entre imposible e improbable. Con esta verdad científica en mente, las enseñanzas bahá’ís confirman:

No existe contradicción entre la verdadera religión y la ciencia. Cuando una religión se opone a la ciencia, se convierte en mera superstición: aquello que es contrario al conocimiento, es ignorancia.

¿Cómo puede un individuo dar crédito a un hecho que la ciencia ha demostrado que es imposible? Si él cree a despecho de su propia razón, es más bien ignorante superstición que fe. Los verdaderos principios de todas las religiones están en conformidad con las enseñanzas de la ciencia. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 173.

Esta nueva imagen, la imagen de la realidad que nos presenta la mecánica cuántica, cambia toda nuestra visión del universo conocido. Ese nuevo conocimiento científico deja en claro que las acciones divinas son compatibles con la ciencia. La mecánica cuántica significa que incluso los milagros más sorprendentes no contradicen claramente las leyes proclamadas por la ciencia, al menos tal como las entendemos actualmente.

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