Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Envejecer tiene muchos beneficios, ya que nos permite reflexionar sobre los acontecimientos del pasado y comprender cómo cambiaron la dirección de nuestras vidas, lo que crea una buena herramienta de aprendizaje para analizar nuestra vida y su dirección.
Siempre he pensado que en mi vida había intentado seguir el principio espiritual del desprendimiento, para evitar acumular demasiadas posesiones materiales o seguir los caminos de la ambición y la codicia.
En otras palabras, quería huir del mundo material porque podía contaminar mi alma.
Al principio, mi enfoque era clásico, en blanco y negro, es decir, todo o nada. Me decía a mí mismo que ése es el camino que adoptan los sufíes, los monjes, las monjas y los sadhus, que intentan alcanzar planos superiores de espiritualidad, renunciando al mundo material por devoción, todo ello en pos de la felicidad espiritual eterna.
Este pasaje de los escritos bahá’ís, junto con muchos otros similares de distintas religiones y filosofías, me motivaron en mi camino de desprendimiento:
Cuidad de no aferraros a lo que poseéis ni ufanaros de vuestra fama y renombre. Lo que os conviene es desprenderos completamente de todo cuanto hay en los cielos y en la tierra.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la edad, empecé a reevaluar mi concepto de desprendimiento.
Estudiando los escritos bahá’ís, me di cuenta de una nueva forma de enfocar mi objetivo. Poco a poco fui reconociendo que intentaba desprenderme, escapar de la realidad y tomar el camino más fácil al no enfrentarme a los retos de la vida. Pero en realidad, como comprendí, el desprendimiento significa vivir una vida responsable y productiva, con todas sus exigencias, y seguir siendo desprendido. Bahá’u’lláh dio este consejo a quienes intentan practicar el desprendimiento apartándose del mundo:
¡Oh concurso de monjes! No os recluyáis en vuestros claustros e iglesias. Salid de ellos con Mi anuencia y ocupaos, entonces, con lo que os ha de aprovechar a vosotros y a otros. Así os ordena Quien es el Señor del Día del Ajuste de cuentas. Recluíos en la fortaleza de Mi amor. Éste, en verdad, es el retiro que os conviene, si lo supierais. Aquel que se enclaustra en su casa es de hecho como un muerto.
Así que al principio intenté ser desprendido sin saber cómo hacerlo. Lo intenté y oré, pero seguí sin conseguirlo de una forma práctica que pudiera convertirse en mi hábito y mi práctica espiritual.
Cuando me hice un poco mayor, al hacer un balance de esta parte de mi vida, de todos mis éxitos y fracasos, descubrí que mi vida había sido dirigida de forma positiva y fructífera a pesar de mis intentos fallidos de desprendimiento. Me di cuenta de que la misericordia del Creador había guiado mi vida para bien y, la mayoría de las veces, a pesar de mi propio juicio personal y de mi falta de cooperación. Todo esto me hizo darme cuenta de que mi enfoque del desprendimiento era erróneo. Sí, intentaba ser desprendido, pero no sabía cómo asegurarme de que mi viaje espiritual iba en la dirección correcta.
Una experiencia personal me aclaró el asunto. Mi padre era el único bahá’í de la familia; tenía cuatro hermanos musulmanes. El más joven, un musulmán devoto, intentaba vivir lo que él consideraba una vida piadosa y quería que sus hijos siguieran su ejemplo. Por eso no permitía la televisión, la radio ni la música en su casa. Tampoco se permitía ir al cine, ya que las películas las hacían extranjeros, a los que veía como enemigos del Islam y fuente de toda corrupción. Esperaba que sus hijos siguieran su ejemplo, pero el resultado fue todo lo contrario. Uno de sus hijos es ahora actor y cómico en Hollywood. Más tarde, el padre se arrepintió de sus actos y admitió que sus métodos eran erróneos. Aquel ejemplo me proporcionó una lección sencilla pero importante: evitar no es la forma correcta de vivir, y distanciarse no significa no implicarse.
Las enseñanzas bahá’ís sugieren que la verdadera felicidad es el desprendimiento de todo lo demás, excepto de Dios, pero ese desprendimiento no significa que tener posesiones o riqueza sea malo. Por el contrario, sugieren que, aunque disfrutemos del mundo y de los beneficios materiales de que disponemos, nuestra relación con Dios debe ser inquebrantable, una relación basada en el servicio y el amor a la humanidad.
Esto implica que nuestro ser interior debe centrarse en las realidades espirituales independientemente de nuestros logros materiales. Significa que no deben afectarnos las ganancias ni las pérdidas, y que debemos desapegarnos de la culpa o la alabanza. Recomienda desprenderse de los deseos egoístas y de nuestro propio ego.
Reflexioné sobre mi vida desde esa perspectiva, y pronto me di cuenta de que una fuerza invisible me había ayudado y guiado a lo largo de mi vida. Me di cuenta de que el Creador había estado conmigo toda mi vida sin que yo fuera consciente de ello, como un buen Amigo, un Padre. Él había elegido lo que era mejor para mí. Así que ahora encuentro maneras prácticas de ser desprendido, hacer lo mejor que puedo y dejarle felizmente el resto a Él, sabiendo que Su Voluntad es mil veces más beneficiosa para mí que cualquier cosa que yo pudiera soñar.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo