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Espiritualidad

Mortal o inmortal: ¿qué nos pasa cuando morimos?

David Langness | Jul 3, 2022

PARTE 5 IN SERIES ¿Cómo morimos?

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David Langness | Jul 3, 2022

PARTE 5 IN SERIES ¿Cómo morimos?

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¿Qué ocurre con nuestras almas cuando morimos? ¿Somos mortales o inmortales? La gente se ha hecho estas preguntas desde los albores de nuestra especie y las enseñanzas bahá’ís brindan un vislumbre de las respuestas:

Si llegara a lograr una gota de las cristalinas aguas del conocimiento divino, fácilmente te darías cuenta de que la verdadera vida no es la vida de carne, sino la vida del espíritu. Pues la vida de la carne es común a hombres y animales, mientras que la vida del espíritu la poseen solamente los puros de corazón, quienes han bebido del océano de la fe y han probado el fruto de la certeza. Esta vida no conoce muerte; y esta existencia está coronada por la inmortalidad.

RELACIONADO: El respeto a la dignidad del cuerpo después de la muerte

Ese pasaje, del Libro de la Certeza de Bahá’u’lláh, afirma lo que todos los bahá’ís creen: que nuestros espíritus siguen vivos después de que nuestros cuerpos hayan cumplido su función terrenal.

Esto no significa, sin embargo, que nuestros cuerpos carezcan de importancia o que debamos ignorar nuestra existencia física. De hecho, dado que el cuerpo es exaltado por el alma inmortal, la ley bahá’í exige que se cuide el cuerpo en este mundo, y que los cuerpos de los fallecidos sean tratados con el máximo respeto y dignidad.

A lo largo de sus escritos, Bahá’u’lláh escribió hermosas descripciones del destino de nuestras almas eternas. Esta hace referencia a nuestra inmortalidad:

has de saber que, ciertamente, el alma después de su separación del cuerpo continuará progresando hasta que alcance la presencia de Dios, en un estado y condición que ni la revolución de las edades y siglos, ni los cambios o azares de este mundo pueden alterar. Perdurará tanto como perdure el Reino de Dios, Su soberanía, Su dominio y fuerza. Manifestará los signos de Dios y Sus atributos y revelará Su ternura y generosidad.

En el mismo pasaje, Bahá’u’lláh pasó a describir cómo será distinguida esa alma en el otro mundo:

El honor con el cual la Mano de la Misericordia investirá al alma es tal, que ninguna lengua puede revelarlo adecuadamente, ni ningún otro medio terrenal puede describirlo. Bienaventurada el alma que en la hora de su separación del cuerpo esté purificada de las vanas imaginaciones de los pueblos del mundo. Esa alma vive y se mueve de acuerdo con la Voluntad de su Creador y entra en el altísimo Paraíso … Si se dijera a alguien lo que ha sido ordenado para tal alma en los mundos de Dios, el Señor del trono de lo alto y de aquí en la tierra, todo su ser se inflamaría instantáneamente en su gran anhelo por alcanzar aquella exaltadísima, santificada y resplandeciente estación (…)

¿Cómo ocurre eso? ¿Qué hace que el alma inmortal se santifique «de las vanas imaginaciones de los pueblos del mundo»?

Las enseñanzas bahá’ís dicen que la abnegación, el altruismo y el amor por la humanidad, todo ello traducido en una vida de acción constante y servicio a los demás, puede ayudar a crear un alma así. En su libro El Secreto de la Civilización Divina, Abdu’l-Bahá escribió que desarrollar una devoción por el bien común, en lugar de pasar una vida trabajando para el mero beneficio personal, dará como resultado una «abundante recompensa en la próxima vida»:

Sin embargo, la persona que pone su fe en Dios y en las Palabras de Dios – dado que se le ha prometido una recompensa abundante en la próxima vida, de la que está seguro, y dado que los beneficios de este mundo comparados con la gloria y alegría permanentes de los futuros planos de existencia son como nada para ella – abandonará por amor a Dios su propia paz y provecho, consagrándose libremente de alma y corazón al bien común.

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Esta hermosa enseñanza, común en todas las principales religiones del mundo, nos promete la profunda felicidad y satisfacción espiritual que todos buscamos.

Si todavía no estás seguro de la existencia de un mundo espiritual después de que dejemos este plano físico, Abdu’l-Bahá ofreció una prueba notable, abstrusa y penetrante en un discurso que dio en París:

La misma existencia de la inteligencia del ser humano prueba su inmortalidad; además, la oscuridad justifica la presencia de la luz, pues sin luz no habría sombras. La pobreza demuestra la existencia de la riqueza pues, sin riqueza, ¿cómo podríamos medir la pobreza? La ignorancia prueba que el conocimiento existe, pues sin conocimiento, ¿cómo podría existir la ignorancia?

Por consiguiente, la idea de la mortalidad presupone la existencia de la inmortalidad, pues si no existiese la Vida Eterna, ¡no sería posible medir la vida de este mundo!

Considere, por un momento, ese profundo concepto, y reflexione sobre la idea existencial que representa. En esta existencia, conocemos y comprendemos todas las cosas sobre la base del principio de la relatividad, y la relatividad significa simplemente simetría y coherencia en las leyes de la naturaleza.

Esta simetría nos ofrece polos opuestos en todas partes, y también nos permite definir una cosa por su ausencia. La oscuridad es la ausencia de luz, como señaló Abdu’l-Bahá, al igual que el frío es la ausencia de calor. Del mismo modo, nuestra mortalidad demuestra la existencia de la inmortalidad.

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