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¿Nacemos con un deseo inherente de justicia?

Catharino Elijio | Ene 16, 2019

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Catharino Elijio | Ene 16, 2019

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Históricamente, cientos de guerras se han librado en nombre de la justicia. En nuestra época, muchos movimientos y procesos en todo el mundo tienen como objetivo alcanzar la justicia, pero aun así la justicia todavía nos elude.

La lucha por la justicia a nivel mundial está ligada a los esfuerzos de las sociedades por lograr o mantener el estado de derecho. Tales esfuerzos han llevado a que los países tengan constituciones para guiar la práctica de la justicia y el orden dentro de sus fronteras. Colectivamente, las personas en todos los contextos, incluidos los nacionales y los organizativos, requieren un mínimo de justicia. ¿Por qué es tan importante la justicia para los seres humanos en general?

Primero, definamos la justicia en relación con el contexto social básico. Históricamente, la justicia ha sido considerada como la capacidad de tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Así como lo enfatizan las enseñanzas bahá’ís, las religiones a lo largo de los siglos han enseñado la justicia como principio básico de la vida:

La máxima de que deberíamos tratar a los demás como quisiéramos que se nos tratara a nosotros mismos, un principio de ética que se repite constantemente en las enseñanzas de todas las grandes religiones, fortalece esta última observación en dos aspectos particulares: resume la actividad moral, el aspecto pacificador que caracteriza a estas religiones, independientemente de su lugar o época de origen; también revela un aspecto de unidad que es su virtud fundamental, una virtud que la humanidad en su visión disociada de la historia no ha sabido apreciar. – La Casa Universal de Justicia, La Promesa a la Paz Mundial, pág. 1.

El hecho de que «todas las grandes religiones», que todo profeta y educador universal, incluidos Cristo y Muhammad, vuelva a expresar la necesidad de practicar la justicia, de tratar a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros, tiene implicaciones de gran alcance.

Este principio recíproco de justicia aparentemente da testimonio de un sistema divino de guía interior en nosotros que nos permite saber cuándo estamos siendo tratados correctamente y cuando estamos tratando bien a los demás. Una vez que nos familiarizamos y fortalecemos ese sistema interno, podemos, con observación y tiempo, mejorar progresivamente la forma en que interactuamos unos con otros, y vivir un estilo de vida cada vez más armonioso con nuestra verdadera naturaleza, es decir nuestra realidad divina. Los escritos bahá’ís transmiten la siguiente visión para reflexionar:

Ante mi vista lo más amado de todas las cosas es la Justicia, no te apartes de ella si me deseas, no la descuides para que confíe en ti. Con su ayuda verás por tus propios ojos y no por los ojos de otros, conocerás con tu propio conocimiento y no mediante el conocimiento de tu prójimo. Pondera en tu corazón cómo te corresponde ser. En verdad, la justicia es mi don para ti y el signo de mi amorosa bondad. Tenla, pues, ante tus ojos. –   Bahá’u’lláh , Las palabras Ocultas , pp. 3-4.

La reina María de Rumania parecía haber adquirido una visión profunda con respecto a la justicia y ese sistema de guía interno:

Dios es todo, y cada cosa. “Él es la fuerza que mueve todos los asuntos… suya es la Voz que dentro de nosotros nos muestra el bien y el mal. Pero, generalmente, desoímos o interpretamos mal esa Voz. Por lo tanto, Él ha enviado a Sus Elegidos para estar entre nosotros en la tierra y aclarar Su Palabra, Su significado real. De ahí los Profetas; de ahí Cristo, Muhammad, Bahá’u’lláh; pues el hombre necesita de tiempo en tiempo una Voz en la tierra que lo acerque a Dios, para que perciba más claramente la existencia del Dios verdadero. Esas Voces que se nos enviaron tenían que encarnarse, para que con nuestros oídos terrenales pudiésemos oír y comprender”. – citado por Shoghi Effendi, La Promesa del Día Prometido, pág. 101.

El deseo de equidad y justicia, por lo tanto, es un rasgo divinamente integrado dentro de cada alma humana. Y es debido a esta nuestra naturaleza divina que los seres humanos nunca podrán estar satisfechos sin ella. Cuanto más madura la humanidad, más esfuerzos haremos por garantizar y aplicar la justicia en todos los niveles de la sociedad y en todos los campos de la vida:

La justicia y la equidad son dos Guardianes gemelos que velan a los hombres. De ellas han sido reveladas tales palabras benditas y perspicuas que son la causa del bienestar del mundo y la protección de las naciones. – Bahá’u’lláh, La Epístola al Hijo del Lobo, pág. 12.

Ninguna luz puede compararse con la luz de la justicia. El establecimiento del orden en el mundo y la tranquilidad de las naciones dependen de ella. – Ibid., pág. 28-29.

¡Oh hijo de hombre! Si tus ojos están vueltos hacia la misericordia, abandona las cosas que te benefician y aférrate a lo que beneficiará a la humanidad.   Y si tus ojos están vueltos hacia la justicia, elige para tu prójimo aquello que elegirías para ti mismo. – Ibid., pág. 29-30.

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